jueves, 30 de diciembre de 2004

La Tierra de los Vándalos (al-Andalus)

Enterado de la guerra fraticida que enfrentaba a los visigodos hispanos, el militar Musa ibn Nusayr, gobernador de las regiones norteafricanas de Ifriqiya y del Magreb desde 704,  proyectó con sus ayudantes las estrategias para introducirse en la península Ibérica. Uno de ellos fue el conde don Julián, señor de Ceuta, de origen romano y de religión cristiana arriana, noble que prestó sus naves para que tropas e intendencia cruzaran el estrecho...
 
La primera ocupación se realizó el año 710 con medio millar de soldados y bajo mando de Tarif ibn Malluk. A dos kilómetros del alto Peñón rocoso se instaló con ellos y puso un puesto fronterizo. Como desquite por los abusos políticos y económicos impuestos por la monarquía visigoda a los arrianos y otros apóstatas, estableció un elevadísimo impuesto que debían pagar todos los comerciantes católicos para poder pasar con sus mercancías de un lado a otro del estrecho. Este tributo se conoció por La Tarifa, dio nombre al municipio español que hoy conocemos, al pago de cuotas diversas, e incluso a grandes discusiones y peleas (por tarifar o salir tarifando).

Comenzado el año 711 hubo una nueva revuelta de los vascones cerca de Pamplona, siempre enfrentados a romanos y visigodos. El rey Roderico reunió a un ejército y marchó con él hacia el norte para combatirla. En mayo de 711, Tariq ibn Ziyad cruzó el estrecho que lleva su nombre (Jabal Tariq, Monte Taric o Gibraltar) al mando de unos doce mil soldados, la mayoría de ellos eran bereberes o norteafricanos y unos pocos, árabes.

Lo acompañaban el conde don Julián y don Opas, obispo de Sevilla y hermano del fallecido rey Witiza. Enterado semanas después, Roderico no dudó en bajar y hacer frente a las tropas enemigas provenientes del sur. Entre los días 19 y 26 de julio de 711 se produjeron tierra adentro una serie de refriegas bélicas que desbarataron al ejército de Roderico, con más de cien mil hombres.

Al-Andalus en su máxima expansión durante la Edad Media

La leyenda cristiana medieval llama Rodrigo a Roderico y dice que murió en aquella batalla. Aunque es mucho más posible que huyera o fuera desterrado, se refugiara en Lusitania y allí organizara otro reino con su clan de nobles y obispos. El clérigo portugués Antonio Calvalho da Costa, en su obra Corografía Portuguesa, relata que en la iglesia de san Miguel de Fetal de la ciudad lusitana de Viseu, a poco más de cien kilómetros de la salmantina y reveladora Ciudad Rodrigo, se podía ver hasta el siglo XVIII una sepultura con un epitafio que decía: Aquí yace Roderico, rey de los godos.

Tariq ibn Ziyad fue ayudado por el obispo Opas en su recorrido por Hispania y acompañó a sus tropas en el paso por Écija, Córdoba, Úbeda, Jaén, Consuegra y Toledo, capital del reino visigodo. Algunas negociaciones no fueron posibles y, tras la inevitable batalla, los nobles partidarios de Roderico que se encontraban en esas ciudades fueron ejecutados. Musa ibn Musayr desembarcó en Algeciras con un ejército de casi veinte mil soldados.

Recorrido el suroeste peninsular, se unió en Toledo a Tariq ibn Ziyad para continuar juntos el plan para tierras de Hispania y más al norte, una tarea que les llevó sólo cinco años. Los cronistas católicos, mercenarios de la palabra en nombre del dios y el rey a los que servían, describieron su ocupación como una diabólica conquista llena de terror, sangre y destrucción. Pero la realidad histórica fue muy distinta.

La política islámica se caracterizó por sus pactos con la nobleza y las poblaciones alcanzadas. Los judíos sefarditas facilitaron la entrada de los islamistas con su reconocida astucia y, junto con los cristianos arrianos y otras muchas herejías perseguidas, les dieron la bienvenida. La llegada del Islam supuso mayor paz y prosperidad para todos ellos, los hispanojudíos ejercieron importante labores como consejeros, eruditos, médicos y financieros. Los mahometanos consideraban a judíos y cristianos no trinitarios como Gentes del Libro, monoteístas como ellos que compartían el mismo Dios, con sus mismos misterios y secretos. En ningún momento hicieron propaganda de su devoción ni obligaron a nadie a seguir sus prácticas.

Esta nueva y mejor situación social, cultural, artística y religiosa, acorde con el sentir de la mayoría de la población hispana, fue acogida con esperanza y contribuyó a facilitar el asentamiento de sus difusores. Respecto al origen de éstos, el sustantivo vándalo es también revelador, tiene su raíz en la voz germánica wandliaz, cuyo significado es el que vaga.

Los bizantinos del norte de África, la Berbería, vencedores de aquellos vándalos asdingos y arrianos que estaban instalados en la Mauritania Tingitana, llamaron al sur de la península Ibérica la Tierra de los Vándalos. Los islamitas hicieron suya esta definición en memoria de sus antepasados godos y al traducirla al árabe quedó como al-Andalus... (sigue)


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