lunes, 15 de septiembre de 2003

Guerras Serviles en la República romana

Consecuencia de los hermanos Graco y de la conquista de Cartago fueron las llamadas Guerras Serviles: acontencimientos bélicos provocados por notorios levantamientos de los esclavos de Sicilia y del sur de Italia. La Primera Guerra Servil, realizada entre los años 135 y 132 a.C., se produjo en gran parte por los cambios de propiedad originados por la expulsión de los cartagineses de la isla de Sicilia durante la Segunda Guerra Púnica...

La Hacienda romana incautó en la Sicilia cartaginesa grandes haciendas, propiedades y extensiones de tierra después de la ejecución o huída de sus anteriores dueños cartagineses. Al mismo tiempo, los especuladores romanos visitaron la isla y compraron a precios bajos todo lo que era de su interés, incluyendo a prisioneros para emplearlos como esclavos. Los sicilianos de la parte romana hicieron otro tanto, enriqueciéndose como los anteriore. Los esclavos se compraban muy baratos y en las tierras de Sicilia crecía una mucha cantidad de grano y frutos, y tenía grandes excedentes para exportar a península Itálica, que sufría las penurias de la posguerra.

Así se llenó Sicilia de esclavos para cultivar grano y frutos para los terratenientes romanos. Estos esclavos sufrían una tremenda paradoja, cultivaban víveres y padecían hambre porque no les permitían alimentarse bien, se veían en la necesidad de robarlos para sobrevivir.


Todos los años se exportaban a Italia grandes cantidades de grano y la riqueza de los terratenientes y de Roma crecía. Sin embargo, las tensiones también aumentaron y, después de varios decenios, los esclavos se rebelaron por vez primera al mando de Eunoo, incluyendo a mujeres y niños.

Eunoo era un esclavo nacido en Siria con dotes proféticas y de mando, estas cualidades le hicieron alcanzar la dirección de la revuelta y ganar batallas a los romanos junto a otro destacado esclavo de origen cilicio (hoy Anatolia) llamado Cleón. Las crónicas romanas cuentan que Cleón murió en una de esas batallas y que Eunoo fue apresado y falleció poco después, antes de ser ejecutado.

Los crimbrios eran celtas asentados en germania que a finales del siglo II a.C., y junto a los ambrones y los teutones, emigraron desde la península de Jutlandia (parte continental de Dinamarca y norte de Alemania) hasta Hispania y la Galia Cisalpina (norte de Italia). Ante esta ocupación, el cónsul romano Cayo Mario dio orden el año 104 a.C. de reclutar soldados para combatir a estos bárbaros o extranjeros, también pidió ayuda militar al rey Nicomedes II Epifanes, de Bitinia (antiguo reino al suroeste del mar Negro). Este monarca se negó a enviarle soldados porque los recaudadores de impuestos de Roma, los publicanos, esclavizaron a su población y a él con fuertes tributos.

Ante esta negativa, el cónsul Cayo Mario decretó que parte de los esclavos empleados en los campos de cultivo de Sicilia fuesen liberados y enviados a Bitinia como obreros. Alrededor de ochocientos esclavos fueron liberados y lo que quedaron en la isla aprovecharon para sublevarse. Los sublevados fueron dirigidos por Salvio, que durante la revuelta cambió su nombre por el de Trifón, por Diodoto Trifón, un rey déspota del Imperio seléucida, y por Atenión. Los dos eran de origen griego.

Los esclavos contaban con una fuerza de infantería y caballería considerable y bien armada, de unos sesenta mil hombres, pero el siguiente cónsul Manio Aquilio deshizo sin piedad esta Segunda Guerra Servil con sus cincuenta mil legionarios el año 100 a.C.

Los esclavos vendidos por mercaderes o presos por conquistas militares supusieron un impulso importante para la economía y las arcas de la República romana. Los menos se usaron como sirvientes, asistentes o artesanos, y los más como mineros y agricultores-recolectores. La Republica romana los trataba sin miramientos y con manifiesta dureza y crueldad, pues ni siquiera eran consideranos personas. Sus amos o amas podían usarlos como les viniera en gana, abusar de ellos, lesionarlos o matarlos sin consecuencias, pues la ley romana así lo estipulaba.

Su gran concentración durante este tiempo y el maltrado que padecían dieron como resultado estas revueltas serviles. Las dos primeras estallaron en Sicilia y, anuque el Senado romano las consideró como importantes altercados, nunca consideró que fueran un problema serio para la República. La península Itálica nunca había padecido una rebelión de sus esclavos que amenazara la capital de Roma. Pero esta situación cambió con la Tercera Guerra Servil, disputada entre los años 73 y 71 a.C.
Casco de gladiador de época romana, dibujo

Durante el siglo I a.C. las luchas de gladiadores eran uno de los espectáculos que más expectación generaban en la antigua Roma. En Italia había varias ludi o escuelas de preparación de gladiadores para disputar esos combates cuerpo a cuerpo. Entre los encarcelados, delincuentes y prisioneros de guerra se seleccionaban hombres para combatir hasta la muerte.

Una de las escuelas de gladiadores estaba en Capua (en la región de Campania), una de las ciudades más importantes de la República romana (a menos de treinta kilómetros de la actual Nápoles) y su propietario era Cneo Cornelio Léntulo Batiato. El año 73, más de setenta gladiadores se armaron con herramientas de cocina, lucharon con sus vigilantes, robaron carros llenos de armas y armaduras, y lograron escapar.

Ya en libertad, los gladiadores huídos nombraron como sus jefes a los esclavos galos Enomao y Criso, y a otro llamado Espartaco, cuyo origen aún no se sabe con exactitud. Estos hombres lograron derrotar primero a una pequeña tropa romana enviada desde Capua, montaron su campamento en el monte-volcán Vesubio y luego se dedicaron al saqueo de los lugares habitados por donde pasaban, logrando atraer y reclutar a otros muchos esclavos para la lucha.

Campania era una región no lejos de Roma, a poco más de ciento sesenta kilómetros, y en ella tenían muchas fincas las familias patricias y ricas, por este motivo la revuelta de los gladiadores agitó más que de costumbre a las autoridades romanas. El Senado puso al pretor Cayo Claudio Glabro al mando de tres mil hombres divididos en milicias para acabar con las oleadas de robos en grupos de los esclavos sublevados.

Glabro logró reunir a los esclavos en el Vesubio y los asedió para forzar su rendición por el hambre. Sin embargo, los esclavos asediados hicieron cuerdas con ramas y parras de los árboles que crecían en las laderas del monte, bajaron por los precipicios de espaldas al asedio, atacaron a los legionarios, los derrotaron y robaron sus equipos.

Una segunda expedición romana contra los rebeldes, al mando del pretor Publio Varinio y de sus oficiales Cosinio y Furio, fue enviada poco después, derrotada también y despojados de sus equipos y armas. Estas victorias hicieron que muchos otros esclavos y pobres perdieran el miedo y se unieran a la revuelta hasta formar un ejército de más de setenta mil personas. Durante el invierno, Enomao murió o desapareció sin saberse cómo, y Criso y Espartaco comandaron este gran grupo de subyugados.

Durante la primavera del año 72 a.C., el gran grupo rebeldes  se trasladó hacia el norte para ir a la Galia Cisalpina. El Senado ordenó el envío de dos legiones al mando de los cónsules Lucio Gelio Publícola y Cneo Cornelio Léntulo Clodiano. Los ejércitos romanos tuvieron algunos éxitos contra los rebeldes, matando a miles de rebeldes y a Criso, por lo que Espartaco quedó como jefe de ellos.

Plutarco y Apiano, historiadores romanos de origen griego, relataron esta guerra servil desde perspectivas diferentes e informando de sucesos distintos, cosa que confunde más que aclara su proceso, sobre todo en esta parte. En un principio los ejércitos romanos tuvieron algunos éxitos, matando a miles de los rebeldes dirigidos por Criso y a él mismo. Pero luego fueron vencidos en varias ocasiones por los ejércitos de Espartaco, haciendo regresar a los supervivientes para reagruparse y rearmarse.

Ante la gravedad de la situación para Roma, el año 71 a.C. el Senado añadió nuevas legiones a esta guerra y dio el mando al general Marco Licinio Craso, conocido más tarde como Craso el Triunviro por su repartición del poder romano con César y Pompeyo. Para acrecentar su efectividad en batalla, Craso trató a sus legionarios con crueldad, imponiendo el castigo llamado decimatio: matar a uno de cada diez soldados en castigo por su retirada o cobardía...

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