El Concilio
Vaticano I fue el vigésimo concilio ecuménico reconocido por la Iglesia católica
apostólica romana, muy famoso por su solemne
definición de la primacía jurisdiccional y la infalibilidad papal. Esta importante reunión de grandes jerarcas eclesiásticos en el mundo fue convocado por el papa Pío IX. El concilio se reunió 93 veces en la Basílica de San Pedro de Roma, entre el día 8 de diciembre de 1869 y el 1 de septiembre de 1870...
El día 16 de junio de 1846, después de escasas cincuenta horas de cónclave, fue elegido nuevo papa Giovanni María Mastai-Ferreti y se puso el nuevo nombre de Pío IX. En sus palabras como nuevo emperador de Roma, hablaba de amnistía, reformas, libertad de prensa, paz y progreso, palabras contrarias a sus antecesores en el solio vaticano.
Cuadro más que representativo acerca del soberbio Concilio Vaticano I |
Así atrajo las simpatías no sólo de Italia, sino de Europa entera. Con ese discurso de apertura y libertad, los reyes y príncipes le enviaron embajadas con numerosos regalos. De esos días, aún existe una copla toscana que dice con mucho humor: ¡Oh, Dios, oh Dios, toda Italia me parece un gallinero, no se oye gritar sino Pío, Pío!.
Todo indicaba que Roma había dado a luz a un papa-emperador que amaba la libertad de pensamiento. A través del cardenal Pasquale Gizzi como jefe de la secretaría de Estado, empezó a promulgar amnistías por todas partes por delitos políticos y esos detalles fueron acogidos con esperanza por todo el mundo.
Pero este derroche de virtud teórica duró poco tiempo. Pronto, ante nuevos síntomas revolucionarios, redactó una imperfecta constitución con la intención de imponerla en todos sus Estados. Se empezó a crear gran malestar, agravado por la guerra que el ejército del papa perdiera contra Austria, y de un día para otro, esa aura de liberalidad se deshizo como hielo en verano.
Pío IX fue declarado por muchos italianos como traidor y acabó expulsado de Roma, donde se proclamó la república y se abolió el poder temporal. En ese momento, las potencias católico-romanas le ayudaron, sobre todo la República Francesa dirigida por Luis Napoleón III.
Y después de diecisiete meses de ausencia o exilio, Pío IX regresó al Vaticano el 12 de abril de 1850, restableciendo de nuevo el poder temporal y característico del papado. Políticos y población pensaban en unir a Italia como una sola nación. El 17 de marzo de 1861 crearon reino de Italia bajo la corona de Víctor Manuel II de Saboya, con Roma como la capital del reino.
Pío IX veía con rabia como el tiempo de los grandes poderes terrenales de la Iglesia, ajenos completamente a la voluntad de Cristo, iban menguando. El 29 de septiembre de 1870, Roma fue rodeada y al día siguiente entraron los ejércitos italianos.
El 2 de octubre se celebró un plebiscito para que los propios ciudadanos romanos decidieran su destino. El resultado fue 133.681 votos contra 1.507. Se decidió la unión del Vaticano con el Estado italiano. El 9 de octubre de 1870, un real decreto incorporaba Roma y el Patrimonio de San Pedro al reino de Italia.
El papa perdió un territorio que abarcaba 12.000 kilómetros cuadrados y en el que habitaban unas 700.000 personas. Así se transformó, después de mil años, el poder temporal de la Iglesia de Roma. Mientras esto sucedía, el papa Pío IX, excomulgó a sus miles de enemigos, empezando por sus antiguos súbditos de la ciudad de Roma.
La jurisdicción del
papado quedó reducida al Vaticano, en el que cada uno de los sucesivos papas
permaneció como prisionero voluntario en protesta por la ocupación italiana
hasta el año 1929. Durante este año quedó reconocida la soberanía independiente y completa de la Santa Sede en la Ciudad del Vaticano, según
convenios firmados en los Pactos de Letrán.
Este hecho estaba muy cerca de la Segunda Guerra Mundial y tuvo mucho que ver con sus catástrofes y aniquilaciones...
Para saber más sobre el tema:
Para contactos editoriales o profesionales, enviar email.
No hay comentarios:
Publicar un comentario