sábado, 14 de abril de 2018

John Fitzgerald Kennedy: Sentencia

El 22 de noviembre de 1963, pocas semanas después de que el apreciado maestro budista y vietnamita Thich Quang Duc se prendiera fuego en Saigón ante el mundo entero para despertar conciencias, el presidente estadounidense John Fitzgerald Kennedy era cesado de la vida por varios francotiradores especializados en la ciudad de Dallas (Tejas, Estados Unidos). El hecho, por la atrayente personalidad e intenciones del atractivo presidente, conmovió a la opinión pública americana e internacional y dejó, como protagonista de la locura perpetrada, a un pobre y malogrado Lee Harvey Oswald, marine del ejército y cabeza de turco de este despropósito histórico...
 
John Fitzgerald Kennedy era miembro de una poderosa familia estadounidense que no estaba formada por ángeles celestiales precisamente. Sus intereses estaban enfrentados con otros poderosos grupos del poder mundial.


Mucho se ha especulado y mentido desde aquel día y sobre ese hecho, en forma de artículos, documentales y, sobre todo, películas de Hollywood.

Su hermano Robert recibiría el mismo trato el día 5 de junio de 1968, en el Hotel Ambassador de los Ángeles, menos de cinco años después que John.

La sentencia fue el discurso que John pronunció ante la Asociación Estadounidense de Editores de Periódicos:

Discurso del 27 de abril de 1961 de John Fitzgerald Kennedy ante la American Newspaper Publisher Association
titulado El presidente y la prensa:

La propia palabra secreto es repugnante en una sociedad libre y abierta. Somos un pueblo que nos hemos opuesto, expresa e históricamente a las sociedades secretas. Tanto a juramentos como a actos secretos.

Decidimos hace ya tiempo que los riesgos de ocultar hechos de importancia eran injustificados puesto que tenían mucho más peso los peligros que se generaban para justificar ese secreto. Hoy en día, no existe mucha oposición a la amenaza de sociedades ocultas y de sus restricciones arbitrarias.

Aún en la actualidad, hay poca seguridad de que sobreviva nuestra nación, si nuestros tradicionales valores no sobreviven consigo.

Existe un peligro muy grave de que se proclame necesario aumentar la seguridad, lo que será aprovechado por aquellos interesados en exagerar su importancia y con ella, los límites de la censura oficial y del encubrimiento.

Yo no lo permitiré mientras esté en mi mano que esto ocurra. Y tampoco lo hará ningún funcionario de mi Administración, tanto si es de alto como de bajo rango, civil o militar.

Que nadie interprete mis palabras como una excusa para censurar las noticias, suprimir la disensión, para encubrir nuestros errores o para coartar a la prensa o al público de los que hechos que merecen saber.

Nos oponemos tanto aquí como en el mundo entero a una conspiración monolítica y despiadada que confía sobre todo en los medios secretos para expandir su esfera de influencia, en la infiltración en vez de la invasión, en la subversión en vez de las elecciones, en la intimidación en vez de la libre elección, en las guerrillas de noche en vez de los ejércitos de día.

Es un sistema que ha reclutado a la humanidad entera y los recursos materiales, dentro de un aparato sumamente eficiente que combina operaciones militares, diplomáticas, económicas, científicas y políticas.

Sus preparativos se ocultan, no son publicados. Sus errores se esconden. No aparecen en las portadas. Sus disidentes son silenciados, no alabados. Ningún gasto se cuestiona, ningún rumor se confirma, ningún secreto se revela.

Ningún presidente debería temer a la inspección publica de su programa de gobierno porque de esa inspección llega la comprensión, llega el apoyo o la oposición. Y ambos son necesarios.

Yo no pido que los periódicos apoyen mi administración pero si solicitamos su ayuda en la enorme tarea de informar y poner sobre aviso al pueblo americano.

Tengo la completa confianza en la respuesta y dedicación de nuestros ciudadanos, siempre y cuando ellos sean bien informados. Yo no podía suprimir la controversia entre sus lectores, más bien al contrario, le doy la bienvenida.

Esta administración piensa ser sincera en sus errores. Como un hombre sabio dijo una vez: un error no llega a ser error hasta que usted se niegue a corregirlo. Pensamos aceptar la completa responsabilidad de nuestros errores y esperamos que nos señalen cuando no seamos conscientes de ellos.

Sin el debate, sin la critica, ninguna Administración y ningún país pueden triunfar y ninguna república puede sobrevivir. Es por ello que el legislador ateniense Solón decretó que era un crimen para la ciudadanía no enterarse de las controversias políticas. Y por eso, también, nuestra libertad de prensa fue protegía expresamente por la Primera Enmienda.

Es el único tipo de empresa expresamente protegida por la Constitución de Estados Unidos, no para divertir y entretener, no para acentuar lo trivial y lo sentimental, no simplemente para dar al público lo que quiere sino para informar, despertar, reflejar, recalcar nuestros peligros y nuestras oportunidades, para indicar nuestras crisis y nuestras elecciones, para dirigir, moldear, educar y a veces enojar a la opinión pública.

Esto significa una profundidad en el análisis de las noticias internacionales. De esta manera, el extranjero no estará mas lejos, sino que se encontrar a nuestro lado y será local.

Significa una atención mas amplia y la mejor comprensión de las noticias, así como una mejoría en las transmisiones. Y significa, finalmente, que el gobierno, a todos los niveles, debe tener la obligación de proporcionar la información mas completa posible por encima de los limites mas estrechos de la seguridad nacional.

Y lo mismo para la prensa escrita: los archivadores de los acontecimientos de la Humanidad, los guardianes de la conciencia, los mensajeros de las noticias.

Buscamos su ayuda y asistencia, confiamos en que, con su apoyo, el hombre será lo que siempre ha querido ser: libre e independiente...
 
Para saber más sobre el tema:



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