martes, 8 de agosto de 2006

Más xenofobia y esclavitud, América y un gran hospital para peregrinos

Isabel de Aragón y Castilla, reina consorte de Portugal e hija mayor de los Reyes Católicos, se quedó preñada de un hijo del rey portugués Manuel I el Afortunado. Como si fuera parte de una innombrable maldición o el cobro del Diablo por los servicios prestados, el 23 de agosto de 1498 moría Isabel en el parto de su vástago, llamado Miguel de la Paz en recuerdo de los acuerdos alcanzados entre los reinos de Portugal y Castilla y León...
 
El pequeño Miguel de la Paz murió poco antes de cumplir los dos años, de haber vivido la vida que de él se esperaba, habría sido rey de toda Hispania, de los territorios mediterráneos de la Corona de Aragón y de los ocupados en ultramar para sus respectivos reinos por conquistadores castellanos y portugueses.

Esta nueva tragedia sufrida por los Reyes Católicos no les impidió dar otro paso adelante en su política xenófoba. Lo hicieron con una real pragmática o ley contra los gitanos. Fue dictada el 4 de octubre de 1499 en el castillo de la Mota de Medina del Campo (Valladolid), su residencia oficial.

Migraciones del pueblo gitano desde India por la Ruta de la Seda

Congruentes investigaciones ponen el origen de este pueblo en el norte de la India, Nepal y el Tíbet, aunque el término gitano deriva de egipciano, que significa de Egipto, lugar del que se les creía originarios. Los gitanos emigraron durante generaciones hasta llegar a Europa, donde al principio fueron respetados por su misterioso origen y sus facultades místicas y artísticas. Pero a finales del siglo XV esta pragmática real, con tres avisos o amenazas, estableció para esta etnia de piel oscura, particulares costumbres, nómada, independiente y difícil de controlar:

Mandamos a los egipcianos que andan vagando por nuestros reinos y señoríos con sus mujeres e hijos, que del día que esta ley fuera notificada y pregonada en nuestra corte, y en las villas, lugares y ciudades que son cabeza de partido hasta sesenta días siguientes, cada uno de ellos viva por oficios conocidos que mejor supieran aprovecharse, estando atada en lugares donde acordasen asentar o tomar vivienda de señores a quien sirvan, y los den lo que hubiese menester y no anden más juntos vagando por nuestros reinos como lo facen, o dentro de otros sesenta días primeros siguientes, salgan de nuestros reinos y no vuelvan a ellos en manera alguna, so pena de que si en ellos fueren hallados o tomados sin oficios o sin señores juntos, pasados los dichos días, que den a cada uno cien azotes por la primera vez, y los destierren perpetuamente destos reinos; y por la segunda vez, que les corten las orejas, y estén sesenta días en las cadenas, y los tornen a desterrar, como dicho es, y por la tercera vez, que sean cautivos de los que los tomasen por toda la vida.

Con la llegada del año 1500 y el nuevo siglo la telaraña del poder y el comercio mundiales siguió tejiéndose poco a poco con más exploraciones, matrimonios regios, decretos represivos y guerras. El 30 de octubre de 1500 la joven María de Aragón y Castilla, hija de los Reyes Católicos con dieciocho años, se unía en matrimonio con el rey Manuel I el Afortunado, viudo desde 1498 de su hermana mayor Isabel. De esta manera se volvían a rehacer los vínculos familiares, dinásticos y lucrativos entre los reinos de Portugal y de Castilla y Aragón. Y la infructuosa descendencia obtenida por Manuel con la hija mayor de los Reyes Católicos se vio recompensada por los diez hijos vivos que tendría María, muchos con un papel relevante en la Europa renacentista.

A principios del año 1501, en una carta enviada a su superior Lorenzo di Pierfrancesco de Medici, Amerigo Vespucci dice trasladarse a Lisboa desde Sevilla por pedírselo el rey Manuel I de Portugal el Afortunado (casado el 30 de octubre de 1500 en segundas nupcias con María de Castilla y Aragón, cuarta hija de los Reyes Católicos), para servir como comerciante y observador al servicio de los Medici florentinos.

Otro ventajoso movimiento en la política internacional de Isabel y Fernando llegó el 14 de noviembre de 1501, ese día se celebró la boda del príncipe Arturo, hijo del rey Enrique VII de Inglaterra, con Catalina de Aragón y Castilla, la última hija legítima de los Reyes Católicos, nacida en el palacio arzobispal de Alcalá de Henares (Madrid) y la más parecida a ella en el físico y en el carácter.

Este matrimonio tampoco duró mucho, el delicado Arturo murió en abril de 1502 por una enfermedad diagnosticada entonces como fiebre del sudor, muy posiblemente malaria. No obstante, los intereses de ambas coronas, tanto en lo tocante al reparto mundial como al aislamiento del Reino Franco, hicieron negociar el futuro matrimonio de la viuda Catalina de diecisiete años. Barajadas la posibilidades acordaron casarla con Enrique, hermano de Arturo que entonces tenía once años, tras la muerte de su padre. Tal cosa sucedería en 1509 y Enrique subiría al trono inglés con el número VIII... (sigue)


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