sábado, 6 de junio de 2009

La última expedición de Francis Drake y John Hawkins

Apenas hay unos cien kilómetros desde el extremo de Corunalles hasta Plymouth, la población costera desde donde partían por mar muchas expediciones inglesas y donde se encontraba Francis Drake, relegado desde su fracaso anterior a salvaguardar sus costas. Por ser testigo impotente de los éxitos de sus enemigos, los poderosos Austrias o Habsburgo afincados en Hispania, y para remediar su deteriorada situación, el vicealmirante propuso a la reina Isabel I de Inglaterra dirigir una expedición a la cuenca del mar Caribe, con la misión principal de crear una base naval de operaciones en Panamá para atacar los dominios hispanos en América y robar sus valiosas mercaderías...

Sopesando el proyecto con sus consejeros, la reina dio el visto bueno a condición de que compartiera el mando de la expedición con su primo y también corsario John Hawkins, nombrando general de las tropas de desembarco al señor y militar Thomas Baskerville. En seis galeones, una veintena de grandes embarcaciones y una buena cantidad de lanchas y barcazas para el transporte de cargas, salieron mil quinientos marineros y el doble de soldados del puerto de Plymouth el día 17 de agosto de 1595.


John Hawkins, señor, ladrón y servidor de Isabel I


De manera parecida a la última y fallida expedición de Drake, la escuadra inglesa empezó a tener problemas por la carencia de agua potable y alimentos. La situación generó un dilema en los mandos ingleses: atacar la ciudad de Las Palmas en la isla de Gran Canaria, proveerse de agua potable y víveres suficientes, y perder por ello el factor sorpresa previsto para sus ataques en el Caribe; o seguir así hasta Centroamérica y atacar por sorpresa pero castigados por la carencia de provisiones. Y al final, después de darle muchas vueltas, decidieron atacar Las Palmas.

El 4 de octubre, la flota inglesa llegó a las proximidades de la isla Gran Canaria. La poco nutrida guarnición de la ciudad, más alrededor de mil civiles sin experiencia militar, formaron la defensa parapetados en la torre de Santa Ana, remate de la muralla por el norte de la ciudad, y en la fortaleza de Santa Catalina. Las grandes naves inglesas con cañones de largo alcance comenzaron al bombardear las defensas grancanarias para abrir camino al desembarco de unas cincuenta barcazas cargadas de soldados.

El incesante cañoneo y el fuego de mosquetes desde Las Palmas hacia los barcos ingleses y sus tropas de desembarco, frenaron sus ansias invasoras y lograron su retirada. Ante la dificultad, Drake, Hawkins, Basekerville y los suyos siguieron la costa grancanaria con el fin de encontrar un lugar propicio y sin población para aprovisionarse de agua, alimentos frescos y leña para continuar. Por su parte, el entonces gobernador de Gran Canaria, el badajocense o pacense Alonso Alvarado y Ulloa, envió patrullas a caballo para seguir a la escuadra enemiga por los caminos costeros e impedir su pretendido abastecimiento.


Un grupo de soldados ingleses desembarcó en una bahía despoblada y fue sorprendido por una de las patrulas, que mató a varios de ellos e hizo dos prisioneros. Los apresados fueron interrogados sin miramientos, contaron el plan de su escuadra y el gobernador Alonso Alvarado  envió de inmediato naves correo a Hispania y a las Indias Occidentales avisando de lo sucedido. Entretanto, los demás ingleses navegaron hacia la isla de la Gomera, donde pudieron recoger algunos suministros, continuando viaje hacia Centroamérica el día 6 de octubre y llegando a las costas caribeñas en noviembre.

Allí se enteraron que el galeón hispano Nuestra Señora de Begoña, transportando un gran tesoro de oro y plata desde La Habana (Cuba) hasta Hispania y capitaneado por Sancho Pardo de Donlebún, experto marino y cartógrafo nacido en Castropol (Asturias), había sufrido graves daños durante un temporal y estaba siendo reparado en Puerto Rico. Desde Hispania salieron cinco fragatas al mando del capitán Pedro Téllez de Guzmán para apoyar la defensa contra la escuadra inglesa. Las fragatas eran más altas las galeras, tenían remos, tres mástiles con velas, armamento ligero, mayor rapidez y maniobrabilidad.

Esta pequeña flota llegó al mar Caribe poco después que Drake y los suyos, encontrándose con la popa de varios barcos de su escuadra cerca de la isla de Guadalupe, a unos quinientos kilómetros de Puerto Rico. Las fragatas cañonearon a los barcos ingleses, causándoles daño, matando a parte de su tripulación y cogiendo prisioneros de uno de ellos. Enterado de sus intenciones, Téllez y su rápida flota pusieron rumbo a Puerto Rico y llegaron antes que sus enemigos, reforzando las defensas de la isla. El gobernador Pedro Suárez o Juárez y los oficiales hispanos se prepararon para la lucha hundiendo el galeón averiado y otros buques ya gastados en la bocana o paso del puerto puertorriqueño para dificultar la entrada de los navíos ingleses, pusieron cañones en lugares estratégicos adelantando algunos de ellos para hacer mejor blanco y colocaron las fragatas cerca de la bahía para protegerla con sus cañones.

La escuadra de Drake, Hawkins y Baskerville llegó a las proximidades del puerto de San Juan el 22 de noviembre. Viendo la organización del ejército hispano, optaron por anclar las naves y pasar la noche en las cercanías de la bahía, alejados del alcance de sus disparos. Sin embargo, un grupo de cañones adelantados y sacados del castillo de San Felipe del Morro, empezaron a disparar a los buques ingleses, alcanzando de lleno la estacia donde se reunían sus oficiales para cenar y ultimar las acciones del día siguiente. Una gran bala de cañón destrozó su interior, matando e hiriendo a varios oficiales. Las crónicas hispanas relatan que John Hawkins murió también en esta acción artillera, mientras que las inglesas citan su muerte por disentería diez días antes, el 12 de noviembre.

Durante las primeras horas del día 24, aprovechando la oscuridad nocturna, varias decenas de barcazas cargadas con soldados ingleses se acercaron sigilosas a las fragatas hispanas con la intención de arrojar material incendiario en su interior y quemarlas. La acción provocó fuego en tres de las cinco fragatas, en dos de ellas la tripulación logró apagarlo, pero la tercera se incendió entera. Parte de su tripulación pereció quemada y el resto salvó sus vidas lanzándose al mar... (sigue)

Para contactos editoriales o profesionales, enviar e-mail.

No hay comentarios:

Publicar un comentario