viernes, 26 de junio de 2020

Li Ching-Yuen: 256 años y en plena forma

Las personas de edad avanzada (¿más de 40 años?) suelen menospreciadas a menudo y apartadas de la sociedad como trapos sucios. Las residencias de ancianos suelen hacer gran negocio con los vejestorios (¿más de 60?) desechados por sus familiares más jóvenes, cuyas actitudes repercutirán en ellos cuando vayan cumpliendo años. De hecho, la palabra viejo se emplea para referirse a algo despreciable y repugnante.

Por otro lado, la sabiduría popular ha dejado en los refranes y dichos joyas como: la experiencia es un grado; del viejo, el consejo; más sabe el diablo por viejo que por diablo; pez viejo no entra en jaula o pez viejo no traga el anzuelo; o la experiencia es la madre de la ciencia...

De todas maneras, el concepto viejo es muy relativo. Tanto como la belleza, que está en los ojos de quien mira. La juventud es, sin duda, un estado del espíritu, al igual que la vejez. Existen muchos jóvenes viejos, de mirada lánguida y apagada, con el alma desconectada o ausente del sentido de la vida, zombis llenos de tristeza, miedo y pensamientos negativos que les salen por las orejas y las narices. Y, por contra, existen personas de edad avanzada que rezuman alegría, sonrisas, sentido del humor, conciencia y sabiduría. Estas joyas no son fáciles de encontrar, pero existen más de las que se cree.

Por su experiencia y logros las personas maduras y experimentadas son la primera edad, no la tercera, como sucede en un podio olímpico con los ganadores de medallas. La tercera edad debería ser la primera: la juventud, la de los jóvenes que están aprendiendo y mejorando en sus técnicas de vivir, en la zona tercera del podio. No nos engañemos más ni dejemos que nos engañen con argumentos malsanos y despectivos de nosotros mismos. Porque el hecho de vivir hace cumplir años y todo joven acaba, con algo de buena suerte y buenos pensamientos, en lo que llaman vejez o edad avanzada. No hay vuelta de hoja.

Si crees, creas. Todo lo que tu pensamiento cree, tus actos lo van creando, aunque no seas consciente de ello. Es algo que no solemos tener en cuenta y determina nuestra vida y su duración. Por todas partes nos dicen que la edad de jubilación está en torno a los 65 años de edad. A partir de entonces, muchas personas dejan de ser valoradas socialmente y decae su vida, llegando muchas a morir poco tiempo después. Eso sin contar con las personas que no pueden encontrar trabajo o no han podido seguir un progreso laboral en buenas condiciones, algo lamentablemente normal hoy día. Por eso el trabajo es salud.

Teniendo esto en cuenta, ¿qué pensarías si te dijera que puedes vivir mucho más y mejor?, ¿qué sentirías si te contara que los pensamientos positivos y tener ilusiones te dan larga vida, regeneran tu cuerpo y engrandecen tu mente? Este tema (en forma de taller, conferencia, exposición o ensayo publicado) y estas palabras que lo explican tratan de ampliar tu perspectiva o punto de vista, tu vida y, sobre todo, tu concepción sobre ella.

Una prueba destacable de esto es Li Ching-Yuen, un chino como otros millones de chinos que han nacido en este mundo, aunque algo diferente. Según documentos de los archivos del ejército chino, Li Ching-Yuen nació en torno al año 1676 y murió en 1933, con 256 años. Tuvo 180 hijos y muchas esposas que se los dieron... (eran otros tiempos, claro está). A los 70 años, cuando muchas personas en Occidente están ya jubiladas, desechadas, menospreciadas y olvidadas, lo contrataron para trabajar como cartógrafo, una labor que necesita de constantes despazamientos e inspecciones sobre el terreno, y de una gran energía física y mental que él tenía a esa edad y muchos años después.

En una fotografía tomada el año 1927 (la mostrada aquí arriba), Li Ching-Yuen aparece vestido con el atuendo tradicional chino y sujetando en su mano derecha una raíz de ginseng. Sin embargo, no fue sólo su buena alimentación la que le dio tantos años de vida. La ayuda o el altruismo hacia los demás, el engrandecimiento del corazón a partir de fructíferos ejercicios espirituales y la práctica de una sexualidad sagrada en torno al taoísmo y el tantra (gratuita y ausente de Ego, no la que tanto se vende hoy en Occidente), le permitieron engrandecerse como persona y vivir una larga vida.

Li Ching-Yuen vio tres siglos y sirve como ejemplo, motivación y esperanza en nuestra pobre, escasa e insensata sociedad globalizada, llena de indigencia anímica pero con la posibilidad de recuperar sus maravillas internas, y compartirlas.


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