El Concilio de Trento se
desarrolló a lo largo de tres etapas entre 1545
y 1563, celebró veinticinco sesiones y fue trasladado a Bolonia en abril de
1547 por un brote de peste negra que afectó al norte de Italia. Convocado con
la justificación de rebatir la
Reforma protestante, significó la reorientación general de la Iglesia Católica y la
concreción de sus dogmas y métodos. Sus decretos serían validados por el papa
Pío IV (Giovanni Angelo Medici) el día 26 de enero de 1564 y perdurarían cuatrocientos
años, hasta el Concilio Vaticano II, concluido en diciembre de 1965...
La primera etapa del cónclave trentino discurrió bajo la batuta
del papa Pablo III (Alejando Farnesio), constó de diez sesiones, empezó en diciembre de 1545 y concluyó en junio de 1547. La segunda, con seis
sesiones celebradas entre mayo de 1551
y abril de 1552, fue presidida por
el papa Julio III (Giovanni Maria
Ciocchi del Monte).
En la tercera etapa se celebraron las nueve sesiones
restantes, comenzó en enero de 1562
y acabó en diciembre de 1563 bajo la
batura del papa Pío IV (Giovanni Angelo de Medici); entre la segunda y tercera
partes hubo un intervalo de diez años con el anecdótico papado de Marcelo II (Marcello
Cervini de Spannocchi) y el fanático reinado de Pablo IV (Gian Pietro Caraffa).
Las actas del Concilio de Trento retocaron el texto del Credo de
Nicea (año 325) y lo dejaron así: Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible. Creo en un
solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los
siglos, Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado,
no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho, que por
nosotros los hombres, y por nuestra salvación descendió del cielo, y por obra
del Espíritu Santo se encarnó en María la Virgen , y se hizo hombre; y por nuestra causa fue
crucificado en tiempos de Poncio Pilato, padeció y fue sepultado, y resucitó al
tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la derecha
del Padre; y de nuevo vendrá con gloria, para juzgar a vivos y muertos, y su
reino no tendrá fin. Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que
procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma
adoración y gloria, y que habló por los profetas. Creo en la Iglesia que es Una, Santa,
Católica y Apostólica. Reconozco que hay un solo bautismo para el perdón de los
pecados, espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Amén.
Del mismo modo consideraron como auténtica y guía doctrinal del
catolicismo a la edición latina de la Vulgata , conjunción de libros canónicos retocados
y organizados por san Jerónimo en el siglo IV. Decretaron el fatídico y
culpabilizador Pecado Original, teórica infracción cometida por Eva y Adán, primeros
padres bíblicos de la humanidad, cuando desobedecieron el divino mandato de no
comer la manzana del árbol del conocimiento o del bien y el mal, tentados por
una serpiente identificada con el diablo, y cuyo castigo les supuso a ellos y a
sus descendientes humanos ser expulsados del Jardín del Edén o Paraíso, estar
condenados a morir sin remisión y padecer eterno sufrimiento por los siglos de
los siglos.
Establecieron una serie de cánones o gravámenes morales sobre los
sacramentos y sobre la Doctrina
de la Justificación
o de la Justicia ,
disciplina que reorienta la voluntad del hombre, sus obras, su fe, su destino, el
libre albedrío y la divina voluntad de Dios a partir de los intereses de la
jerarquía católica. Calificaron a la Inquisición Romana
como Santa, Católica y Apostólica. Ratificaron la fundación de nuevas órdenes
católicas como teatinos, capuchinos, ursulinas o jesuitas.
Decretaron normas
para regir las manifestaciones artísticas, eficaz arma para la propaganda,
donde dice que las imágenes deben ser modestas y decorosas, palabras ambiguas
sujetas al juicio del inquisidor de turno, con los que tuvieron serias
dificultades reconocidos artistas como Paolo Cagliari o Caliari, conocido en
España como el Veronés, y Doménikos Theotokópoulos, llamado el Greco (el
Griego).
Y crearon el Index Librorum Prohibitorum et Expurgatorum (Índice de
Libros Prohibidos y Expurgatorio o Purificador), una lista de publicaciones
literarias perjudiciales para la fe católica; la Iglesia publicó treinta y
dos ediciones hasta el año 1948,
a pocos meses de concluir la devastadora Segunda Guerra
Mundial, y siguió añadiendo títulos hasta 1966, nada más acabar el Concilio
Vaticano II... (sigue)
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