jueves, 16 de octubre de 2003

Fin de Egipto e inicio del Imperio romano

Egipto se consumía en otra guerra fraticida entre los herederos de Ptolomeo XII Auletes, fallecido el año 51 a.C. En un principio, la famosa Cleopatra VII y su hermano menor Ptolomeo XIII, descendientes de Ptolomeo I Sóter, general de Alejandro III de Macedonia el Magno, se casaron para compartir el trono por deseo de su padre. Empujado por sus consejeros personales, el joven Ptolomeo XIII se hizo con el control del reino y desterró a su hermana...
 
Cleopatra reunió un ejército en Siria para recuperar el trono, pero no lo consiguió hasta la llegada en 48 a.C. de Cayo Julio César a Alejandría, que disputaba el control del Imperio con Cneo Pompeyo Magno, general, político y yerno suyo. Pompeyo Magno acabó derrotado en Farsalia (Grecia) y asesinado en Egipto ese mismo año. Ptolomeo XIII murió el año siguiente en batalla. Julio César hizo de Cleopatra VII su amante y la nueva reina de Egipto, bajo su mando continuó la conservación y el desarrollo de la Biblioteca de Alejandría.

Ese año, poco antes de utilizar un nuevo calendario solar, Cayo Julio César se hizo con el poder de acuñar monedas, arrebatándoselo a los judíos acaudalados. Su propósito fue crear moneda para beneficio de todos. Esta renovada y abundante fuente de riqueza, libre de penosa deuda o impuestos, hizo posible un cambio radical de todas las provincias romanas y el cese de las guerras civiles.

Durante su mandato las calzadas se expandieron hasta alcanzar los lugares más remotos, y dieron paso a la construcción por todas partes de ciudades y monumentos al estilo romano. Estas construcciones cambiaron y unificaron el paisaje de gran parte de Europa, el norte de África y el suroeste de Asia con monolitos enormes, piedras que favorecieron el crecimiento de una cultura urbana mejor comunicada y abastecida.

Busto arqueológico de Cleopatra VII Philopator

El año 47 a.C. Alejandría y su Biblioteca se incendiaron como consecuencia de una batalla entre el ejército egipcio de Ptolomeo XIII, hermano menor de Cleopatra VII,  y los navíos romanos al mando de Cayo Julio César. El escritor y filósofo griego Plutarco narra en su obra Vidas Paralelas que el general romano Marco Antonio, en compensación, trasladó al Templo de Serapis alejandrino los escritos de la Biblioteca de Pérgamo, saqueados antes por las legiones romanas en sus guerras con los monarcas de Asia Menor. La Biblioteca de Pérgamo puso así punto y final a su labor; la de Alejandría pudo rehacerse y continuar, pero el futuro le traería algunas devastaciones y rapacidades más.

Siguiendo consejos de sus astrónomos griegos, el año 45 a.C. Cayo Julio César impuso un calendario solar más preciso y claro que el llevado hasta entonces por la Roma Republicana. Este anuario, conocido como Calendario Juliano, fijó el año normal en 365 días y el año bisiesto, cada cuatro años, en 366 jornadas.

El nuevo almanaque estableció el orden de los meses (el primero era marzo) y los siete días de la semana tal como figuran en los calendarios actuales, con sus planetas de orden mental: la Luna, Marte, Mercurio, Júpiter, Venus, Saturno y el Sol. Julio César cambió el nombre del mes Quintilis (quinto) por Julio, el suyo. El mes Sextilis se reemplazó más tarde por Augustus (agosto) en honor de Augusto, sucesor de César. El naciente Imperio Romano supuso el comienzo de un nuevo orden temporal que aún vivimos: la llamada Era Cristiana.

Julio César se ganó así la admiración del pueblo y el odio de los grandes usureros. El año 44 a.C. acabó acuchillado en el Senado de Roma a manos de senadores confabulados con los grandes prestamistas. Su aristocrática ejecución acabó con la abundancia de monedas en curso y aumentó la corrupción y los tributos.

El valor de las monedas romanas fue reducido un 90%, de esta forma el pueblo llano perdió sus tierras, sus hogares y la confianza en la Roma imperial que surgiría de la avaricia. Octavio, que era sobrino nieto e hijo adoptivo de Julio César, y uno de los conspiradores contra él, fue nombrado primer Augusto o Emperador por el Senado el año 27 a.C.


Azuzados por los poderosos y peligrosos cambistas, los políticos romanos establecieron un nuevo sistema monetario que tuvo como unidad el aureus o áureo, moneda de oro equivalente a 25 denarios de plata, y fue el germen de lo que hoy conocemos como Patrón Oro, una unidad de pago legal que producía riqueza y esclavizaba las manos que la generaba.

La necesidad de oro creada puso a las legiones romanas en su búsqueda de inmediato. Lo encontraron en la Dacia, en Aquitania y, en mucha mayor cantidad, en el noroeste de Hispania. Las legiones de Octavio Augusto conquistaron la parte noroccidental de Hispania entre los años 26 y 19 antes de Cristo. Él mismo dirigió varias acciones bélicas contra astures y cántabros, pueblos que ocupaban estas tierras y aún no estaban sometidos... (sigue)

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