Consecuencia de los hermanos Graco y de la conquista
de Cartago fueron las llamadas Guerras Serviles: acontencimientos bélicos
provocados por notorios levantamientos de los esclavos de Sicilia y del sur de
Italia. La Primera Guerra Servil,
realizada entre los años 135 y 132 a.C.,
se produjo en gran parte por los cambios de propiedad originados por la
expulsión de los cartagineses de la isla de Sicilia durante la Segunda Guerra
Púnica...
La Hacienda romana incautó en la Sicilia cartaginesa
grandes haciendas, propiedades y extensiones de tierra después de la ejecución
o huída de sus anteriores dueños cartagineses. Al mismo tiempo, los
especuladores romanos visitaron la isla y compraron a precios bajos todo lo que
era de su interés, incluyendo a prisioneros para emplearlos como esclavos. Los
sicilianos de la parte romana hicieron otro tanto, enriqueciéndose como los
anteriore. Los esclavos se compraban muy baratos y en las tierras de Sicilia
crecía una mucha cantidad de grano y frutos, y tenía grandes excedentes para
exportar a península Itálica, que sufría las penurias de la posguerra.
Así se llenó Sicilia de esclavos para cultivar grano y
frutos para los terratenientes romanos. Estos esclavos sufrían una tremenda
paradoja, cultivaban víveres y padecían hambre porque no les permitían
alimentarse bien, se veían en la necesidad de robarlos para sobrevivir.
Todos los años se exportaban a Italia grandes cantidades de grano y la riqueza de los terratenientes y de Roma crecía. Sin embargo, las tensiones también aumentaron y, después de varios decenios, los esclavos se rebelaron por vez primera al mando de Eunoo, incluyendo a mujeres y niños.
Todos los años se exportaban a Italia grandes cantidades de grano y la riqueza de los terratenientes y de Roma crecía. Sin embargo, las tensiones también aumentaron y, después de varios decenios, los esclavos se rebelaron por vez primera al mando de Eunoo, incluyendo a mujeres y niños.
Eunoo era un esclavo nacido en Siria con dotes proféticas y de mando,
estas cualidades le hicieron alcanzar la dirección de la revuelta y ganar
batallas a los romanos junto a otro destacado esclavo de origen cilicio (hoy
Anatolia) llamado Cleón. Las
crónicas romanas cuentan que Cleón murió en una de esas batallas y que Eunoo fue
apresado y falleció poco después, antes de ser ejecutado.
Los crimbrios eran celtas asentados en germania que a
finales del siglo II a.C., y junto a los ambrones y los teutones, emigraron
desde la península de Jutlandia (parte continental de Dinamarca y norte de
Alemania) hasta Hispania y la Galia Cisalpina (norte de Italia). Ante esta
ocupación, el cónsul romano Cayo Mario dio orden el año 104 a.C. de reclutar soldados para combatir a estos bárbaros o
extranjeros, también pidió ayuda militar al rey Nicomedes II Epifanes, de
Bitinia (antiguo reino al suroeste del mar Negro). Este monarca se negó a
enviarle soldados porque los recaudadores de impuestos de Roma, los publicanos,
esclavizaron a su población y a él con fuertes tributos.
Ante esta negativa, el cónsul Cayo Mario decretó que
parte de los esclavos empleados en los campos de cultivo de Sicilia fuesen
liberados y enviados a Bitinia como obreros. Alrededor de ochocientos esclavos
fueron liberados y lo que quedaron en la isla aprovecharon para sublevarse. Los
sublevados fueron dirigidos por Salvio, que durante la revuelta cambió su
nombre por el de Trifón, por Diodoto
Trifón, un rey déspota del Imperio seléucida, y por Atenión. Los dos eran de origen griego.
Los esclavos contaban con una fuerza de infantería y
caballería considerable y bien armada, de unos sesenta mil hombres, pero el
siguiente cónsul Manio Aquilio deshizo sin piedad esta Segunda Guerra Servil con sus cincuenta mil legionarios el año 100 a.C.
Los esclavos vendidos por mercaderes o presos por
conquistas militares supusieron un impulso importante para la economía y las
arcas de la República romana. Los menos se usaron como sirvientes, asistentes o
artesanos, y los más como mineros y agricultores-recolectores. La Republica
romana los trataba sin miramientos y con manifiesta dureza y crueldad, pues ni
siquiera eran consideranos personas. Sus amos o amas podían usarlos como les
viniera en gana, abusar de ellos, lesionarlos o matarlos sin consecuencias,
pues la ley romana así lo estipulaba.
Su gran concentración durante este tiempo y el
maltrado que padecían dieron como resultado estas revueltas serviles. Las dos
primeras estallaron en Sicilia y, anuque el Senado romano las consideró como
importantes altercados, nunca consideró que fueran un problema serio para la
República. La península Itálica nunca había padecido una rebelión de sus
esclavos que amenazara la capital de Roma. Pero esta situación cambió con la Tercera Guerra Servil, disputada entre
los años 73 y 71 a.C.
Casco de gladiador de época romana, dibujo |
Durante el siglo I a.C. las luchas de gladiadores eran
uno de los espectáculos que más expectación generaban en la antigua Roma. En
Italia había varias ludi o escuelas
de preparación de gladiadores para disputar esos combates cuerpo a cuerpo. Entre
los encarcelados, delincuentes y prisioneros de guerra se seleccionaban hombres
para combatir hasta la muerte.
Una de las escuelas de gladiadores estaba en
Capua (en la región de Campania), una de las ciudades más importantes de la
República romana (a menos de treinta kilómetros de la actual Nápoles) y su
propietario era Cneo Cornelio Léntulo Batiato. El año 73, más de setenta
gladiadores se armaron con herramientas de cocina, lucharon con sus vigilantes,
robaron carros llenos de armas y armaduras, y lograron escapar.
Ya en libertad, los gladiadores huídos nombraron como
sus jefes a los esclavos galos Enomao y Criso, y a otro llamado Espartaco, cuyo
origen aún no se sabe con exactitud. Estos hombres lograron derrotar primero a
una pequeña tropa romana enviada desde Capua, montaron su campamento en el
monte-volcán Vesubio y luego se dedicaron al saqueo de los lugares habitados
por donde pasaban, logrando atraer y reclutar a otros muchos esclavos para la
lucha.
Campania era una región no lejos de Roma, a poco más
de ciento sesenta kilómetros, y en ella tenían muchas fincas las familias
patricias y ricas, por este motivo la revuelta de los gladiadores agitó más que
de costumbre a las autoridades romanas. El Senado puso al pretor Cayo Claudio
Glabro al mando de tres mil hombres divididos en milicias para acabar con las
oleadas de robos en grupos de los esclavos sublevados.
Glabro logró reunir a
los esclavos en el Vesubio y los asedió para forzar su rendición por el hambre.
Sin embargo, los esclavos asediados hicieron cuerdas con ramas y parras de los
árboles que crecían en las laderas del monte, bajaron por los precipicios de
espaldas al asedio, atacaron a los legionarios, los derrotaron y robaron sus
equipos.
Una segunda expedición romana contra los rebeldes, al mando
del pretor Publio Varinio y de sus oficiales Cosinio y Furio, fue enviada poco
después, derrotada también y despojados de sus equipos y armas. Estas victorias
hicieron que muchos otros esclavos y pobres perdieran el miedo y se unieran a
la revuelta hasta formar un ejército de más de setenta mil personas. Durante el
invierno, Enomao murió o desapareció sin saberse cómo, y Criso y Espartaco
comandaron este gran grupo de subyugados.
Durante la primavera del año 72 a.C., el gran grupo rebeldes
se trasladó hacia el norte para ir a la Galia Cisalpina. El Senado
ordenó el envío de dos legiones al mando de los cónsules Lucio Gelio Publícola
y Cneo Cornelio Léntulo Clodiano. Los ejércitos romanos tuvieron algunos éxitos
contra los rebeldes, matando a miles de rebeldes y a Criso, por lo que
Espartaco quedó como jefe de ellos.
Plutarco y Apiano, historiadores romanos de origen
griego, relataron esta guerra servil desde perspectivas diferentes e informando
de sucesos distintos, cosa que confunde más que aclara su proceso, sobre todo
en esta parte. En un principio los ejércitos romanos tuvieron algunos éxitos, matando
a miles de los rebeldes dirigidos por Criso y a él mismo. Pero luego fueron
vencidos en varias ocasiones por los ejércitos de Espartaco, haciendo regresar
a los supervivientes para reagruparse y rearmarse.
Ante la gravedad de la situación para Roma, el
año 71 a.C. el Senado añadió nuevas
legiones a esta guerra y dio el mando al general Marco Licinio Craso, conocido más
tarde como Craso el Triunviro por su repartición del poder romano con César y
Pompeyo. Para acrecentar su efectividad en batalla, Craso trató a sus legionarios
con crueldad, imponiendo el castigo llamado decimatio: matar a uno de cada diez
soldados en castigo por su retirada o cobardía...
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