lunes, 12 de diciembre de 2005

La «hermosura» de Felipe IV y la «clemencia» de Bertrand de Got

En el occidente europeo la vida de los campesinos era dominada por los grandes terratenientes. Desde sus villas, estos potentados supervisaban cómo los esclavos y sirvientes cultivaban sus tierras y trabajaban sus señoríos (régimen señorial). Este sistema de sumisión fue impuesto por la Iglesia y sus príncipes mediante creencias, diezmos y otros aranceles. El régimen feudal era un sistema de relaciones políticas, militares, sociales y espirituales entre la nobleza, el pueblo y los sabios religiosos de la Edad Media. Este otro método social concedía feudos (tierras y trabajos) a cambio de prestaciones protectoras y benéficas. El contrato se efectuaba mediante juramentos de homenaje y fidelidad, pero aquí, a diferencia del régimen señorial, tanto el noble como el vasallo eran personas libres y con derechos establecidos...
 
Los economistas del Temple mantuvieron un estrecho contacto con judíos burgueses y negociantes, diferentes de los aristócratas de origen judío del Vaticano, de una casta más baja que éstos pero en progreso pese a las desdichas. El sistema económico de la Iglesia dominaba la vida de las personas en todas sus vertientes. Los judíos o cristianos puros de las ciudades con afán emprendedor, en comunión con los templarios, desarrollaron un sistema financiero eficaz y alternativo en el que monarcas y nobles fueron sus mejores clientes y deudores. Convertidos en importantes banqueros de Europa por prestar moneda mediante letras de cambio o pagarés y añadirle intereses o deudas, acumularon grandes fortunas en forma de capital, bienes y haciendas.

Notre Dame, Jacques de Molay fue quemado vivo aquí en 1314

Uno de los mayores endeudados con los templarios fue Felipe IV el Hermoso, soberano del Reino Franco y de Navarra. Ávido por recuperar riquezas y poder, Felipe IV quiso cobrar impuestos al clero y, en respuesta, el papa Bonifacio VIII dictó una bula prohibiendo a sus clérigos efectuar ese pago. La disputa entre los dos fue creciendo hasta que Felipe encarceló al embajador papal y convocó la primera reunión de los Estados Generales Franceses, gran asamblea compuesta por distinguidos nobles, clérigos y burgueses adinerados.

Los reunidos apoyaron al rey y el papa Bonifacio fue apresado y destituido. Felipe logró en 1305 que el noble borgoñés Bertrand de Got, vasallo suyo, fuera elegido papa con el nombre de Clemente V e instalara la residencia papal en Aviñón. Desde aquel año (y hasta 1377) los papas vivieron bajo el control de los reyes francos. A este suceso se lo llama Gran Cisma de Papas Rivales en Occidente, pero los cristianos cátaros lo llamaron Segundo Cautiverio de Babilonia por ser éstos papas sedientos de poder los descendientes de aquellos jerarcas judíos que, por su misma condición, estuvieron exiliados en Babilonia durante el siglo VI antes de Cristo.

Tan ávido de riqueza y poder como los apostólicos del Vaticano, Felipe IV el Hermoso y sus asesores planearon una serie de acciones recaudatorias. Entre otras medidas, subió los impuestos y creó otros nuevos, devaluó su moneda varias veces para reducir las importaciones y aumentar las exportaciones, reclamó grandes cantidades de dinero a los banqueros lombardos, expulsó a los judíos de su reino requisando todas sus propiedades (también desalojados y embargados de Inglaterra en 1290 por el rey Eduardo I) y obligó al papa Clemente V a disolver la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo del Templo de Salomón. El día 13 de octubre de 1307, acusados de sacrilegio y de efectuar prácticas satánicas, fueron arrestados en París el gran maestre Jacques de Molay y otros muchos templarios. La calculada operación los cogió por sorpresa y sólo unos pocos pudieron escapar de la redada.
 
Los principales dirigentes de la Orden padecieron la tortura inquisitorial y, tarde o temprano, confesaron todo lo que se les pidió. En 1312, Jacques de Molay y otros templarios notables seguían padeciendo prisión, interrogatorios, torturas, infamias y degradación, ya sin fuerzas para defender nada. Felipe IV ordenó acabar de una vez con el Temple y el 3 de abril de ese año Clemente V publicó la bula Vox in Excelso en el Concilio de Vienne (Francia). Con ella eliminó la Orden del Temple y confiscó sus propiedades francesas, unas pasaron a los caballeros de la Orden del Hospital, pero la mayor parte se las quedaron Felipe IV el Hermoso y Eduardo II de Inglaterra (cuarto hijo del rey Eduardo I y de Leonor de Castilla, hermanastra de Alfonso X el Sabio).

Suprimida la institución, el papa Clemente V escogió en 1313 tres cardenales de su confianza para dictar sentencia sobre cuatro máximos dignatarios del Temple: Jacques de Molay, Gonneville (superior de Aquitania), Charney (preceptor de Normandía) y Pairaud (inspector general). La condena para los cuatro convictos fue prisión perpetua en condiciones penosas. Tal vez por esperar otra resolución más favorable, Godofredo de Charney y Jacques de Molay se desdijeron y renegaron las acusaciones, sabiendo que tal acto tenía como condena ser quemado vivo en la hoguera.

La tarde del 18 de marzo de 1314 se celebró el auto de fe en la Isla de la Ciudad, también llamada de los Judíos, frente a la catedral de Notre Dame. A la ejecución pública de los templarios rebeldes, incluyendo su gran maestre, asistieron Felipe IV el Hermoso, los príncipes reales, los funcionarios de la corte, la curia pontificia y una gran muchedumbre.

En Hispania la respuesta fue diferente, sus monarcas no hicieron mucho caso del rey franco ni de las firmas de su lacayo papal. En Tarragona y Salamanca se realizaron dos procesos oficiales por orden de la Iglesia de Roma, pero en ambos se declaró a los templarios libres de pecado, se les manifestó respeto, se les proporcionó ayuda y, a los que así lo eligieron, se les facilitó el ingreso en otras órdenes monásticas o militares... (sigue)

 

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