domingo, 5 de mayo de 2013

Sexenio Revolucionario y Tercera Guerra Carlista

Desde el triunfo de la Revolución de septiembre de 1868, sucedida entre los días 19 y el 27 de ese mes, llamada La Gloriosa y también La Septembrina, hasta el pronunciamiento de diciembre de 1874, que supuso el inicio de la etapa conocida como Restauración Borbónica, España vivió una crisis económica y política durante los últimos años del reinado de Isabel II. Una grave crisis económica en 1866, financiera, agraria e industrial, a la que se sumó el deterioro del sistema político. Una situación nada casual y dirigida desde hilos invisibles.
 
1) La crisis financiera surge cuando la baja rentabilidad del ferrocarril provoca la quiebra de numerosos bancos y empresas (de 21 bancos, cerraron 6). Por otra parte, el endeudamiento del Estado obligó a aumentar la presión fiscal o los impuestos a los ciudadanos.

2) La crisis agraria de subsistencia. La sequía y las malas cosechas provocan carestía y hambre entre la población.

3) La crisis industrial. El hundimiento de la industria textil en Cataluña se debió a la subida de los precios del algodón, importado de Estados Unidos en un momento de conflicto interno (la guerra de Secesión). También influyó el descenso de la demanda textil en España. 

4) La crisis política por el deterioro y la crisis del sistema isabelino se debe a unos gobiernos en manos de los moderados, acusados de corrupción, despotismo e inmoralidad. Fueron incapaces de solucionar los problemas de España y aceptar una alternancia en el poder con los progresistas.

Caricatura del carlismo y sus instigadores con sotana, año 1870

También influye la impopularidad de la reina Isabel al rodearse en la Corte de personajes pintorescos y muy influyentes como su confesor el padre Claret, sor Patrocinio, monja milagrera con llagas o estigmas, y de amigos del rey consorte Francisco de Asís, así como la Guerra Hispano-Sudamericana que dio con la independencia de los países americanos.

El mes de marzo de 1870, Ramón Cabrera  presentó la dimisión como jefe político y militar del carlismo por creer que no se daban las condiciones razonables de alcanzar el triunfo por las armas y no querer exponer a España a una nueva guerra civil. El pretendiente, que llevaba meses preparando la insurrección desde el exilio estableció el 21 de abril de 1872 como la fecha para el comienzo de la sublevación.

Esta planeada y financiada guerra carlista se desarrolló sobre todo en las Provincias Vascongadas y Navarra. La restauración de los Fueros por el pretendiente en julio de 1872, abolidos por los decretos de Nueva Planta por Felipe V, influyó en la fuerza del levantamiento en Cataluña y en menor medida en Valencia y Aragón y algunas partidas poco activas por Andalucía, así como el resto del territorio peninsular, especialmente en áreas montañosas donde practicaban el bandolerismo ante su marginalidad y escasa eficacia a la hora de establecer un vínculo con el pueblo que facilitara su actividad guerrillera.

La Tercera Guerra Carlista se desarrolló en España entre 1872 y 1876 entre los partidarios de Carlos, duque de Madrid, pretendiente carlista con el nombre de Carlos VII, y los gobiernos de Amadeo I, de la I República y de Alfonso XII. El día 11 de febrero de 1873 abdica Amadeo I de Saboya y se inaugura la Primera República Española.

Al hilo de los acontecimientos republicanos, el día 12 de julio de 1873 estalla la insurrección en Cartagena  bajo el nombre de Revolución cantonal, extendiéndose en los días siguientes por muchas zonas de las entonces regiones de Valencia, Murcia, Andalucía y en las provincias de Salamanca y Toledo, lugares todos ellos en los que se llegaron a articular cantones (estados independientes voluntariamente federados en la Federación española), destacando también, en Extremadura, el intento de constituir cantones en Coria, Hervás  y Plasencia, así como la publicación del periódico El Cantón Extremeño (fundado por Hernández González y continuado por Evaristo Pinto Sánchez), en cuyas páginas se animaba a la creación de un cantón extremeño ligado a Lusitania  y se instaba a los lectores a tomar las armas de ser necesario, para defender los ideales promulgados. También en la provincia de Ávila tendrá la Revolución cantonal una significativa importancia.

Este movimiento era partidario de un federalismo de carácter radical y trataba de establecer una serie de ciudades o confederaciones de ciudades (cantones) independientes que se federarían libremente. Recuerda en ciertos aspectos a las polis griegas. El cantonalismo fue un movimiento eminentemente de la pequeña burguesía que tuvo una gran influencia del naciente movimiento obrero, sobre todo anarquista.

La mayoría de los cantones suprimieron monopolios, reconocieron el derecho al trabajo, la jornada de ocho horas y terminaron con los impuestos sobre consumo (derecho de puertas). Las tendencias socialistas y anarquistas no consiguieron imponerse y sólo en Cádiz, Sevilla y Granada tuvieron los internacionalistas más influencia…

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