Mientras se desarrollaba el conflicto bélico en La Alpujarra granadina
entre 1567 y 1568, también iba tomando forma la segunda guerra de religión en
Francia. Aunque de menor magnitud, los conflictos armados no habían cesado en la
región franca. El aparente intervalo de paz sucedido entre 1564 y 1567 y los
sucedidos después no fueron otra cosa que descansos con rearmes para continuar
esta guerra. La reactivación por segunda vez de estos grandes conflictos
armados sucedió por el incumplimiento del Tratado de Ambois del 19 de marzo de
1566, las tensiones provocadas en las cortes europeas y la enconada disputa
entre Luis I de Borbón (príncipe de Condé) y Enrique III (tercer hijo de
Catalina de Medici, duque de Orleans, futuro rey de Polonia y luego de Francia
tras morir su hermano Carlos IX)...
El conflicto se reactivó el 28
de septiembre de 1567 en la ciudad de Meaux (Isla de Francia). Aquel día
tropas hugonotes, dirigidas por el príncipe Luis I de Borbón-Condé, intentaron prender y secuestrar por sorpresa a la familia
real Valois-Medici y al también familiar y cardenal católico Carlos de Lorena y
Guisa. El ataque hizo daño pero no consiguió su objetivo y la regente Catalina
de Medici ordenó la inmediata venganza y ejecución de los atacantes. Un
ejército protestante y otro católico volvieron a enfrentarse el 10 de noviembre
de 1567 en la batalla de Saint-Denis (Isla de Francia), donde el Condestable Anne
de Montmorency, anteriormente detenido y encarcelado en la batalla de Dreux de
1562, fue herido de gravedad y falleció poco después.
La poderosa e influyente Catalina de Medici |
Su desvarío mental la llevó a nombrar a su tercer hijo varón
Enrique de Valois, futuro rey de Polonia y después de Francia, como general del
ejército franco-católico. El inexperto joven, que tenía dieciséis años recién
cumplidos, favoreció el enojo de los generales católicos más avezados, el
avance de los hugonotes y el teórico cese bélico con la aceptación del Tratado
de Longjumeau el día 22 de marzo de 1568.
Las condiciones escritas en este nuevo convenio, que retomaba lo redactado en
el Tratado de Amboise del año 1566, fueron incumplidas de nuevo y no impidieron
que la violencia reocupara toda Francia.
Tropas católicas intentaron sorprender y apresar al príncipe Luis I
de Borbón-Condé por orden de Catalina de Medici el mes de julio siguiente,
comenzando la catalogada como tercera guerra de religión francesa. Pero el
príncipe Borbón, el almirante Gaspar de Coligny y otros dirigentes hugonotes lograron
escapar y evadir la captura. Catalina de Medici firmó entonces un edicto
revocando todas las concesiones dadas a los protestantes, prohibió todo credo
que no fuera el católico y sobornó al príncipe Guillermo I de Orange-Nassau,
enemistado con Felipe II de Austria, para que no ayudara con sus tropas a los
protestantes franceses.
A mediados de marzo de 1569
se disputó la batalla de Jarnac (región de Poitou-Charentes) entre ejércitos de
los dos bandos. Las tropas católicas, al mando del aún joven e inexperto
Enrique de Valois que en esta ocasión hizo valer los consejos de sus generales,
se impusieron a las de los protestantes, matando a su príncipe y comandante
Luis I de Borbón-Condé.
Tras el descalabro, el almirante Gaspar de Coligny se
puso al mando de los hugonotes, reorganizó el ejército derrotado, recibió ayuda
de príncipes protestantes del Sacro Imperio Romano Germánico que guerreaban
también con Felipe II de Austria y disputó con los católicos la batalla de
Moncontour el 3 de octubre de 1569, de la que también salieron mal parados.
Este nuevo descalabro hizo que los hugonotes se refugiaran en la ciudad
portuaria de La Rochelle ,
en la costa atlántica, y que resistieran allí todos los embates de los
mercenarios católicos.
La falta de dinero para continuar sufragando la guerra, las
incesantes disputas entre el rey Carlos IX con su hermano menor Enrique de
Valois, las discrepancias internas en su corte, la recuperación militar
hugonote con la ayuda aportada por los nobles francos del antiguo Languedoc
cátaro y su marcha hacia Paris con intención de tomar la ciudad, llevaron a la
firma del Tratado de Saint-Germain el 8
de agosto de 1570. Este acuerdo reconocía el culto protestante, varios
feudos controlados por los hugonotes, la devolución de sus propiedades
confiscadas y el acceso de sus nobles a puestos de poder.
A partir de entoces los nobles católicos
iniciaron relaciones amistosas con los aristócratas hugonotes, hasta el punto
de invitar a entrar en la corte católica al almirante Gaspar de Coligny, días
antes perseguido y odiado a muerte.. (sigue)
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