viernes, 9 de septiembre de 2016

Segunda Guerra-Locura Mundial

El día 1 de septiembre de 1939 (seis meses después de la elección de Eugenio Pacelli como papa Pío XII), el ejército aleman invadió Polonia, el primer paso bélico de la Alemania nazi en su pretensión de fundar un gran imperio en Europa, que produjo la inmediata y ya prevista declaración de guerra de Francia y la mayor parte de los países del Imperio Británico y la Commonwealth al Tercer Reich. Debido a una serie de fulgurantes maniobras militares y la firma de tratados bajo intimidación, Alemania conquistó y sometió a gran parte de la Europa continental de entonces. Ese día 1 de septiembre comenzó la Segunda Guerra Mundial, duraría hasta el 2 de septiembre de 1945, seis años y un día, cruel condena que arrasaría el mundo y que era parte de la agenda prevista por la élite político-financera para los decenios y siglos venideros...

Los grandes banqueros del mundo financiaron los dos bandos en conflicto, tanto a los llamados fascistas, como al lado comunista y el estadounidense, llamados aliados. El motivo es este: La guerra es un gran negocio porque las naciones se endeudarán a cualquier precio por conseguir la victoria en el conflicto. A los perdedores los dueños de los grandes bancos le prestarán lo justo para mantener la esperanza, que no es otra cosa que alargar la agonía y sus penurias. Al ganador del conflicto armado se le da lo necesario para vencer. Y a fin de cuentas, con todo destruido, los dos bandos se endeudarán hasta las cejas, exprimiendo luego los grandes banqueros a los políticos y éstos, como consecuencia, a toda la población a la que dicen servir, sobre todo a las clases más bajas, las más dañadas y esclavizadas.


Mujeres polacas e hijos huyendo en 1939


Esta segunda gran guerra diseñada supuso el último mazado para la consolidación del Nuevo Orden Mundial comenzado con la colonización y dominio de América y Asia por los exploradores europeos desde finales del siglo XV.

El la entrada del campo de concentración de Auschwitz ponía la frase Arbeit Macht Frei (El trabajo os hace libres), burlándose de la máxima judeocristiana sobre la labor honrada, manifestada como un gran bien de Dios en el Nuevo Testamento, y practicada por sus autores esenios, cátaros, islamitas y formas religiosas afines.

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