De la Grecia antigua deben conocerse también los Juegos Olímpicos
y la instrucción espartana. Los Juegos Olímpicos se disputaban cada olimpiada o
periodo de cuatro años en la ciudad de Olimpia, donde se encontraba el templo
más importante en honor a Zeus, dios principal griego, padre de dioses y
hombres. Durante los Juegos se establecía una paz o tregua olímpica entre las
polis en disputa para que los atletas competidores, sólo hombres griegos y
libres hasta la conquista romana, se entrenaran y viajaran a Olimpia con seguridad...
Según registros de la época, los Juegos Olímpicos de la Antigüedad se
celebraron durante casi doce siglos, desde el año 776 a.C. hasta el 393 d.C.,
año en que serían prohibidos por el emperador hispanorromano Teodosio I el
Grande. Su organización y celebración constituyó un punto de unión entre todas
las polis griegas, creando entre ellas una hermandad helena de índole superior.
Los muchachos griegos ingresaban en las palestras o escuelas de lucha a los
doce años para empezar a ejercitarse y a los dieciséis iban al gimnasio (lugar
donde ir desnudo), palabra derivada de la griega gymnos (desnudez) que define
el lugar donde se instruía a los jóvenes.
Esparta tuvo en los primeros siglos de las Olimpiadas numerosos
ganadores en sus pruebas. Este dominio de la lucha y de otras actividades
competitivas se acrecentó en los espartanos entre los siglos VIII y VII a.C., a
raíz de las Guerras Mesenias: conjunto de tres guerras disputadas por Esparta y
Mesenia que desmontaron las estructuras de la sociedad espartana. Se atribuye a
Licurgo, aristócrata y legislador espartano de dudosa existencia real, la
creación de la
Constitución de Esparta o Gran Retra (retra significa cosa
dicha), una serie de leyes de las que no existen vestigios arqueológicos porque
tal vez nunca fueran escritas.
Licurgo en el Capitolio de los EE.UU. |
No obstante, existe un relieve de mármol en la Cámara de Representantes
del Capitolio estadounidense (Whashington) desde el año 1950, junto a otros
veintidós grandes legisladores de la Historia, según la particular visión de los dirigentes norteamericanos. La Gran
Retra estableció una Eunomia (diosa griega de la
legislación), buen orden o igualdad de todos los hombres libres espartanos,
junto con una obligación militar de sacrificio por Esparta. En su sistema
político gobernaron los éforos o magistrados, un consejo de ancianos o gerusía,
una asamblea de representantes del pueblo libre y dos reyes o diarquía, cada
grupo con competencias específicas.
Al tiempo se constituyó la agogé (conducta) o instrucción espartana, llamada por Lucio Mestrio Plutarco (sacerdote del templo de Delfos,
éforo, embajador e historiador griego) «escuela de obediencia», un sistema
obligatorio, comunal, organizado y sufragado por el Estado, que tuvo su base en
la vida militar. La Gran
Retra, o Gran Cosa Dicha por los legisladores espartanos,
instauró una rigurosa eugenesia (buena progenie), mediante la cual los niños y
las niñas eran examinados al nacer por el consejo de ancianos para ver si
habían venido bien formados a este mundo según su criterio. Si no cumplían este
requisito, eran abandonados en un sitio concreto del bosque.
Las nodrizas espartanas criaban a los niños sin pañales ni
cuidados infantiles para acrecentar la resistencia de los que sobrevivían y
deshacerse de los más débiles. A los siete años, los niños espartanos dejaban
sus casas e ingresaban en una unidad infantil al mando de un muchacho de
diecinueve años y supervisada por un éforo o magistrado. Allí se les cortaba el
pelo y se les enseñaba a leer y a escribir lo esencial, a cantar elegías marciales
de Tirteo (poeta nacional de Esparta combatiente en la segunda guerra contra
Mesenia) y, sobre todo, a ejercitarse físicamente, combatir en formación,
dominar el manejo de las armas y obedecer a sus mandos sin dudar. En esencia,
el mismo sistema utilizado hoy para adiestrar a las fuerzas militares
especiales o de élite.
Iban la mayor parte del tiempo desnudos y sucios, no se les
permitía bañarse regularmente, sus raciones de comida eran las justas,
obligándolos a robar a los campesinos o sirvientes como táctica de
supervivencia para la guerra, dormían en incómodos catres hechos con cañas por
ellos mismos y eran apaleados para acostumbrarlos a soportar el dolor. Mientras
que en Atenas y otras polis griegas se empleaban esfuerzos para la formación
retórica o elocuente de sus ciudadanos, Esparta instruía a los suyos para
expresarse con brevedad e ironía.
El militar, filósofo e historiador griego Jenofonte (432-354 a.C.) cita en su obra La
Constitución de los Laconios o Lacedemonios: «En otro tiempo advertí que,
siendo Esparta una de las polis menos pobladas, era claramente la más poderosa
y célebre en la Hélade (conjunto de pueblos griegos distribuidos por el
Mediterráneo), y me pregunté cómo pudo suceder eso. Pero, tras fijarme en las
costumbres de los espartanos, ya no me sorprendió por más tiempo»… (sigue)
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