miércoles, 12 de diciembre de 2007

Primeros contactos con Canadá y Japón

Jacques Cartier fue un marino nacido en la región de Bretaña (Francia) que hablaba la lengua portuguesa de forma fluida, lo que permite suponer su paso por la escuela de navegación del Cabo de San Vicente, en el suroeste del Algarve (Portugal). El rey franco Francisco I, enemigo de Carlos V, le encargó dirigir una expedición hacia Norteamérica para cartografiar sus tierras y abrir paso a los colonizadores y misioneros europeos. En abril de 1534, con la Compañía de Jesús en plena germinación, salió de la costa bretona con dos naves, sesenta hombres más los pertrechos necesarios y a las tres semanas llegó a Terranova, zona oriental del actual estado de Canadá...

Cruzó el estrecho de Belle Isle, entre el continente y las islas canadienses, siguió la costa rodeando el golfo de San Lorenzo, dio nombre a parajes y accidentes orográficos y tomó posesión de ellos en nombre de Francisco I. Siguiendo el río San Lorenzo llegó hasta el lago Ontario, en cuya rivera noroeste nacería el siglo XVIII la ciudad de Toronto, y contactó con algunas tribus aborígenes. Estableció un pacto comercial con el jefe de los nativos iroqueses y, como prendas aseguradoras, engatusó a sus dos hijos y se los llevó con él a Europa.

Dibujo del cuadro de Théophile Hamel, año 1844

Cartier regresó al puerto de Saint-Malo a principios de septiembre del mismo año, informó de todo lo avistado y el rey Francisco I le encomendó otra misión a tierras canadienses. Con más de cien hombres, víveres para más de un año, tres carabelas y los hijos engatusados del jefe iroqués hablando el francés, Jacques Cartier partió hacia Canadá por segunda vez en mayo de 1535. En octubre llegaron a la gran aldea iroquesa de Hochelaga, en la falda del Mont Royal o Monte Real, zona donde se crearía la ciudad de Montreal en el siglo XVII. Las relaciones con los iroqueses empezaron siendo amistosas y un grupo de estos, conocedores del territorio, se unió a los tripulantes franceses para servirles como guías.

Jacques Cartier partió hacia Francia en mayo de 1536 y llevó de forma artera al jefe iroqués, a sus dos hijos por segunda vez y a otros siete iroqueses para que contaran ellos mismos al rey franco la historia de un lugar lleno de oro, piedras preciosas y otros tesoros comerciales llamado Saguenay, en la actual provincia de Quebec. Esa leyenda tiene su origen en tradiciones orales de las tribus aborígenes norteamericanas y hablan de hombres blancos y rubios revestidos de oro y pieles que fueron a Norteamérica en torno al año 1000. Se trata de vikingos, pueblos nórdicos europeos o, como ya apuntamos, godos posteriores al siglo IX, que establecieron una colonia llamada Vinland en el norte de Terranova y de la cual se conservan restos arqueológicos.

El día 17 octubre de 1540, veinte días después de ser aprobada la Compañía de Jesús en Roma, el rey Francisco I ordenó a Jacques Cartier realizar un tercer viaje a Canadá pero con significativas diferencias a los dos anteriores. Cartier fue sustituido en el mando de esta expedición por Jean-François de la Rocque, quien invirtió buena parte de su fortuna en esta arriesgada empresa. Jean-François de la Rocque nació en Carcasona el año 1500, era señor de Roberval (municipio de la Picardía francesa), cabecilla protestante o hugonote, marino corsario y cortesano de confianza del rey católico, antiprotestante y absolutista Francisco I, quien lo nombró primer virrey de Canadá tras endeudar su fortuna personal.

Aunque separados y en fechas distintas, en la primavera de 1541 Jacques Cartier salió primero con cinco naves y luego Jean-François de la Rocque con tres hacia la Norteamérica afrancesada. Llenaron los ocho buques con pólvora, armas ligeras, artillería, plantas, ganado, suministros, prisioneros recién liberados para convertirlos en colonos, soldados, marinos, misioneros y el objetivo de construir fortalezas, iglesias y poblaciones para colonizar y difundir el catolicismo, pese al teórico protestantismo de su virrey hugonote. Estos dos personajes y sus tripulaciones desembarcaron en Canadá, estableciendo asentamientos permanentes a lo largo del río San Lorenzo. Cuando los indígenas iroqueses confirmaron que los francos se preparaban para asentarse en sus territorios, dejaron de negociar con ellos caza, pieles y pescado, atacaron sus campamentos y mataron a varias docenas de colonos... (sigue)
 

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