Isabel de Aragón y Castilla, reina consorte de Portugal e hija
mayor de los Reyes Católicos, se quedó preñada de un hijo del rey portugués
Manuel I el Afortunado. Como si fuera parte de una innombrable maldición o el
cobro del Diablo por los servicios prestados, el 23 de agosto de 1498 moría Isabel en el parto de su vástago,
llamado Miguel de la Paz
en recuerdo de los acuerdos alcanzados entre los reinos de Portugal y Castilla
y León...
El pequeño Miguel de la
Paz murió poco antes de cumplir los dos años, de haber vivido
la vida que de él se esperaba, habría sido rey de toda Hispania, de los territorios
mediterráneos de la Corona
de Aragón y de los ocupados en ultramar para sus respectivos reinos por conquistadores
castellanos y portugueses.
Esta nueva tragedia sufrida por los Reyes Católicos no les impidió
dar otro paso adelante en su política xenófoba. Lo hicieron con una real pragmática
o ley contra los gitanos. Fue dictada el 4
de octubre de 1499 en el castillo de la Mota de Medina del Campo (Valladolid), su residencia
oficial.
Migraciones del pueblo gitano desde India por la Ruta de la Seda |
Congruentes investigaciones ponen el origen de este pueblo en el norte
de la India ,
Nepal y el Tíbet, aunque el término gitano deriva de egipciano, que significa
de Egipto, lugar del que se les creía originarios. Los gitanos emigraron
durante generaciones hasta llegar a Europa, donde al principio fueron
respetados por su misterioso origen y sus facultades místicas y artísticas. Pero
a finales del siglo XV esta pragmática real, con tres avisos o amenazas,
estableció para esta etnia de piel oscura, particulares costumbres, nómada,
independiente y difícil de controlar:
Mandamos a los egipcianos que andan vagando por nuestros reinos y
señoríos con sus mujeres e hijos, que del día que esta ley fuera notificada y
pregonada en nuestra corte, y en las villas, lugares y ciudades que son cabeza
de partido hasta sesenta días siguientes, cada uno de ellos viva por oficios
conocidos que mejor supieran aprovecharse, estando atada en lugares donde
acordasen asentar o tomar vivienda de señores a quien sirvan, y los den lo que
hubiese menester y no anden más juntos vagando por nuestros reinos como lo
facen, o dentro de otros sesenta días primeros siguientes, salgan de nuestros
reinos y no vuelvan a ellos en manera alguna, so pena de que si en ellos fueren
hallados o tomados sin oficios o sin señores juntos, pasados los dichos días,
que den a cada uno cien azotes por la primera vez, y los destierren
perpetuamente destos reinos; y por la segunda vez, que les corten las orejas, y
estén sesenta días en las cadenas, y los tornen a desterrar, como dicho es, y
por la tercera vez, que sean cautivos de los que los tomasen por toda la vida.
Con la llegada del año 1500 y el nuevo siglo la telaraña del poder
y el comercio mundiales siguió tejiéndose poco a poco con más exploraciones,
matrimonios regios, decretos represivos y guerras. El 30 de octubre de 1500 la joven María de Aragón y Castilla, hija de
los Reyes Católicos con dieciocho años, se unía en matrimonio con el rey Manuel
I el Afortunado, viudo desde 1498 de su hermana mayor Isabel. De esta manera se
volvían a rehacer los vínculos familiares, dinásticos y lucrativos entre los
reinos de Portugal y de Castilla y Aragón. Y la infructuosa descendencia
obtenida por Manuel con la hija mayor de los Reyes Católicos se vio
recompensada por los diez hijos vivos que tendría María, muchos con un papel relevante
en la Europa renacentista.
A principios del año 1501,
en una carta enviada a su superior Lorenzo di Pierfrancesco de Medici, Amerigo
Vespucci dice trasladarse a Lisboa desde Sevilla por pedírselo el rey Manuel I
de Portugal el Afortunado (casado el 30 de octubre de 1500 en segundas nupcias
con María de Castilla y Aragón, cuarta hija de los Reyes Católicos), para
servir como comerciante y observador al servicio de los Medici florentinos.
Otro ventajoso movimiento en la política internacional de Isabel y
Fernando llegó el 14 de noviembre de
1501, ese día se celebró la boda del príncipe Arturo, hijo del rey Enrique
VII de Inglaterra, con Catalina de Aragón y Castilla, la última hija legítima
de los Reyes Católicos, nacida en el palacio arzobispal de Alcalá de Henares
(Madrid) y la más parecida a ella en el físico y en el carácter.
Este
matrimonio tampoco duró mucho, el delicado Arturo murió en abril de 1502 por
una enfermedad diagnosticada entonces como fiebre del sudor, muy posiblemente
malaria. No obstante, los intereses de ambas coronas, tanto en lo tocante al
reparto mundial como al aislamiento del Reino Franco, hicieron negociar el
futuro matrimonio de la viuda Catalina de diecisiete años. Barajadas la
posibilidades acordaron casarla con Enrique, hermano de Arturo que entonces
tenía once años, tras la muerte de su padre. Tal cosa sucedería en 1509 y
Enrique subiría al trono inglés con el número VIII... (sigue)
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