viernes, 11 de noviembre de 2005

¿Pagar con la misma moneda o prestarla y cobrar intereses?

Muchos de los nobles francos y cátaros del Languedoc que fueron desposeídos de sus feudos durante la cruzada cátara o albigense murieron luchando por sus tierras, otros se refugiaron en el reino de Aragón y algunos acabaron firmando acuerdos con la Iglesia católica y jurándole vasallaje para recuperar sus posesiones y estatus. A todos se los llamó faidits o faydits, una definición burlesca basada en Gaucelm Faidit o Faydit, un gran trovador occitano que padeció las desdichas y chanzas de las damas aristócratas a las que cortejó y amó...
 
Victor Balaguer y Cirera, escritor, político y masón barcelonés, además de figura importante de la Reinaxença catalana (Renacimiento catalán), cuenta en su extensa obra Historia Política y Literaria de los Trovadores de 1879 que Gaucelm Faidit perdió su patrimonio gracias a sus excesos y debió ejercer de juglar para ganarse la vida. Durante este periodo, lo acompañó una hermosa y culta dama llamada Guillermina la Monja que además tenía una voz deliciosa. Cuando Ricardo I de Inglaterra, llamado Corazón de León, subió al trono inglés en 1189, nombró a Gaucelm Faidit cortesano suyo y elevó así su prestigio, consolidando también las mofas y desdenes de sus amadas, y la utilización de su apellido para definir a los disidentes caballeros cátaros.

Ruinas del castillo cátaro de Queribus, tomado en 1255
 
El castillo de Quéribus fue uno de los últimos del Languedoc que acogió comunidades cátaras y autónomas, con sus perfectos incluidos. Su asedio por parte de los cruzados, al mando del senescal de Carcasona, duró poco y fue tomado sin dificultades en 1255.

Los demás grupos de cátaros huidos que salvaron la vida llevaron distintos destinos, muchos escaparon a territorios del reino de Aragón y parte de ellos sufrieron tortura, condena y ejecución por parte de los dominicos bajo mando de Raimundo de Peñafort, consejero de Jaime I de Aragón y ministro del papado. En Castellbó (Alto Urgel) mandó ajusticiar a varias decenas de cristianos el año 1257. Algunos cátaros se refugiaron en cuevas de las montañas y las fortificaron para afrontar un posible asalto, a estas cuevas fortificadas se las llamaba esplugues y dan nombre con este plural o en singular a varias poblaciones de Cataluña. Otros alcanzaron tierras de Valencia, León, Galicia, Italia y Bohemia.

La desamparada situación y la desorganización de artesanos, campesinos y pueblo llano en general, fue fértil campo de cultivo para el desarrollo del cristianismo puro en las tierras a las que emigró forzosamente. La fraternidad cristiana y su pureza mística reaparecieron en forma de cofradías profesionales bajo la advocación de santos y santas como los perfectos y las perfectas del catarismo, hermandades iniciáticas que actuarían con espiritualidad, secretismo y una fuerza económica añadida que llegaría a tenerse muy en cuenta. Con el propósito de contrarrestar el poder de la nobleza y el clero, Jaime I el Conquistador apoyó este estamento.

Viendo el buen funcionamiento del que ya existía en Jaca (Huesca) desde 1238, creó el Consejo de Ciento de Barcelona en 1249 y en 1265 le dio su aprobación regia. Esta asamblea de número simbólico, muy relacionado con los años de un siglo y el poder secular, estaba formada en principio por cien ciudadanos notables llamados jurados que supervisaban y asesoraban a los magistrados municipales, los consejeros. Un reparto que velaba por los intereses no sólo económicos de los trabajadores y sus comunidades. A esta evolución financiera se añadieron varias reformas monetarias y la acuñación de monedas propias.

Jaime I nunca olvidó lo que hizo su padre Pedro II, prueba de ello es su apoyo a los judíos y a las cofradías cátaras, que en verdad eran lo mismo. Los primeros eran descendientes de aquellos esenios y zelotes masacrados durante el siglo II por judíos y romanos poderoso. Y los segundos eran cristianos puros como los anteriores, con el mismo pasado y las mismas aspiraciones religiosas. Las distintas familias y gremios, el paso del tiempo, los dispersos restos encontrados, las habladurías y la singular catalogación historiográfica los han desligado hasta hacer de su parentesco algo incompatible.

Tal vez el rey aragonés y Conquistador, tan cátaro como su padre Pedro II, considerara Tierra Santa como algo más que un territorio para conquistar. En 1269 partió hacia Judea, la Syria Palaestina del emperador Adriano, al mando de una flota que una tormenta desbarató según las crónicas. El año 1274, con sesenta y seis años de edad y algo achacoso, volvió a intentar lo mismo, obteniendo otro fracaso nada claro. Se conocen detalles de los barcos, del ejército de templarios y sanjuanistas, de los hijos del rey que también embarcaron, del cambio de rumbo hacia Montpellier (donde nació), de la nave que llevaba a Jaime y de la extraña llegada de una parte de la expedición al puerto de San Juan de Acre (cerca de Beirut). No se sabe con seguridad la verdadera intención del monarca, se especula con un propósito cruzado del rey aragonés y con la fundación de un reino bajo su mando. Aunque teniendo en cuenta su edad, sus medios, sus vivencias y su erudición religiosa, resulta poco probable.

El rey castellano-leonés Alfonso X el Sabio estuvo casado con Violante (o Yolanda) de Aragón, hija de Jaime I el Conquistador y Violante de Hungría, y su relación personal fue más allá de lo estrictamente político. Sus esfuerzos sortearon los inconvenientes del poder eclesiástico y manifestaron la consideración que tenían hacia las gentes trabajadoras del pueblo.

En la faceta económica, Alfonso X puso los medios para hacer más fácil el comercio en su reino, permitió la creación de ferias para numerosas villas y ciudades, instauró un avanzado y proporcionado sistema fiscal y aduanero que favoreció las arcas de la Hacienda real y de sus contribuyentes. Sobresaliente fue también el nacimiento durante su reinado del Horado Concejo de la Mesta (entre 1272 y 1273), institución que protegía y velaba por los intereses de la ganadería trashumante en Castilla y León.

Nadie sabe si estos dos reyes educados por los templarios intuían o sabían lo que sucedería a sus maestros al comenzar el siglo XIV, aunque muy probablemente así fuera. Lo seguro es que ninguno de los dos vivió para verlo, Jaime I murió en 1276 y Alfonso X en 1284. Después de casi dos siglos de ir y venid de manos católicas a musulmanas (desde 1099) y perdida Jerusalén en 1241, la definitiva conquista del castillo de Acre por las tropas islamitas en 1291 supuso el fin del Reino Latino de Jerusalén, bajo dominio del emperador romano-germánico Federico II, pariente del rey castellano-leonés Alfonso X el Sabio.

La figura de Ramón Llull es la más importante de la Corona de Aragón en cuanto a pensamiento, literatura y religión medievales, con las particularidades añadidas de permanecer laico toda su vida y de influir en la política expansiva de los descendientes del catarismo nobiliario. Este ilustre personaje nació el año 1232 en Mallorca, confluencia de las Gentes del Libro y sus tres formas religiosas. Era hijo de una familia aristocrática barcelonesa compuesta por Ramón Amat Llull e Isabel d’Erill. A los veinticuatro años se casó con Blanca Picany y tuvo dos hijos llamados Domingo y Magdalena. Trabajó primero como paje del rey Jaime II de Mallorca, hijo de Jaime I el Conquistador y su segunda esposa Violante de Hungría, y luego como senescal o asistente real. En la corte mallorquina llevó una vida mundana y licenciosa que él mismo cita en sus textos. Al igual que los trovadores provenzales, durante este periodo compuso obras picarescas y divertidas de amor cortés.

Durante el año 1263 Ramón Llull experimentó un primer cambio en la comprensión de sí mismo y del mundo de su época. Con el propósito de avanzar por ese camino, empleó dos años en peregrinar a los santos lugares cátaros de Santa María de Rocamadour, para el que los benedictinos cluniacenses compusieron leyendas milagrosas relacionadas con la Virgen, y a Compostela, tumba de los siete mártires priscilianistas de Tréveris. De vuelta como peregrino regresó a Mallorca, compró un esclavo islamita y le hizo su maestro para aprender la lengua árabe y las esencias islámicas. Asimilado el críptico lenguaje y su simbolismo religioso, se apartó como eremita a una cueva del monte Randa en Mallorca y practicó a diario técnicas ancestrales de meditación y contemplación. Sin dejar su laicismo, vivió en el monasterio cisterciense de La Real y los monjes ampliaron sus conocimientos de latín, filosofía y teología.

Fue requerido en 1274 por su exalumno y rey de Mallorca Jaime II para trabajar bajo su mecenazgo. Un documento de aquellos días refleja que, en marzo de 1275, Blanca Picany pidió permiso al juez correspondiente para administrar los bienes de su esposo Ramón porque éste ya no se ocupaba de ellos por estar ausente y haberse convertido en un contemplativo. Esta labor, reprochada por su esposa, influyó sin embargo para la construcción del Monasterio de Miramar, en sus estancias pasó unos años escribiendo obras y contribuyendo a preparar misioneros para enseñar a los musulmanes errados sus equivocaciones respecto al verdadero Islam. Este resuelto empeño de Llull agradó al papa Juan XXI (Pedro Giulano o Juliao), conocido como Petrus Hispanus por haber nacido en Lisboa y ser uno de los papas más cultos y menos perjudiciales para el mundo, quien felicitó públicamente al místico mallorquín en 1276.

Aparte de este excepcional sabio, la política padecida por los nobles afiliados al catarismo generó grupos de guerreros a sueldo conocidos por el nombre de almogávares (palabra de origen árabe que significa quienes provocan algaradas o disturbios), muy activos en el Mediterráneo entre los siglos XIII y XIV, cuya eficacia les hacía ganar batallas contra ejércitos más numerosos. Estos mercenarios venían de distintas partes del oeste mediterráneo, eran sobre todo francos a los que luego se añadieron alanos, griegos y turcos, todos pagados por la Corona de Aragón y sus aliados. Sus miembros de clase baja combatían a pie o a caballo, con armas y equipaje ligeros, y su vestimenta era pobre: un camisón, un gran cinturón de cuero y alpargatas de cuero. Fueron temidos por su fiereza a la hora de batallar y su estampa recuerda a los zelotes que combatieron contra el rey judío Herodes el Grande y en Masada contra la Legión X Legión Fretensis. 

El más renombrado de estos almogávares es Roger de Flor, también conocido en alemán como Rutger von Blume, hijo de un oficial germano cetrero del emperador Federico II del Sacro Imperio y de una mujer de Brindisi (suroeste de Italia), donde nació... (sigue)

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