Avanzado el siglo X, la Hispania católica y norteña manifestaba una gran
inestabilidad monárquica, con su consiguiente deterioro político y moral. De
nuevo, las luchas entre clanes aristocráticas fueron actitud dominante para
conseguir posiciones elevadas junto a los tronos. La ausencia de personajes con
marcada autoridad favoreció la aparición de nobles deseosos de adueñarse de
territorios, incluso a cambio de rebajarse hasta extremos patéticos. A parir de
971 desfilaron por Córdoba
delegaciones católicas como las del conde Borrell II de Barcelona, el conde Gonzalo
de Astorga, el rey Sancho Garcés II de Navarra, el conde García Fernández de
Castilla, el conde Fernando Ansúrez de
Monzón (Huesca) y la regente doña Elvira de León...
Fallecido Al-Hakam II en 976, le sucedió su hijo Hisam II que sólo
tenía once años, cosa que relegó al niño sucesor y alentó las intrigas
palaciegas por el poder del califato. El gran favorecido por esta inestabilidad
fue Muhammad ibn Abi Amir, personaje de sangre fría y pocos escrúpulos que
eliminó a sus rivales y alcanzó el puesto de hayib o primer ministro.
Lo
llamaron al-Mansur bi-llah (el Victorioso gracias a Dios) por los triunfos de
sus ejércitos en el campo de batalla y a los cristianos católicos les daba
pavor oír su nombre, que decían Almanzor. Almanzor comenzó en 877 una gran serie
de campañas bélicas contra feudos hispanos del norte dominados por señores de
origen godo, supeditados a los dictados de Roma y la intendencia de Cluny.
Almanzor en Catalañazor (Soria), viera en su frente |
Los omeyas y los condes de la Marca Hispánica, simpatizantes del catarismo, tenían favorables relaciones desde hacía tiempo, pero la influencia de Cluny y el desarrollo de sus planes en esas tierras, junto con el poco prestigio del rey carolingio Luis V, hicieron que Almanzor y sus consejeros planearan una cruenta campaña contra el condado barcelonés.
Los
combatientes salieron de Córdoba el 5 de mayo de 985, pararon en Murcia dos
semanas y subieron por el litoral mediterráneo. Tropas del conde Borrell II les
salieron al paso intentando frenarlos y perecieron en el intento.
Los de
Almanzor cercaron Barcelona el 1 de julio y bombardearon su interior con miles
de cabezas de cristianos católicos asesinados durante su avance. El día 6
abatieron las murallas con almajaneques o manaqueles, asaltaron la ciudad,
saquearon su interior, pasaron a cuchillo una gran parte de sus habitantes y al
resto se los llevaron cautivos.
El reino de León también se encontraba resquebrajado por guerras
internas. El noble leonés Vermudo II y los condes gallegos se enfrentaban
contra Ramiro III, hijo de Sancho I, rey desde los cinco años y sobrino de la
regente doña Elvira de León. Doña Elvira fue abadesa del Monasterio de san
Salvador de León y estuvo asesorada por el alto clero leonés, en íntimo
contacto con los cluniacenses.
El 25 de septiembre de 985, al poco de lo
acaecido en Barcelona, Vermudo II entró triunfante en León como rey, escoltado
por tropas de al-Andalus que le ayudaron a ganar la guerra disputada con Ramiro
III.
Varias guarniciones de mercenarios y administradores bajo el mando
de Almanzor se quedaron protegiendo los territorios leoneses y cobrando un
tributo anual pactado. Pero en 987, asesorado por sus influyentes clérigos y
aprovechando que Almanzor estaba con sus tropas haciendo frente a una rebelión
en el norte de África, Vermudo II dejó de pagar el tributo y se comprometió con
los católicos cluniacenses.
En respuesta a este desafío, cuando regresó
Almanzor reunió a sus huestes y las dirigió hacia el reino de León, atacando
Coimbra, León, Zamora, Sahagún y Compostela. Sobre ésta última puso un especial
interés.
A pesar de sus convenios con la Santa Sede, algunos
reyes católicos aceptaron las condiciones de paz de Almanzor para poder
sobrevivir. Los pactos comenzaron pagándose con monedas y sumisión militar para
pasar a los enlaces familiares, incluso después de sangrientas guerras entre
los mismos protagonistas.
El rey navarro Sancho Garcés II Abarca entregó una
hija suya a Almanzor y los dos tuvieron un hijo llamado Abd al-Rhaman Sanyul,
conocido también como Abderramán Sanchuelo.
El mismo rey visitó la corte cordobesa
en 992 para confirmar obediencia a su yerno y a su nieto. Almanzor también se
casó en 993 con Teresa, no se sabe bien si hermana o hija del rey Vermudo II de
León, pero ésta no dio hijos al caudillo mahometano y pasó los últimos días de
su vida en un Monasterio de Oviedo.
La campaña bélica contra Compostela salió de Córdoba el día 3 de
julio de 997, pasó por Coria, Viseo y Oporto; aquí se reunió con los soldados
de infantería que habían viajado por mar en la gran flota islamita; y en
Galicia se añadieron las tropas dirigidas por nobles leoneses, contrarios a la
conducta del rey Vermudo II.
Después de arrasar Vigo y otras poblaciones, el
impresionante ejército ocupó Compostela el día 10 de agosto, sus aterrados
habitantes la habían abandonado días antes.
Durante una semana entera la ciudad
fue saqueada y destruida en su totalidad, incluyendo las murallas. Al concluir,
los asaltantes la prendieron fuego y se repartieron el abundante botín en la
ciudad lusitana de Lamego.
Como mensaje aleccionador para el catolicismo
trinitario y sus aliados, de aquel meticuloso destrozo sólo se salvó la cripta
con los restos de Prisciliano, Eucrocia, Felicísimo, Latroniano, Armenio,
Asarino y Aurelio, los siete mártires de Tréveris a quienes la Iglesia y el Imperio de
Roma ordenaron sesgar las cabezas el año 385.
Las crónicas musulmanas, mucho
más ajustadas a la verdad de lo sucedido que las católicas, contaron que el
caudillo Almanzor respetaba esta sepultura compartida de la misma manera que
detestaba el engaño y el beneficio que los católicos querían obtener con ella... (sigue)
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