La información que tenemos hoy sobre los antiguos germanos procede
de escritores como el griego Dion Casio y el romano Publio Cornelio Tácito. Sus
narraciones se basaron en los testimonios de legionarios que regresaban de las
campañas en Germania. En esta parte de la cartografía europea trazada por los
romanos había docenas de tribus que guerreaban entre sí habitualmente y cuyos
jefes de clan se odiaban a muerte. Durante los periodos de paz vivían aisladas
unas de otras en pequeños poblados nómadas, compuestos por pocas familias que
convivían con sus animales bajo el mismo techo...
Estos poblados se encontraban entre bosques espesos y difícilmente
transitables, repletos de árboles, ciénagas, frío y humedad. Un mapa
dificultoso e inadecuado para aplicar la logística y las tácticas militares
romanas. Roma tenía alrededor de un millón de habitantes al comienzo de nuestra
era y, tras varios siglos construyendo ciudades, vías de comunicación,
acueductos y una gran flota naval con miles de navíos, los romanos habían
dejado casi sin bosques la península Itálica y el contraste con Germania era
extremo. Pese a las malas condiciones, las legiones asentadas a orillas del río
Rin realizaron constantes incursiones antes de Cristo y lograron ocupar los
territorios de varias tribus germánicas. Unas eligieron revelarse, y otras
aliarse para vivir bajo la ley y el orden romanos.
Para asegurarse el sometimiento de los belicosos pueblos germanos,
los dirigentes romanos separaron a los niños aristócratas de sus familias y los
llevaron a Roma para adiestrarlos en su ejército. Así cumplían dos objetivos:
retenerlos como rehenes para suavizar el carácter de sus progenitores y, hechos
adultos, utilizarlos para representar el poder del Imperio en Germania. Los
queruscos fueron uno de los pueblos sometidos por esta táctica. Los legionarios
se llevaron a varios hijos de sus nobles y el que más destacó fue uno llamado
Arminio por los romanos y Hermann (hombre de guerra o guerrero) por los
germánicos.
|
Monumento a Arminio o Hermann en el bosque de Teutoburgo |
Arminio llegó a Roma con nueve o diez años, el año 7 ó 6 a.C. Después de aprender sus tácticas
militares y políticas, y combatir con éxito en varios frentes, regresó a Germania
el año 7 d.C., acompañando al
general y gobernador Publio Quintilio Varo, pariente del emperador Octavio Augusto,
elegido por él para el control de Germania. Durante los quince años en que
Arminio había obtenido la ciudadanía romana y el grado de capitán al mando de
la unidad de caballería Auxilia (formada por mercenarios germanos de origen
noble), los soldados romanos habían construido a orillas del río Weser (a unos
doscientos kilómetros al noroeste del Rin) otra gran base militar para el
asentamiento en verano de tres legiones y personal civil.
Las legiones destacadas en Germania eran la XVII, la XVIII y la XIX, con unos veinte mil
soldados. Como sucedía en Hispania y otras provincias en conquista, con ellas
iban grandes cantidades de material, personal de intendencia y civiles con sus
familias: herreros, carpinteros, mercaderes, recaudadores de impuestos, etcétera.
Pese a lo logrado años antes, la mayor parte de las tribus germanas continuaban
viviendo igual, al margen del control imperial. Las que pactaron eran sangradas
por el sistema tributario impuesto por Publio Quintilio Varo, que les quitaba
sus pocas pertenencias y reservas alimentarias para sobrevivir. Estas tribus
robaban por necesidad lo que era suyo y muchos fueron capturados, juzgados,
crucificados y sus aldeas quemadas.
Ante esta situación, Arminio continuó con sus obligaciones como
oficial romano de caballería y, a la vez, reunió a numerosas tribus germánicas
para luchar juntas contra las tropas legionarias. Esta doble jugada del
aristócrata romano-germánico Arminio tuvo su desenlace en el bosque de
Teutoburgo. En septiembre del año 9 d.C.,
las legiones XVII, XVIII y XIX, junto a la población civil y la intendencia que
los acompañaba, recogieron el campamento de verano junto al río Weser y
marcharon hacia el de invierno a la vera del Rin. Cuando las tres legiones
penetraron en el bosque de Teutoburgo, los germanos, bien organizados, atacaron
por sorpresa y en grupos de guerrilla distintos puntos de la larga fila romana,
dividiéndola y confundiéndola.
Entre la espesura, hostigaron sin descanso a los soldados
imperiales, asesinándolos, mutilándolos y saqueándolos sin piedad. Más de tres
cuartas partes de ellos murieron en aquel bosque, los pocos miles que lograron
salir de él fueron rodeados en la llanura y rematados por otros grupos
germánicos que los esperaban. Uno de los que salió era el gobernador Publio
Quintilio Varo, quien prefirió suicidarse en el campo de batalla a morir a
manos de los germanos... (sigue)
Para contactos editoriales o profesionales, escribir email
No hay comentarios:
Publicar un comentario