lunes, 3 de febrero de 2020

Sueño y sus Inquilinos

Zombis y magia negra (mala voluntad)
Primera Parte
- (La cámara encuadra un Gran Plano General.)
El lugar donde se desarrolla la acción está completamente destruido. La belleza, la cordialidad, el esplendor y la vida han desaparecido. Su lugar ha sido ocupado por el caos, el terror, la desesperación y la muerte. Pero no una muerte para descansar, reposar o vivir eternamente en paz, no, sino una muerte viva, un morir agónico, estremecedor, penoso, espeluznante...

Y todo gracias a un descuido imperdonable cometido por un insensato que echó sal en las comidas de los muertos vivientes: los terribles zombis, sin saber lo que podía producir en ellos. Pues esa sustancia, empleada para preparar comidas cotidianas, hizo que su docilidad se esfumara y que se apoderase de ellos la rabia por despertarles la conciencia de su estado. Tras lo cual mataron a sus amos haciendo de ellos zombis también, incendiaron las casas donde vivían, destruyeron todo a su paso y transformaron en difunto andante cabreado a cuanto ser humano se cruzaba por su camino.

Ahora estamos ante su última pretensión: acabar con los dos últimos personajes buenos, los héroes de la película, y cuando ya no quede nadie sin infectar, buscar sepultura todos juntos para morir definitivamente antes de que esa sal ingerida por un descuido pudra lo que queda de sus maltrechos cuerpos.

- (De lo que sigue la cámara saca Planos Detalle.)

El escenario está salpicado del tormento padecido e infectado por los cadáveres en movimiento, de cuyos restos descompuestos cuelgan sus pieles descarnadas y los harapos de sus ropas funerarias. Estos seres horripilantes están más que estropeados, con los ojos desorbitados, y marchan con paso mecánico y firme hacia su macabro objetivo.

- (Ahora la cámara encuadra más Planos Detalle y Primeros Planos.)

Los dos protagonistas (la maja maciza y el majo cachas de turno, sin despeinarse ninguno, salpicados de sangre y, a estas alturas, con muy poca ropa por la desgarradora aventura vivida) han sobrevivido de milagro a sus mordeduras letales: unos bocados que tienen que abrir el apetito de quienes acuden al cine para que traguen durante toda la película palomitas a puñados y refrescos por litros...

Lo que aparece en los párrafos anteriores bien podría ser la parte final de un guión: un trozo perteneciente al conjunto de una película terrorífica, de mayor o menor calidad de imagen e imaginación, que se pudiese ver en cualquier cine. Esta descripción también podría pertenecer al cartel por el que la mayoría de nosotros identificáramos a uno de esos horripilantes ZOMBIS de origen humano. 

De hecho, zombi es una palabra muy utilizada hoy en multitud de lenguas para nombrar a una persona atontada, sin control sobre sí misma, ausente de la circunstancia que se vive o con acusada torpeza. En la América hispana se usa este vocablo para atemorizar a los niños, al igual que por aquí, por Hispania, se recurre al COCO para que se duerman o hagan aquello que queremos que hagan.

Si escarbamos un poco nos encontraremos con que el zombi original procede de la religión vudú, cuyo vocablo significa espíritu, soplo divino. El vudú es un rito espiritista muy popular y ancestral de pueblos africanos que se practica hoy en muchos lugares del mundo, adornado en algunos de ellos con objetos y ritos de origen cristiano y gran cantidad de ingenuidad, terror a lo desconocido e irreflexiva creencia.

Con estos condimentos no es nada extraño que los habitantes de esas latitudes llenas de superstición crean a pies juntillas que realmente existen los muertos vivientes, y que son confeccionados por sus reverenciados y temidos hechiceros o brujos: unos sujetos bien conocedores de la fauna y la flora del lugar, de preparados venenosos, drogas, mejunjes dañinos, conjuros y encantamientos, que hacen uso de la MAGIA NEGRA.

Esa perjudicial y peligrosa Magia Negra pertenece al llamado Camino de las Tinieblas, un itinerario seguido por personas con considerable preparación y evidente habilidad, pero con importantes deficiencias morales y desajustes internos, dos grandes impedimentos para el armonioso desarrollo psíquico.

Por tal motivo, esta tenebrosa destreza pertenece a un tipo importante de saber que ha perdido su benéfica orientación espiritual. Esas gentes empapadas de vuduismo dicen que los zombis son cuerpos sin alma a los que se les devuelve la vida para realizar trabajos físicos, y que un hechicero puede convertir en zombi tanto a una persona fallecida como a una viva tras extraerle el alma, convirtiéndola de esa manera en su esclava, haciendo que le sirva envuelta en estado de trance, catalepsia, muerte aparente o suspensión vital.

Visto lo visto, vamos a conocer ahora cómo se fabrica un zombi según los entendidos en vudú: En primer lugar, el experto en Magia Negra quita la tierra que cubre la tumba de un cadáver, destapona una botella que contiene un espíritu embotellado por él previamente, (hecho que hace recordar el cuento de ALADINO con su GENIO prisionero dentro de la LÁMPARA MARAVILLOSA), pasa el estrecho cuello del recipiente bajo la nariz y la boca del difunto, el espíritu entra en el cuerpo fallecido y le da vida, pero una vida sin vida, maquinal, dormida o envuelta por el sueño. Posteriormente, se dice, el zombi puede oír y hablar, aunque no tiene recuerdos ni es consciente de su estado, así puede ser utilizado como una bestia de carga en las más duras y peores labores... 

Bien es cierto que la modorra de esta africana religiosidad puede resultarnos lejana, carente de sentido, de poco interés, estúpida, o aprovechable para historietas macabras que atraen morbosas mentalidades. Sin embargo, y antes de proseguir, a mí se me antojan ciertas cuestiones más cercanas y significativas, por estar relacionadas con nuestra mecanizada sociedad, que me gustaría compartir contigo: ¿qué venenos, drogas, mejunjes dañinos, conjuros y encantamientos se utilizan por aquí?, ¿tienen ellos también el poder de ausentarnos de la realidad y taponarnos la conciencia?, ¿hay por estos andurriales hechiceros sin escrúpulos que se ocupan y preocupan de conocer bien la superficial psicología de la fauna urbana para utilizarla y hacer de ella zombis de actos sonámbulos?, ¿esos adiestrados y hábiles personajes se parecen a los malignos brujos del vudú que practican la Magia Negra?...
 
 Segunda Parte

De igual modo, artistas de amplia conciencia han aludido al calamitoso acto de vivir apagado, muerto, o de existir embotado, adormecido. Gracias a ellos, este enigmático sopor también ha podido llegar hasta nuestras propias alcobas. Así sucede en la literatura con Pedro Calderón de la Barca y su celebérrima obra LA VIDA ES SUEÑO, el más conocido de sus dramas filosóficos, generador de confusiones y de ríos de tinta en explicaciones. 

Su poética historia narrada con predominio de versos octosílabos, cuyo trasfondo vamos a hacer que aflore de manera concisa para ver ciertas cosas que nos interesan, habla del problema de la libertad humana y sus personajes representan la condición de la Humanidad.

Empieza saliendo una tal Rosaura en lo alto de un monte, de una cumbre más cercana al cielo, y vestida con hábito de hombre de camino, igual que un peregrino. La acción se sitúa en Polonia, un lugar figurado, abstracto, separado de la realidad cotidiana, en otro espacio, en distinta dimensión de la habitual. Su rey Basilio hace caso de una profecía astrológica, ¿tal vez un pronóstico de la rueda de la vida, del ciclo vital de nuestra raza? Según ésta predicción, su hijo Segismundo, el príncipe, un engendro con forma humana, un compuesto de HOMBRE y FIERA con buena intuición, se rebelará contra él y le quitará el trono, o sea, ocupará su puesto.

Temeroso y sin ser consciente de las consecuencias, Basilio encierra a su hijo en una torre aislada. Así crece Segismundo entre cadenas, las del mundo terrenal, sin más compañía que la de un viejo alcaide, ayo o maestro llamado Clotaldo, quien se hace cargo de su custodia, educación y crianza.

Sin embargo, el rey quiere poner a prueba a su hijo, manda que le hagan beber un brebaje compuesto de opio, adormidera y beleño, como si de brujo o hechicero se tratase, y decide llevarlo al palacio real mientras éste está dormido, donde, cuando se despierta, se le pone al tanto de que es el heredero del reino de Polonia. Segismundo reacciona al ser consciente de su estado y siente un profundo menosprecio por haber sido encadenado siendo príncipe. Lleno de ira por lo vivido crea una desdicha tras otra, pasando por encima de las normas establecidas, imitando a un malhumorado zombi. Tales actos son la prueba para el rey Basilio de que tenía razón y encierra de nuevo a Segismundo.

Es precisamente en ese instante cuando Calderón pone en la principesca boca de Segismundo una aguda reflexión sobre la realidad y el engaño en el que nos sumerge nuestra subdesarrollada percepción del mundo: «¿Qué es la vida?, un frenesí; ¿qué es la vida?, una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son».
 

Tercera Parte
Para evitar dormirnos dando cabezadas por hablar de esto, hemos de saber que los sutiles elementos que constituyen la imagen han sido empleados por el espíritu artístico de sus creadores con el fin de dar luz a valiosas cosas, inexplicables de otra manera. Así lo manifestó el inspirado Johann Wolfgang von Goethe: El Arte es el mediador de lo inexpresable.

Pese a interpretaciones y comentarios aburridos, desatinados o confusos que circulan por bibliotecas, las grandiosas obras pretéritas de arte arquitectónico, pictórico o escultórico siguen mostrando sus intenciones y sus mensajes sin la distorsión de las palabras, si su buen estado de conservación o adecuada restauración lo permiten. Y aunque no nos sea fácil esclarecer su significado por condicionadas contaminaciones, muchas de esas creaciones permanecen vivas en antiguos edificios sagrados o recluidas en acondicionados museos, esperando ser contempladas in situ por personas avispadas que no sólo utilicen su sentido de la vista, sino toda la atención de su ser para captar lo que resulta inefable... Difícil, ¿verdad?

Lo que viene a continuación no es un capricho de quien dialoga contigo, se trata de una obra que viene que ni pintada para el tema que nos ocupa, una de las catalogadas como Caprichos del pintor aragonés Francisco de Goya y Lucientes, la que lleva por título EL SUEÑO DE LA RAZÓN PRODUCE MONSTRUOS. En ella el personaje que reposa sobre la mesa, más que alguien dormido, parece una persona que quiere no ver lo que acontece a su espalda.

Entre los animales que están tras él aparecen una especie de búhos o lechuzas: unas aves poseedoras de agudísima visión entre ausencia de luz, donde se desenvuelven y cazan a sus presas, que a la vez son el emblema de la sabiduría del hombre o la mujer elevados, las personas dotadas de una visión superior capaz de ver entre tinieblas. Se trata igualmente del ave sagrada acompañante de Minerva, la divinidad griega de la sabiduría. Estos animales están distorsionados adrede por Goya, ¿es posible que el pintor quisiera expresar con la distorsión que ese conocimiento puede caer en erróneas, confusas e incluso fatales interpretaciones?

Detrás de ellos hay también unos seres alados muy semejantes a murciélagos: los únicos mamíferos voladores del planeta, unos seres unidos a nuestros más profundos temores, a la superstición y a la noche, criaturas catalogadas de sobrenaturales cuyas leyendas se alimentan de mito y ocultismo. En murciélagos se transforman los VAMPIROS de largos colmillos, esos pálidos seres sedientos de sangre que, como otros fieros ejemplares del mismo grupo, son en realidad una alusión a lo animal, al adversario, al viejo cerebro humano, al temible monstruo o DIABLO que habita en cada uno de nosotros... (sigue)

Este ensayo consta de cinco partes.
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