Jacques Cartier fue un marino nacido en la región de Bretaña (Francia) que
hablaba la lengua portuguesa de forma fluida, lo que permite suponer su paso
por la escuela de navegación del Cabo de San Vicente, en el suroeste del
Algarve (Portugal). El rey franco Francisco I, enemigo de Carlos V, le encargó
dirigir una expedición hacia Norteamérica para cartografiar sus tierras y abrir
paso a los colonizadores y misioneros europeos. En abril de 1534, con la
Compañía de Jesús en plena germinación, salió de la costa
bretona con dos naves, sesenta hombres más los pertrechos necesarios y a las
tres semanas llegó a Terranova, zona oriental del actual estado de Canadá...
Cruzó el estrecho de Belle Isle, entre el continente y las islas
canadienses, siguió la costa rodeando el golfo de San Lorenzo, dio nombre a
parajes y accidentes orográficos y tomó posesión de ellos en nombre de
Francisco I. Siguiendo el río San Lorenzo llegó hasta el lago Ontario, en cuya
rivera noroeste nacería el siglo XVIII la ciudad de Toronto, y contactó con
algunas tribus aborígenes. Estableció un pacto comercial con el jefe de los
nativos iroqueses y, como prendas aseguradoras, engatusó a sus dos hijos y se
los llevó con él a Europa.
Dibujo del cuadro de Théophile Hamel, año 1844 |
Cartier regresó al puerto de Saint-Malo a principios de septiembre
del mismo año, informó de todo lo avistado y el rey Francisco I le encomendó
otra misión a tierras canadienses. Con más de cien hombres, víveres para más de
un año, tres carabelas y los hijos engatusados del jefe iroqués hablando el
francés, Jacques Cartier partió hacia Canadá por segunda vez en mayo de 1535. En octubre llegaron a la
gran aldea iroquesa de Hochelaga, en la falda del Mont Royal o Monte Real, zona
donde se crearía la ciudad de Montreal en el siglo XVII. Las relaciones con los
iroqueses empezaron siendo amistosas y un grupo de estos, conocedores del
territorio, se unió a los tripulantes franceses para servirles como guías.
Jacques Cartier partió hacia Francia en mayo de 1536 y llevó de forma artera al jefe iroqués, a sus dos
hijos por segunda vez y a otros siete iroqueses para que contaran ellos mismos
al rey franco la historia de un lugar lleno de oro, piedras preciosas y otros
tesoros comerciales llamado Saguenay, en la actual provincia de Quebec. Esa
leyenda tiene su origen en tradiciones orales de las tribus aborígenes
norteamericanas y hablan de hombres blancos y rubios revestidos de oro y pieles
que fueron a Norteamérica en torno al año 1000. Se trata de vikingos, pueblos
nórdicos europeos o, como ya apuntamos, godos posteriores al siglo IX, que
establecieron una colonia llamada Vinland en el norte de Terranova y de la cual
se conservan restos arqueológicos.
El día 17 octubre de 1540,
veinte días después de ser aprobada la Compañía de Jesús en Roma, el rey Francisco I
ordenó a Jacques Cartier realizar un tercer viaje a Canadá pero con
significativas diferencias a los dos anteriores. Cartier fue sustituido en el
mando de esta expedición por Jean-François
de la Rocque ,
quien invirtió buena parte de su fortuna en esta arriesgada empresa.
Jean-François de la Rocque
nació en Carcasona el año 1500, era señor de Roberval (municipio de la Picardía francesa), cabecilla
protestante o hugonote, marino corsario y cortesano de confianza del rey católico,
antiprotestante y absolutista Francisco I, quien lo nombró primer virrey de
Canadá tras endeudar su fortuna personal.
Aunque separados y en fechas distintas, en la primavera de 1541 Jacques Cartier salió primero con cinco naves y
luego Jean-François de la
Rocque con tres hacia la Norteamérica afrancesada.
Llenaron los ocho buques con pólvora, armas ligeras, artillería, plantas,
ganado, suministros, prisioneros recién liberados para convertirlos en colonos,
soldados, marinos, misioneros y el objetivo de construir fortalezas, iglesias y
poblaciones para colonizar y difundir el catolicismo, pese al teórico
protestantismo de su virrey hugonote. Estos dos personajes y sus tripulaciones
desembarcaron en Canadá, estableciendo asentamientos permanentes a lo largo del
río San Lorenzo. Cuando los indígenas iroqueses confirmaron que los francos se
preparaban para asentarse en sus territorios, dejaron de negociar con ellos
caza, pieles y pescado, atacaron sus campamentos y mataron a varias docenas de
colonos... (sigue)
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