La ufología surgió poco después de la gran oleada de observaciones que trajo el final de la Segunda Guerra Mundial, curiosa coincidencia, pero nada casual. El 24 de junio de 1947, el piloto privado Kenneth Arnold informó por primera vez sobre nueve inusuales objetos volantes en formación sobre las Mount Rainer, en Washington, el centro militar del mundo global. Trató de informar al FBI, pero al encontrar la oficina cerrada se dirigió al periódico local (al menos, eso dicen). El periodista Bill Bequette durante la entrevista confundió la forma de los objetos, parecidos a un búmeran, con la descripción del movimiento que parecían hacer, es decir, como platillos rebotando sobre el agua. La confusión sufrida por Bequette dio orogen al nombre de platillo volante, pero esta denominación no fue del agrado de muchos científicos, entre ellos el astrónomo Josef Allen Hynek.
Después de la observación de Kenneth Arnold, muchos otros ciudadanos declararon haber visto también objetos sobrevolando el cielo de los Estados Unidos. Ante la posibilidad de que ingenios extranjeros, especialmente soviéticos, estuviesen violando el espacio aéreo estadounidense, la administración del presidente Harry S. Truman, que sabía muy bien todo lo que estaba pasando y quiénes eran sus artífices, puso en marcha el Proyecto Singo en 1947, para hacer ver que investigaban sobre el tema y que se interesaban por el creciente número de observaciones de Objetos Volantes No Identificados. Aunque, en realidad, eran perfectamente indentificados y reconocidos por esos gobernantes, pues a ellos sirven y rinden culto desde hace milenios con otros nombres, según la época y la forma de manipulación humana de esos momentos...
Los extraordinarios seres que parecen venir del espacio en naves espaciales de gran avance y tecnología, tienen mucho que ver con lo que nos avisaban los Manuscritos de Nag Hammadi, escritos en los siglos III y IV de nuestra era y descubiertos en 1945 por unos pastores. Entre estos aparentes extraterrestres están los pleyadianos o seres benéficos que piden adoración (como los ángeles antiguos), y los reptilianos o seres maléficos que se hacen temer (como los demonios).
Seres de otro plano o dimensión, no de otros planetas, que exigen a los humanos temor o adoración, dos estados mentales entre el placer y el dolor, con las mismas emisiones de energía electromagnética, cuyos chorros benefician a estos seres, de los que tenemos su mente y a los que servimos de alimento cuando no tenemos la conciencia ni la calma suficiente para adueñarnos de nosotros mismos...
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Para saber más sobre el tema:
Extraterrestres y Textos de Nag Hammadi
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