sábado, 8 de febrero de 2003

Juegos, instrucción y democracia

De la Grecia antigua deben conocerse también los Juegos Olímpicos y la instrucción espartana. Los Juegos Olímpicos se disputaban cada olimpiada o periodo de cuatro años en la ciudad de Olimpia, donde se encontraba el templo más importante en honor a Zeus, dios principal griego, padre de dioses y hombres. Durante los Juegos se establecía una paz o tregua olímpica entre las polis en disputa para que los atletas competidores, sólo hombres griegos y libres hasta la conquista romana, se entrenaran y viajaran a Olimpia con seguridad...
 
Según registros de la época, los Juegos Olímpicos de la Antigüedad se celebraron durante casi doce siglos, desde el año 776 a.C. hasta el 393 d.C., año en que serían prohibidos por el emperador hispanorromano Teodosio I el Grande. Su organización y celebración constituyó un punto de unión entre todas las polis griegas, creando entre ellas una hermandad helena de índole superior. Los muchachos griegos ingresaban en las palestras o escuelas de lucha a los doce años para empezar a ejercitarse y a los dieciséis iban al gimnasio (lugar donde ir desnudo), palabra derivada de la griega gymnos (desnudez) que define el lugar donde se instruía a los jóvenes. 

Esparta tuvo en los primeros siglos de las Olimpiadas numerosos ganadores en sus pruebas. Este dominio de la lucha y de otras actividades competitivas se acrecentó en los espartanos entre los siglos VIII y VII a.C., a raíz de las Guerras Mesenias: conjunto de tres guerras disputadas por Esparta y Mesenia que desmontaron las estructuras de la sociedad espartana. Se atribuye a Licurgo, aristócrata y legislador espartano de dudosa existencia real, la creación de la Constitución de Esparta o Gran Retra (retra significa cosa dicha), una serie de leyes de las que no existen vestigios arqueológicos porque tal vez nunca fueran escritas.

Licurgo en el Capitolio de los EE.UU.
No obstante, existe un relieve de mármol en la Cámara de Representantes del Capitolio estadounidense (Whashington) desde el año 1950, junto a otros veintidós grandes legisladores de la Historia, según la particular visión de los dirigentes norteamericanos. La Gran Retra estableció una Eunomia (diosa griega de la legislación), buen orden o igualdad de todos los hombres libres espartanos, junto con una obligación militar de sacrificio por Esparta. En su sistema político gobernaron los éforos o magistrados, un consejo de ancianos o gerusía, una asamblea de representantes del pueblo libre y dos reyes o diarquía, cada grupo con competencias específicas.

Al tiempo se constituyó la agogé (conducta) o instrucción espartana, llamada por Lucio Mestrio Plutarco (sacerdote del templo de Delfos, éforo, embajador e historiador griego) «escuela de obediencia», un sistema obligatorio, comunal, organizado y sufragado por el Estado, que tuvo su base en la vida militar. La Gran Retra, o Gran Cosa Dicha por los legisladores espartanos, instauró una rigurosa eugenesia (buena progenie), mediante la cual los niños y las niñas eran examinados al nacer por el consejo de ancianos para ver si habían venido bien formados a este mundo según su criterio. Si no cumplían este requisito, eran abandonados en un sitio concreto del bosque. 

Las nodrizas espartanas criaban a los niños sin pañales ni cuidados infantiles para acrecentar la resistencia de los que sobrevivían y deshacerse de los más débiles. A los siete años, los niños espartanos dejaban sus casas e ingresaban en una unidad infantil al mando de un muchacho de diecinueve años y supervisada por un éforo o magistrado. Allí se les cortaba el pelo y se les enseñaba a leer y a escribir lo esencial, a cantar elegías marciales de Tirteo (poeta nacional de Esparta combatiente en la segunda guerra contra Mesenia) y, sobre todo, a ejercitarse físicamente, combatir en formación, dominar el manejo de las armas y obedecer a sus mandos sin dudar. En esencia, el mismo sistema utilizado hoy para adiestrar a las fuerzas militares especiales o de élite. 

Iban la mayor parte del tiempo desnudos y sucios, no se les permitía bañarse regularmente, sus raciones de comida eran las justas, obligándolos a robar a los campesinos o sirvientes como táctica de supervivencia para la guerra, dormían en incómodos catres hechos con cañas por ellos mismos y eran apaleados para acostumbrarlos a soportar el dolor. Mientras que en Atenas y otras polis griegas se empleaban esfuerzos para la formación retórica o elocuente de sus ciudadanos, Esparta instruía a los suyos para expresarse con brevedad e ironía. 

El militar, filósofo e historiador griego Jenofonte (432-354 a.C.) cita en su obra La Constitución de los Laconios o Lacedemonios: «En otro tiempo advertí que, siendo Esparta una de las polis menos pobladas, era claramente la más poderosa y célebre en la Hélade (conjunto de pueblos griegos distribuidos por el Mediterráneo), y me pregunté cómo pudo suceder eso. Pero, tras fijarme en las costumbres de los espartanos, ya no me sorprendió por más tiempo»… (sigue)

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