Desde el triunfo
de la Revolución de septiembre de 1868, sucedida entre los días 19 y el 27 de
ese mes, llamada La Gloriosa y también La Septembrina, hasta el pronunciamiento
de diciembre de 1874, que supuso el inicio de la etapa conocida como Restauración
Borbónica, España vivió una crisis económica y política durante los últimos
años del reinado de Isabel II. Una grave crisis económica en 1866, financiera,
agraria e industrial, a la que se sumó el deterioro del sistema político. Una
situación nada casual y dirigida desde hilos invisibles.
1) La crisis financiera
surge cuando la baja rentabilidad del ferrocarril provoca la quiebra de
numerosos bancos y empresas (de 21 bancos, cerraron 6). Por otra parte, el
endeudamiento del Estado obligó a aumentar la presión fiscal o los impuestos a
los ciudadanos.
2) La crisis agraria de
subsistencia. La sequía y las malas cosechas provocan carestía y hambre entre
la población.
3) La crisis industrial.
El hundimiento de la industria textil en Cataluña se debió a la subida de los
precios del algodón, importado de Estados Unidos en un momento de conflicto
interno (la guerra de Secesión). También influyó el descenso de la demanda
textil en España.
4) La crisis política
por el deterioro y la crisis del sistema isabelino se debe a unos gobiernos en
manos de los moderados, acusados de corrupción, despotismo e inmoralidad.
Fueron incapaces de solucionar los problemas de España y aceptar una alternancia
en el poder con los progresistas.
Caricatura del carlismo y sus instigadores con sotana, año 1870 |
También influye la impopularidad de la reina Isabel al rodearse en
la Corte de
personajes pintorescos y muy influyentes como su confesor el
padre Claret, sor Patrocinio,
monja milagrera con llagas o estigmas, y de amigos del rey consorte Francisco
de Asís, así como la Guerra Hispano-Sudamericana que dio con la
independencia de los países americanos.
El mes de marzo de 1870, Ramón Cabrera presentó la dimisión como jefe político y
militar del carlismo por creer que no se daban las condiciones razonables
de alcanzar el triunfo por las armas y no querer exponer a España a una
nueva guerra civil. El pretendiente, que llevaba meses preparando la
insurrección desde el exilio estableció el 21 de abril de 1872 como la fecha
para el comienzo de la sublevación.
Esta planeada y financiada guerra carlista se desarrolló sobre todo en las Provincias
Vascongadas y Navarra. La restauración de los Fueros por el pretendiente en
julio de 1872, abolidos por los decretos de Nueva Planta por Felipe V, influyó
en la fuerza del levantamiento en Cataluña y en menor medida en Valencia y
Aragón y algunas partidas poco activas por Andalucía, así como el resto del
territorio peninsular, especialmente en áreas montañosas donde practicaban el
bandolerismo ante su marginalidad y escasa eficacia a la hora de establecer un
vínculo con el pueblo que facilitara su actividad guerrillera.
Al hilo de los acontecimientos republicanos, el día 12 de julio de 1873 estalla la
insurrección en Cartagena bajo el nombre
de Revolución cantonal, extendiéndose en los días siguientes por muchas zonas
de las entonces regiones de Valencia, Murcia, Andalucía y en las provincias de
Salamanca y Toledo, lugares todos ellos en los que se llegaron a articular
cantones (estados independientes voluntariamente federados en la Federación española),
destacando también, en Extremadura, el intento de constituir cantones en Coria,
Hervás y Plasencia, así como la
publicación del periódico El Cantón Extremeño (fundado por Hernández González y
continuado por Evaristo Pinto Sánchez), en cuyas páginas se animaba a la
creación de un cantón extremeño ligado a Lusitania y se instaba a los lectores a tomar las armas
de ser necesario, para defender los ideales promulgados. También en la
provincia de Ávila tendrá la Revolución cantonal una significativa importancia.
Este movimiento era partidario de un federalismo de carácter
radical y trataba de establecer una serie de ciudades o confederaciones de
ciudades (cantones) independientes que se federarían libremente. Recuerda en
ciertos aspectos a las polis griegas. El cantonalismo fue un movimiento
eminentemente de la pequeña burguesía que tuvo una gran influencia del naciente
movimiento obrero, sobre todo anarquista.
La mayoría de los cantones suprimieron monopolios, reconocieron el
derecho al trabajo, la jornada de ocho horas y terminaron con los impuestos
sobre consumo (derecho de puertas). Las tendencias socialistas y anarquistas no
consiguieron imponerse y sólo en Cádiz, Sevilla y Granada tuvieron los
internacionalistas más influencia…
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