La Organización Mundial de la Salud fue creada el 7 de abril de 1948, como parte de los planes diseñados para seguir con la guerra forever and ever tras la remodeladora Segunda Guerra Mundial. Es uno de los brazos de la ONU, la Organización de Naciones Unidas, inaugurada el 24 de octubre de 1947. Los propósitos de estas organizaciones, y de otras muchas ligadas a ellas, son exáctamente lo contrario de lo que predican sus nombres y estatutos, cosa que encaja, una vez más, con los grandes dirigentes y sus espúrios propósitos a lo largo de la Historia. La muestra más reciente de ello es el Covid-19.
El 15 de marzo de 2020
fue puesto en marcha un decreto en España que declaraba el estado de
alarma por una crisis sanitaria
ocasionada por el coronavirus SARS-Cov-2, un virus gripal muy peculiar que
produce la enfermedad conocida como Covid-19. Este microorganismo de estructura
simple ha traído graves problemas sanitarios y psíquicos de grandísima
indefensión, y el aviso de una nueva
normalidad. Según la Organización Mundial de la Salud, el nombre de este
virus se tomó de corona, virus, disease (enfermedad en inglés) y 19, año en que
surgió el brote, y asegura que la informaron de su aparición el 31 de diciembre
de 2019.
El Boletín Oficial del Estado español anunció el
decreto del día 14 de marzo con estas primeras palabras: La Organización Mundial de la Salud elevó el pasado 11 de marzo de 2020
la situación de emergencia de salud pública ocasionada por el COVI-19 a pandemia
internacional. La rapidez en la evolución de los hechos, a escala nacional e
internacional, requiere la adopción de medidas inmediatas y eficaces para hacer
frente a esta coyuntura. Las circunstancias extraordinarias que concurren
constituyen, sin duda, una crisis sanitaria sin precedentes y de enorme
magnitud tanto por el muy elevado número de ciudadanos afectados como por el extraordinario
riesgo para sus derechos.
En este texto aparece en primer lugar la Organización
Mundial de la Salud, uno de los brazos de la Organización de las Naciones
Unidas que, en teoría, está especializado en gestionar políticas de prevención,
promoción e intervención para temas de salud a nivel mundial. Los estatutos de
la OMS recogen que el dinero para financiarla ha de provenir de los gobiernos
que la componen. Pero hoy, en realidad, son empresas privadas las que dan la
mayor cantidad de dinero para los fondos de esta organización mundial,
relacionada, en teoría, con la salud de los seres humanos del planeta.
El año
2015, de los 1.838 millones de dólares recibidos por la OMS, la mayoría
procedían de gobiernos de los países del mundo y, entre todos ellos, aportaron
1.020 millones. El mayor inversor fue Estados Unidos, con 305 millones, seguido
del Reino Unido, con 195 millones. La OMS recibió 90 millones de dólares de las
grandes farmacéuticas, encabezadas por las cuatro más grandes y principales
fabricantes de vacunas: GlaxoSmithKline, Novartis, Sanofi Pasteur y Merck. Por
encima de muchos de estos grandes «donantes» de dinero estuvo la Fundación Bill
& Melinda Gates, que desembolsó en la OMS 185 millones de dólares. España
donó ese mismo año 1,9 millones de dólares...