martes, 9 de septiembre de 2008

San Bartolomé sangriento y un desvirtuado Languedoc

Mientras se desarrollaba el conflicto bélico en La Alpujarra granadina entre 1567 y 1568, también iba tomando forma la segunda guerra de religión en Francia. Aunque de menor magnitud, los conflictos armados no habían cesado en la región franca. El aparente intervalo de paz sucedido entre 1564 y 1567 y los sucedidos después no fueron otra cosa que descansos con rearmes para continuar esta guerra. La reactivación por segunda vez de estos grandes conflictos armados sucedió por el incumplimiento del Tratado de Ambois del 19 de marzo de 1566, las tensiones provocadas en las cortes europeas y la enconada disputa entre Luis I de Borbón (príncipe de Condé) y Enrique III (tercer hijo de Catalina de Medici, duque de Orleans, futuro rey de Polonia y luego de Francia tras morir su hermano Carlos IX)...

El conflicto se reactivó el 28 de septiembre de 1567 en la ciudad de Meaux (Isla de Francia). Aquel día tropas hugonotes, dirigidas por el príncipe Luis I de Borbón-Condé, intentaron  prender y secuestrar por sorpresa a la familia real Valois-Medici y al también familiar y cardenal católico Carlos de Lorena y Guisa. El ataque hizo daño pero no consiguió su objetivo y la regente Catalina de Medici ordenó la inmediata venganza y ejecución de los atacantes. Un ejército protestante y otro católico volvieron a enfrentarse el 10 de noviembre de 1567 en la batalla de Saint-Denis (Isla de Francia), donde el Condestable Anne de Montmorency, anteriormente detenido y encarcelado en la batalla de Dreux de 1562, fue herido de gravedad y falleció poco después.

La poderosa e influyente Catalina de Medici 

Su desvarío mental la llevó a nombrar a su tercer hijo varón Enrique de Valois, futuro rey de Polonia y después de Francia, como general del ejército franco-católico. El inexperto joven, que tenía dieciséis años recién cumplidos, favoreció el enojo de los generales católicos más avezados, el avance de los hugonotes y el teórico cese bélico con la aceptación del Tratado de Longjumeau el día 22 de marzo de 1568. Las condiciones escritas en este nuevo convenio, que retomaba lo redactado en el Tratado de Amboise del año 1566, fueron incumplidas de nuevo y no impidieron que la violencia reocupara toda Francia.

Tropas católicas intentaron sorprender y apresar al príncipe Luis I de Borbón-Condé por orden de Catalina de Medici el mes de julio siguiente, comenzando la catalogada como tercera guerra de religión francesa. Pero el príncipe Borbón, el almirante Gaspar de Coligny y otros dirigentes hugonotes lograron escapar y evadir la captura. Catalina de Medici firmó entonces un edicto revocando todas las concesiones dadas a los protestantes, prohibió todo credo que no fuera el católico y sobornó al príncipe Guillermo I de Orange-Nassau, enemistado con Felipe II de Austria, para que no ayudara con sus tropas a los protestantes franceses.

A mediados de marzo de 1569 se disputó la batalla de Jarnac (región de Poitou-Charentes) entre ejércitos de los dos bandos. Las tropas católicas, al mando del aún joven e inexperto Enrique de Valois que en esta ocasión hizo valer los consejos de sus generales, se impusieron a las de los protestantes, matando a su príncipe y comandante Luis I de Borbón-Condé.

Tras el descalabro, el almirante Gaspar de Coligny se puso al mando de los hugonotes, reorganizó el ejército derrotado, recibió ayuda de príncipes protestantes del Sacro Imperio Romano Germánico que guerreaban también con Felipe II de Austria y disputó con los católicos la batalla de Moncontour el 3 de octubre de 1569, de la que también salieron mal parados. Este nuevo descalabro hizo que los hugonotes se refugiaran en la ciudad portuaria de La Rochelle, en la costa atlántica, y que resistieran allí todos los embates de los mercenarios católicos.

La falta de dinero para continuar sufragando la guerra, las incesantes disputas entre el rey Carlos IX con su hermano menor Enrique de Valois, las discrepancias internas en su corte, la recuperación militar hugonote con la ayuda aportada por los nobles francos del antiguo Languedoc cátaro y su marcha hacia Paris con intención de tomar la ciudad, llevaron a la firma del Tratado de Saint-Germain el 8 de agosto de 1570. Este acuerdo reconocía el culto protestante, varios feudos controlados por los hugonotes, la devolución de sus propiedades confiscadas y el acceso de sus nobles a puestos de poder.

A partir de entoces los nobles católicos iniciaron relaciones amistosas con los aristócratas hugonotes, hasta el punto de invitar a entrar en la corte católica al almirante Gaspar de Coligny, días antes perseguido y odiado a muerte.. (sigue)

Para contactos profesionales o editoriales, escribir e-mail.

No hay comentarios:

Publicar un comentario