- (La cámara encuadra un Gran Plano General.)
El lugar donde se desarrolla la acción está completamente destruido. La
belleza, la cordialidad, el esplendor y la vida han desaparecido. Su lugar ha
sido ocupado por el caos, el terror, la desesperación y la muerte. Pero no una
muerte para descansar, reposar o vivir eternamente en paz, no, sino una muerte
viva, un morir agónico, estremecedor, penoso, espeluznante...
Y todo gracias a un descuido imperdonable cometido por un insensato que echó sal en las comidas de los muertos vivientes: los terribles zombis, sin saber lo que podía producir en ellos. Pues esa sustancia, empleada para preparar comidas cotidianas, hizo que su docilidad se esfumara y que se apoderase de ellos la rabia por despertarles la conciencia de su estado. Tras lo cual mataron a sus amos haciendo de ellos zombis también, incendiaron las casas donde vivían, destruyeron todo a su paso y transformaron en difunto andante cabreado a cuanto ser humano se cruzaba por su camino.
Ahora estamos ante su última pretensión: acabar con los dos últimos personajes buenos, los héroes de la película, y cuando ya no quede nadie sin infectar, buscar sepultura todos juntos para morir definitivamente antes de que esa sal ingerida por un descuido pudra lo que queda de sus maltrechos cuerpos.
- (De lo que sigue la cámara saca Planos Detalle.)
El escenario está salpicado del tormento padecido e infectado por los cadáveres
en movimiento, de cuyos restos descompuestos cuelgan sus pieles descarnadas y
los harapos de sus ropas funerarias. Estos seres horripilantes están más que
estropeados, con los ojos desorbitados, y marchan con paso mecánico y firme
hacia su macabro objetivo.
- (Ahora la cámara encuadra más Planos Detalle y Primeros Planos.)
Los dos protagonistas (la maja maciza y el majo cachas de turno, sin
despeinarse ninguno, salpicados de sangre y, a estas alturas, con muy poca ropa
por la desgarradora aventura vivida) han sobrevivido de milagro a sus
mordeduras letales: unos bocados que tienen que abrir el apetito de quienes
acuden al cine para que traguen durante toda la película palomitas a puñados y
refrescos por litros...
Lo que aparece en los párrafos anteriores bien podría ser la parte final de un
guión: un trozo perteneciente al conjunto de una película terrorífica, de mayor
o menor calidad de imagen e imaginación, que se pudiese ver en cualquier cine.
Esta descripción también podría pertenecer al cartel por el que la mayoría de
nosotros identificáramos a uno de esos horripilantes ZOMBIS de origen humano.
De hecho, zombi es una palabra muy utilizada hoy en multitud de lenguas para
nombrar a una persona atontada, sin control sobre sí misma, ausente de la
circunstancia que se vive o con acusada torpeza. En la América hispana se usa
este vocablo para atemorizar a los niños, al igual que por aquí, por Hispania,
se recurre al COCO para que se duerman o hagan aquello que queremos que hagan.
Si escarbamos un poco nos
encontraremos con que el zombi original procede de la religión vudú, cuyo
vocablo significa espíritu, soplo divino. El vudú es un rito espiritista muy
popular y ancestral de pueblos africanos que se practica hoy en muchos lugares
del mundo, adornado en algunos de ellos con objetos y ritos de origen cristiano
y gran cantidad de ingenuidad, terror a lo desconocido e irreflexiva creencia.
Con estos condimentos no es
nada extraño que los habitantes de esas latitudes llenas de superstición crean
a pies juntillas que realmente existen los muertos vivientes, y que son
confeccionados por sus reverenciados y temidos hechiceros o brujos: unos
sujetos bien conocedores de la fauna y la flora del lugar, de preparados
venenosos, drogas, mejunjes dañinos, conjuros y encantamientos, que hacen uso
de la MAGIA NEGRA.
Esa perjudicial y peligrosa
Magia Negra pertenece al llamado Camino de las Tinieblas, un itinerario seguido
por personas con considerable preparación y evidente habilidad, pero con
importantes deficiencias morales y desajustes internos, dos grandes impedimentos
para el armonioso desarrollo psíquico.
Por tal motivo, esta tenebrosa
destreza pertenece a un tipo importante de saber que ha perdido su benéfica
orientación espiritual. Esas gentes empapadas de vuduismo dicen que los zombis
son cuerpos sin alma a los que se les devuelve la vida para realizar trabajos
físicos, y que un hechicero puede convertir en zombi tanto a una persona
fallecida como a una viva tras extraerle el alma, convirtiéndola de esa manera
en su esclava, haciendo que le sirva envuelta en estado de trance, catalepsia,
muerte aparente o suspensión vital.
Visto lo visto, vamos a conocer
ahora cómo se fabrica un zombi según los entendidos en vudú: En primer lugar,
el experto en Magia Negra quita la tierra que cubre la tumba de un cadáver, destapona
una botella que contiene un espíritu embotellado por él previamente, (hecho que
hace recordar el cuento de ALADINO con su GENIO prisionero dentro de la LÁMPARA
MARAVILLOSA), pasa el estrecho cuello del recipiente bajo la nariz y la boca
del difunto, el espíritu entra en el cuerpo fallecido y le da vida, pero una
vida sin vida, maquinal, dormida o envuelta por el sueño. Posteriormente, se
dice, el zombi puede oír y hablar, aunque no tiene recuerdos ni es consciente
de su estado, así puede ser utilizado como una bestia de carga en las más duras
y peores labores...
Bien es cierto que la modorra
de esta africana religiosidad puede resultarnos lejana, carente de sentido, de
poco interés, estúpida, o aprovechable para historietas macabras que atraen morbosas
mentalidades. Sin embargo, y antes de proseguir, a mí se me antojan ciertas
cuestiones más cercanas y significativas, por estar relacionadas con nuestra
mecanizada sociedad, que me gustaría compartir contigo: ¿qué venenos, drogas,
mejunjes dañinos, conjuros y encantamientos se utilizan por aquí?, ¿tienen
ellos también el poder de ausentarnos de la realidad y taponarnos la
conciencia?, ¿hay por estos andurriales hechiceros sin escrúpulos que se ocupan
y preocupan de conocer bien la superficial psicología de la fauna urbana para
utilizarla y hacer de ella zombis de actos sonámbulos?, ¿esos adiestrados y
hábiles personajes se parecen a los malignos brujos del vudú que practican la
Magia Negra?...
Segunda
Parte
De
igual modo, artistas de amplia conciencia han aludido al calamitoso acto de
vivir apagado, muerto, o de existir embotado, adormecido. Gracias a ellos, este
enigmático sopor también ha podido llegar hasta nuestras propias alcobas. Así
sucede en la literatura con Pedro Calderón de la Barca y su celebérrima obra LA
VIDA ES SUEÑO, el más conocido de sus dramas filosóficos, generador de
confusiones y de ríos de tinta en explicaciones.
Su
poética historia narrada con predominio de versos octosílabos, cuyo trasfondo
vamos a hacer que aflore de manera concisa para ver ciertas cosas que nos
interesan, habla del problema de la libertad humana y sus personajes
representan la condición de la Humanidad.
Empieza
saliendo una tal Rosaura en lo alto de un monte, de una cumbre más cercana al
cielo, y vestida con hábito de hombre de camino, igual que un peregrino. La
acción se sitúa en Polonia, un lugar figurado, abstracto, separado de la
realidad cotidiana, en otro espacio, en distinta dimensión de la habitual. Su
rey Basilio hace caso de una profecía astrológica, ¿tal vez un pronóstico de la
rueda de la vida, del ciclo vital de nuestra raza? Según ésta predicción, su
hijo Segismundo, el príncipe, un engendro con forma humana, un compuesto de
HOMBRE y FIERA con buena intuición, se rebelará contra él y le quitará el
trono, o sea, ocupará su puesto.
Temeroso
y sin ser consciente de las consecuencias, Basilio encierra a su hijo en una
torre aislada. Así crece Segismundo entre cadenas, las del mundo terrenal, sin
más compañía que la de un viejo alcaide, ayo o maestro llamado Clotaldo, quien
se hace cargo de su custodia, educación y crianza.
Sin
embargo, el rey quiere poner a prueba a su hijo, manda que le hagan beber un
brebaje compuesto de opio, adormidera y beleño, como si de brujo o hechicero se
tratase, y decide llevarlo al palacio real mientras éste está dormido, donde,
cuando se despierta, se le pone al tanto de que es el heredero del reino de
Polonia. Segismundo reacciona al ser consciente de su estado y siente un
profundo menosprecio por haber sido encadenado siendo príncipe. Lleno de ira
por lo vivido crea una desdicha tras otra, pasando por encima de las normas
establecidas, imitando a un malhumorado zombi. Tales actos son la prueba para
el rey Basilio de que tenía razón y encierra de nuevo a Segismundo.
Es
precisamente en ese instante cuando Calderón pone en la principesca boca de
Segismundo una aguda reflexión sobre la realidad y el engaño en el que nos
sumerge nuestra subdesarrollada percepción del mundo: «¿Qué es la vida?,
un frenesí; ¿qué es la vida?, una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor
bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son».
Tercera
Parte
Para evitar dormirnos dando
cabezadas por hablar de esto, hemos de saber que los sutiles elementos que
constituyen la imagen han sido empleados por el espíritu artístico de sus
creadores con el fin de dar luz a valiosas cosas, inexplicables de otra manera.
Así lo manifestó el inspirado Johann Wolfgang von Goethe: El Arte es el
mediador de lo inexpresable.
Pese a interpretaciones y
comentarios aburridos, desatinados o confusos que circulan por bibliotecas, las
grandiosas obras pretéritas de arte arquitectónico, pictórico o escultórico
siguen mostrando sus intenciones y sus mensajes sin la distorsión de las
palabras, si su buen estado de conservación o adecuada restauración lo
permiten. Y aunque no nos sea fácil esclarecer su significado por condicionadas
contaminaciones, muchas de esas creaciones permanecen vivas en antiguos
edificios sagrados o recluidas en acondicionados museos, esperando ser
contempladas in situ por personas avispadas que no sólo utilicen su sentido de
la vista, sino toda la atención de su ser para captar lo que resulta
inefable... Difícil, ¿verdad?
Lo que viene a continuación no
es un capricho de quien dialoga contigo, se trata de una obra que viene que ni
pintada para el tema que nos ocupa, una de las catalogadas como Caprichos del
pintor aragonés Francisco de Goya y Lucientes, la que lleva por título EL SUEÑO
DE LA RAZÓN PRODUCE MONSTRUOS. En ella el personaje que reposa sobre la mesa,
más que alguien dormido, parece una persona que quiere no ver lo que acontece a
su espalda.
Entre los animales que están
tras él aparecen una especie de búhos o lechuzas: unas aves poseedoras de
agudísima visión entre ausencia de luz, donde se desenvuelven y cazan a sus
presas, que a la vez son el emblema de la sabiduría del hombre o la mujer
elevados, las personas dotadas de una visión superior capaz de ver entre
tinieblas. Se trata igualmente del ave sagrada acompañante de Minerva, la
divinidad griega de la sabiduría. Estos animales están distorsionados adrede
por Goya, ¿es posible que el pintor quisiera expresar con la distorsión que ese
conocimiento puede caer en erróneas, confusas e incluso fatales
interpretaciones?
Detrás de ellos hay también
unos seres alados muy semejantes a murciélagos: los únicos mamíferos voladores
del planeta, unos seres unidos a nuestros más profundos temores, a la
superstición y a la noche, criaturas catalogadas de sobrenaturales cuyas
leyendas se alimentan de mito y ocultismo. En murciélagos se transforman los
VAMPIROS de largos colmillos, esos pálidos seres sedientos de sangre que, como
otros fieros ejemplares del mismo grupo, son en realidad una alusión a lo
animal, al adversario, al viejo cerebro humano, al temible monstruo o DIABLO
que habita en cada uno de nosotros... (sigue)
Este ensayo consta de cinco
partes.
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