El Tratado de Harris del año 1858 con Japón, basado en la humillación por la fuerza, garantizó
la apertura de varios puertos japoneses al comercio estadounidense y permitió
la creación de un cónsul permanente en Japón. El comodoro Matthew Perry se encargó del abastecimiento de combustible y protección para los buques
norteamericanos y los derechos comerciales corrieron a cargo de
Townsend Harris, otro enviado de los Estados Unidos que negoció con el
shogunato Tokugawa...
Llevó dos años romper la resistencia japonesa por parte de los potentes ejércitos occidentales, pero ante la
amenaza de las inminentes demandas británicas por privilegios similares, el
gobierno Tokugawa finalmente capituló.
Pintura representanado la llegada de Mathew Perry a Japón |
En los Textos de los Tratados de Amistad y Comercio entre Japón y los
Países Bajos, Inglaterra, Francia, Rusia y los Estados Unidos, impresos el año 1858, los puntos más importantes de los acuerdos forzados a los nipones fueron:
- Intercambio de agentes
diplomáticos (para supervisión y sumisión de los derrotados).
- Apertura de los
puertos de Edo, Kobe, Nagasaki, Niigata y Yokohama para el comercio
internacional.
- Posibilidad para los
ciudadanos estadounidenses de vivir y comerciar en dichos puertos sin impedimentos.
- Sistema de
extraterritorialidad que colocaba a los residentes extranjeros bajo las leyes
de su país origen, en lugar de las pertenecientes al sistema judicial japonés.
- Impuestos bajos de
importaciones y exportaciones, sujetas al control internacional.
- Derecho para las
operaciones misioneras y la enseñanza, realizada y supervisada por los jesuitas, así como su labor de control y espionaje.
El Tratado de Harris sirvió como modelo para otros tratados similares
firmados por Japón y otros países en las semanas siguientes. Estos tratados
desiguales redujeron la soberanía japonesa por primera vez en su historia; lo
que es más importante, revelaron la creciente debilidad japonesa, y en
Occidente fueron vistos como un pretexto para la posible colonización de Japón.
La recuperación de su estatus y fortaleza nacionales se convirtió en una gran
prioridad para los japoneses, y las consecuencias domésticas del tratado
significaron el final del control Bakufu (Shogun) y el establecimiento de un
nuevo gobierno imperial.
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