En estas condiciones se hallaron las cofradías de
trabajadores y artesanos, cada uno de los cuales era definido como germà
(hermano en catalán y valenciano), término que dio nombre a sus cofradías y a
la guerra que protagonizaron.
La fatídica peste, la ausencia de autoridades abusivas y la
necesidad de defenderse de los piratas norteafricanos revolucionaron a las
comunidades de trabajadores valencianos, quienes ocuparon el gobierno de la ciudad
y crearon la Junta
de los Trece o Tretzena,
consejo basado en las sociedades de los primeros cristianos y los cátaros del
medievo. Fernando el Católico había concedido a los cofrades valencianos la
formación de milicias con sus componentes para defender las costas de saqueos
berberiscos, este privilegio y el armamento facilitarían la guerra y la haría
más sañuda.
Guerras de las Germanías y las Comunidades del siglo XVI |
Desde su provisional gobierno, la Junta de los Trece reclamó para Valencia un
régimen comunal, la desaparición del trabajo especulador de la burguesía
independiente, medidas para impedir los abusos de la nobleza, mayor
intervención en el gobierno, el derecho a utilizar armas y la creación un
cuerpo militar compuesto por cofrades de la propia hermandad para defender las
costas valencianas.
Carlos V mantuvo los privilegios de los hermanados valencianos y
éstos le reconocieron como soberano sin que jurara antes los fueros en la
ciudad, enviando a su preceptor, cardenal y futuro papa Adriano de Utrech
(Adriano VI) para resolver esos asuntos. La nobleza se opuso, redactó otros
fueros y nombró como virrey de Valencia a Diego Hurtado de Mendoza y Lemos,
noble culto y militar, segundo hijo del cardenal Pedro González de Mendoza,
nieto del marqués de Santillana Íñigo López de Mendoza y conde de Mélito (Nápoles).
El virrey llegó a Valencia en mayo de 1520 para tomar posesión de su cargo,
pero los hermanados no lo reconocieron como autoridad y entablaron varias
escaramuzas sangrientas con tropas de la nobleza.
La rebelión del pueblo se extendió, produciéndose una guerra
abierta en la región que produjo episodios como la creación de otras juntas, el
saqueo de tierras y haciendas señoriales, el asalto y la quema de la morería
valenciana, el asesinato de mudéjares, la derrota de las tropas reales y la
expulsión del virrey Diego Hurtado de Mendoza y Lemos en 1521. Posteriormente,
las discrepancias y descoordinaciones entre las juntas creadas, junto al apoyo
prestado por la aristocracia castellana y andaluza a la valenciana, llevaron a
su regreso a Valencia con refuerzos militares varios meses después. El 1 de
noviembre y tras muchas negociaciones, la Junta de los Trece no tuvo más remedio que
aceptar las condiciones impuestas, que incluían el desarme de los hermanados y
la recomposición de la Junta
por nuevos miembros más afines la virrey.
Los más involucrados en la revuelta huyeron y continuaron
guerreando por los pueblos de los contornos e incluso haciendo incursiones en
la capital. La derrota general de las hermandades o germanías sucedió el año
1523, después de acabar muchos de sus cabecillas vencidos, ejecutados o
asesinados y de ser nombrada Germana de Foix virreina de Valencia por el
emperador Carlos V. Germana de Foix, segunda esposa y viuda del rey Fernando II
de Aragón, casada por esas fechas en segundas nupcias con el marqués Fernando
de Brandeburgo (Alemania), dictaminó una cruel represión contra los
trabajadores hermanados de Valencia, muchos de ellos parientes de cátaros
supervivientes en la Edad
Media , y marcó con su nombre, de forma irónica, el fin de la Guerra de las Germanías.
La represión desarrollada para el fin de este conflicto tuvo duros
factores penales y económicos. En primer lugar fueron ejecutados en público los
máximos responsables aún vivos y cientos de cofrades levantados en armas y
detenidos. En segundo, al pueblo de Valencia, compuesto en su mayoría por
cofradías de trabajadores y artesanos, se le impuso una multa colectiva de
doscientos mil ducados de oro, a los demás pueblos participantes en la guerra
también se les impondrían multas según su tamaño y el número de hermandades
participantes en la guerra. Estas impresionantes sumas de dinero endeudarían a
las cofradías valencianas durante generaciones, empobreciendo la industria y el
comercio de la zona... (sigue)
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