El papa Julio III murió el 23 de marzo de 1555 y el 9 de abril de 1555 ocupó su sitio Marcello
Cervini de Spannocchi, quien usó su nombre de pila para el pontificado y subió
al trono vaticano como Marcelo II. Su mandato duró veintidós días escasos porque
murió el 1 de mayo de 1555, poco
antes de cumplir cincuenta y cuatro años por problemas achacados a su precaria
salud...
El 23 de mayo fue
elegido papa Gian Pietro Caraffa con el nombre de Pablo IV y setenta y nueve
años de edad. El pontificado de este papa, de quien vimos algunos detalles en
el apartado dedicado al político florentino Pietro Carnesecchi, contrasta con
el de su antecesor. Caraffa fue nombrado por el Papa Paulo III cardenal del
título de San Pancracio y arzobispo de Nápoles en 1536, y se le asignó
reorganizar la Inquisición
romana. En 1542 fue nombrado Inquisidor General de la misma y ocupó este cargo
hasta ser elegido papa. Gian Pietro Caraffa dejó en vilo el Concilio de Trento,
pendiente desde abril de 1552, y no hizo nada para determinar sus entresijos y
concluirlo. Decidió emplear la mayor parte de su tiempo papal en exterminar a
todo ser viviente que estorbaba sus planes directivos.
Gorros amarillos y obligatorios para los judíos del siglo XVI |
Las comunidades que seguían practicando el cristianismo esenio o
unitario sufrieron pronto el fanatismo de este papa con la publicación de su
bula titulada Cum Nimis Absurdum
(Con Excesivo Absurdo o Disparate), publicada el día 18 de julio de 1555. Este
documento legal significó la creación del Gueto Judío de Roma, situado en el
barrio de Sant’Angelo, el embargo de sus pertenencias y la obligatoriedad de
llevar cada uno de ellos unas prendas distintivas, retomando las ordenanzas 68,
69 y 70 del IV Concilio de Letrán de 1215, celebrado a comienzos de la Cruzada Cátara.
Las prendas impuestas por la bula de Caraffa eran sombreros
amarillos para los varones y pañuelos o mantones del mismo color para las
mujeres. El gorro judío original tenía forma cónica y un color amarillento, era
usado en sus orígenes como símbolo de luz o conocimiento espiritual por
cristianos europeos en la
Edad Media y en otras zonas de cultura y religión islámicas. Las
mujeres usaban un velo o pañuelo para la cabeza de matices similares.
Este gorro es muy parecido al gorro frigio de Frigia, región de
Asia Menor, hoy Turquía, un inmenso campo de batalla y cementerio para multitud
de pueblos o etnias a lo largo de la Historia.
Se tienen noticias de que durante el Cautiverio de Babilonia,
sucedido entre los años 597 y 538
a.C., los judíos de castas bajas debían vestir un
sombrero de forma y color semejantes. Por ello es posible que esta peculiar pieza
de vestir, tan aproximada también a la barretina catalana, tenga su origen en
este periodo de tiempo, coincidente con la expansión del Imperio Persa
preislámico.
Ya en el IV Concilio de Letrán (1215-1216), comandado por el papa
Inocencio III (Lotario di Conti de Segni), los jerarcas católicos impusieron su
uso en algunos lugares de Europa para todos los declarados judíos y crearon los
primeros guetos o juderías para aislarlos, discriminarlos y estigmatizarlos. La
etnia cátara empezó a ser reunida como ganado, segregada en barrios amurallados
con puertas que se cerraban por la noche, coartada en el desempeño de
profesiones y cargos públicos, en sus derechos civiles y en sus prácticas
religiosas, obligada a abjurar de su religión y a escuchar sermones católicos
durante los shabats (sábados) o días de descanso entre los cristianos puros.
La bula Con Excesivo Absurdo supuso otra vuelta de tuerca contra
los vestigios del cristianismo esenio y un preludio del nazismo o
nacionalsocialismo que gobernaría Alemania de 1933 a 1945 y llevaría a la
humanidad a su Segunda Guerra Mundial.
El napolitano Gian Pietro Caraffa sentía enemistad además hacia
los Austrias hispanos, cuyos ascendientes tenían el poder de Nápoles y otros
territorios italianos desde 1282, cuando las tropas del rey franco-aragonés
Pedro III el Grande arrebataron al monarca franco Carlos I de Anjou, aliado del
papa franco Martín IV (Simón de Brie), las tierras de Sicilia y Nápoles, su
ciudad natal; y a este detalle se añade el trato poco amistoso que recibió
Caraffa en la corte hispana mientras trabajó como embajador o nuncio del papa
León X (Giovanni Lorenzo Médici) entre 1513 y 1521.
Pablo IV aprovechó las primeras Abdicaciones de Bruselas (hechas
por Carlos I entre 1556 y 1557 a su hermano Fernando I de Habsburgo y a su hijo
Felipe II) para obligar al rey franco Enrique II a entrar en guerra contra los
Habsburgo en coalición con los ejércitos pontificios. Fernando Álvarez de Toledo
y Pimentel, III duque de Alba y virrey de Nápoles, marchó hacia Roma al frente
de un gran ejército compuesto por los tercios del emperador Carlos I de
Habsburgo. Las huestes al servicio de María I de Inglaterra, por orden de su
esposo Felipe II, también entraron en la guerra por los territorios italianos el
año 1557 contra los ejércitos de Pablo IV y Enrique II.
El duque de Alba venció a las tropas franco-romanas en todas las
escaramuzas disputadas y ocupó territorios de los Estados Pontificios, llegando
a destruir y saquear la antigua ciudad de Anagni, situada en las colinas del
este de Roma, residencia veraniega de papas por su palacio ponficio desde Bonifacio
VIII (Benedetto Gaetani). La bélica disputa continuó a favor de los Austrias y
el 10 de agosto de 1557, fiesta
católica de san Lorenzo (el Sol pagano), los tercios de Felipe II, al mando del
duque Manuel Filiberto de Saboya, derrotaron a las franco-romanas, dirigidas
por el condestable Anne de Montmorenc, en la batalla de San Quintín, a treinta y seis kilómetros de Cambrai (norte
de Francia). Tras esta batalla, el duque de Alba entró en Roma y obligó al
viejo Pablo IV a firmar las condiciones impuestas por los Austrias.
El papa Caraffa también tuvo serios conflictos diplomáticos con la
reina católica María I la Sangrienta. El
cardenal católico Reginald Pole, nombrado arzobispo de Canterbury en 1557, fue un duro rival en el cónclave
de 1555 que eligió a Gian Pietro Caraffa como papa y, pese a trabajar con
eficacia para la recuperación de la fe católica en Inglaterra, incluyó en sus
dominios muchos de los bienes incautados a la Iglesia por Enrique VIII.
Con el fin de aniquilar a su oponente, Pablo IV ordenó al cardenal Pole
presentarse en Roma y comparecer ante la Sagrada y Romana Inquisición, pero la reina María
I se enteró del mandato pontificio e impidió que su cercano cardenal y
consejero lo cumpliera.
En ese tiempo cientos de nobles del lado
protestante tuvieron que acatar las órdenes dictadas por los economistas católicos,
otros fueron desterrados y muchos perecieron en la hoguera... (sigue)
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