miércoles, 8 de agosto de 2007

Germanías: hermandades valencianas

La Guerra de las Germanías comenzó en Valencia el año 1519 paralelamente a la elección de Carlos de Gante como emperador el día 22 de junio. Las poblaciones, de etnia cátara la mayoría y con una mentalidad trabajadora, comunal y resistente, se oponían sobre todo a la aristocracia y a sus vasallos mudéjares. Ese mismo año, una nueva y oportuna epidemia de peste llegó a Valencia, matando por contagio a buena parte de su población. Las autoridades de la nobleza y sus comitivas no tardaron en huir de la ciudad, dejándola con Dios y debilitada ante un posible ataque de los piratas berberiscos o bereberes del norte de África...

En estas condiciones se hallaron las cofradías de trabajadores y artesanos, cada uno de los cuales era definido como germà (hermano en catalán y valenciano), término que dio nombre a sus cofradías y a la guerra que protagonizaron.

La fatídica peste, la ausencia de autoridades abusivas y la necesidad de defenderse de los piratas norteafricanos revolucionaron a las comunidades de trabajadores valencianos, quienes ocuparon el gobierno de la ciudad y crearon la Junta de los Trece o Tretzena, consejo basado en las sociedades de los primeros cristianos y los cátaros del medievo. Fernando el Católico había concedido a los cofrades valencianos la formación de milicias con sus componentes para defender las costas de saqueos berberiscos, este privilegio y el armamento facilitarían la guerra y la haría más sañuda.

Guerras de las Germanías y las Comunidades del siglo XVI

Desde su provisional gobierno, la Junta de los Trece reclamó para Valencia un régimen comunal, la desaparición del trabajo especulador de la burguesía independiente, medidas para impedir los abusos de la nobleza, mayor intervención en el gobierno, el derecho a utilizar armas y la creación un cuerpo militar compuesto por cofrades de la propia hermandad para defender las costas valencianas.

Carlos V mantuvo los privilegios de los hermanados valencianos y éstos le reconocieron como soberano sin que jurara antes los fueros en la ciudad, enviando a su preceptor, cardenal y futuro papa Adriano de Utrech (Adriano VI) para resolver esos asuntos. La nobleza se opuso, redactó otros fueros y nombró como virrey de Valencia a Diego Hurtado de Mendoza y Lemos, noble culto y militar, segundo hijo del cardenal Pedro González de Mendoza, nieto del marqués de Santillana Íñigo López de Mendoza y conde de Mélito (Nápoles). El virrey llegó a Valencia en mayo de 1520 para tomar posesión de su cargo, pero los hermanados no lo reconocieron como autoridad y entablaron varias escaramuzas sangrientas con tropas de la nobleza.

La rebelión del pueblo se extendió, produciéndose una guerra abierta en la región que produjo episodios como la creación de otras juntas, el saqueo de tierras y haciendas señoriales, el asalto y la quema de la morería valenciana, el asesinato de mudéjares, la derrota de las tropas reales y la expulsión del virrey Diego Hurtado de Mendoza y Lemos en 1521. Posteriormente, las discrepancias y descoordinaciones entre las juntas creadas, junto al apoyo prestado por la aristocracia castellana y andaluza a la valenciana, llevaron a su regreso a Valencia con refuerzos militares varios meses después. El 1 de noviembre y tras muchas negociaciones, la Junta de los Trece no tuvo más remedio que aceptar las condiciones impuestas, que incluían el desarme de los hermanados y la recomposición de la Junta por nuevos miembros más afines la virrey.

Los más involucrados en la revuelta huyeron y continuaron guerreando por los pueblos de los contornos e incluso haciendo incursiones en la capital. La derrota general de las hermandades o germanías sucedió el año 1523, después de acabar muchos de sus cabecillas vencidos, ejecutados o asesinados y de ser nombrada Germana de Foix virreina de Valencia por el emperador Carlos V. Germana de Foix, segunda esposa y viuda del rey Fernando II de Aragón, casada por esas fechas en segundas nupcias con el marqués Fernando de Brandeburgo (Alemania), dictaminó una cruel represión contra los trabajadores hermanados de Valencia, muchos de ellos parientes de cátaros supervivientes en la Edad Media, y marcó con su nombre, de forma irónica, el fin de la Guerra de las Germanías.

La represión desarrollada para el fin de este conflicto tuvo duros factores penales y económicos. En primer lugar fueron ejecutados en público los máximos responsables aún vivos y cientos de cofrades levantados en armas y detenidos. En segundo, al pueblo de Valencia, compuesto en su mayoría por cofradías de trabajadores y artesanos, se le impuso una multa colectiva de doscientos mil ducados de oro, a los demás pueblos participantes en la guerra también se les impondrían multas según su tamaño y el número de hermandades participantes en la guerra. Estas impresionantes sumas de dinero endeudarían a las cofradías valencianas durante generaciones, empobreciendo la industria y el comercio de la zona... (sigue)


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