Las personas de edad avanzada (¿más de 40 años?)
suelen menospreciadas a menudo y apartadas de la sociedad como trapos sucios.
Las residencias de ancianos suelen hacer gran negocio con los vejestorios (¿más
de 60?) desechados por sus familiares más jóvenes, cuyas actitudes repercutirán
en ellos cuando vayan cumpliendo años. De hecho, la palabra viejo se emplea
para referirse a algo despreciable y repugnante.
Por otro lado, la sabiduría popular ha dejado en
los refranes y dichos joyas como: la experiencia es un grado; del
viejo, el consejo; más sabe el diablo por viejo que por diablo; pez
viejo no entra en jaula o pez viejo no traga el anzuelo; o la
experiencia es la madre de la ciencia...
De todas maneras, el concepto viejo es
muy relativo. Tanto como la belleza, que está en los ojos de quien mira. La
juventud es, sin duda, un estado del espíritu, al igual que la vejez. Existen
muchos jóvenes viejos, de mirada lánguida y apagada, con el alma desconectada o
ausente del sentido de la vida, zombis llenos de tristeza, miedo y pensamientos
negativos que les salen por las orejas y las narices. Y, por contra, existen
personas de edad avanzada que rezuman alegría, sonrisas, sentido del humor,
conciencia y sabiduría. Estas joyas no son fáciles de encontrar, pero existen
más de las que se cree.
Por su experiencia y logros las personas maduras
y experimentadas son la primera edad, no la tercera, como sucede en un
podio olímpico con los ganadores de medallas. La tercera edad debería ser la
primera: la juventud, la de los jóvenes que están aprendiendo y mejorando en
sus técnicas de vivir, en la zona tercera del podio. No nos engañemos más ni
dejemos que nos engañen con argumentos malsanos y despectivos de nosotros
mismos. Porque el hecho de vivir hace cumplir años y todo joven acaba, con algo
de buena suerte y buenos pensamientos, en lo que llaman vejez o edad avanzada.
No hay vuelta de hoja.
Si crees, creas. Todo lo que tu pensamiento cree,
tus actos lo van creando, aunque no seas consciente de ello. Es algo que no
solemos tener en cuenta y determina nuestra vida y su duración. Por todas
partes nos dicen que la edad de jubilación está en torno a los 65 años de edad.
A partir de entonces, muchas personas dejan de ser valoradas socialmente y
decae su vida, llegando muchas a morir poco tiempo después. Eso sin contar con
las personas que no pueden encontrar trabajo o no han podido seguir un progreso
laboral en buenas condiciones, algo lamentablemente normal hoy día. Por eso el
trabajo es salud.
Teniendo esto en cuenta, ¿qué pensarías si te
dijera que puedes vivir mucho más y mejor?, ¿qué sentirías si te contara que
los pensamientos positivos y tener ilusiones te dan larga vida, regeneran tu
cuerpo y engrandecen tu mente? Este tema (en forma de taller, conferencia,
exposición o ensayo publicado) y estas palabras que lo explican tratan de
ampliar tu perspectiva o punto de vista, tu vida y, sobre todo, tu concepción
sobre ella.
Una prueba destacable de esto es Li Ching-Yuen,
un chino como otros millones de chinos que han nacido en este mundo, aunque
algo diferente. Según documentos de los archivos del ejército chino, Li
Ching-Yuen nació en torno al año 1676 y murió en 1933, con 256 años. Tuvo 180
hijos y muchas esposas que se los dieron... (eran otros tiempos, claro está). A
los 70 años, cuando muchas personas en Occidente están ya jubiladas,
desechadas, menospreciadas y olvidadas, lo contrataron para trabajar como
cartógrafo, una labor que necesita de constantes despazamientos e inspecciones
sobre el terreno, y de una gran energía física y mental que él tenía a esa edad
y muchos años después.
En una fotografía tomada el año 1927 (la mostrada
aquí arriba), Li Ching-Yuen aparece vestido con el atuendo tradicional chino y
sujetando en su mano derecha una raíz de ginseng. Sin embargo, no fue sólo su
buena alimentación la que le dio tantos años de vida. La ayuda o el altruismo
hacia los demás, el engrandecimiento del corazón a partir de fructíferos
ejercicios espirituales y la práctica de una sexualidad sagrada en torno al
taoísmo y el tantra (gratuita y ausente de Ego, no la que tanto se vende hoy en
Occidente), le permitieron engrandecerse como persona y vivir una larga vida.
Li Ching-Yuen vio tres siglos y sirve como
ejemplo, motivación y esperanza en nuestra pobre, escasa e insensata sociedad
globalizada, llena de indigencia anímica pero con la posibilidad de recuperar
sus maravillas internas, y compartirlas.
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