Mientras los intelectuales jesuitas movían sin cesar neuronas y
plumas para establecer la
Ratio Studiorum y la Polémica de Auxiliis, se disputaba la octava,
última y más larga guerra de religión en Francia, con casi quince años de
duración ininterrumpida, entre 1585 y 1598, llamada Guerra de los Tres Enriques
por sus tres protagonistas parientes y de igual nombre: el rey Enrique III de
Francia, el rey de Navarra Enrique de Borbón y el duque Enrique de Guisa...
Tras intentar la invasión de Amberes en enero de 1583 y ser
derrotado, Francisco de Valois Medici
enfermó de tuberculosis, regresó a París y, antes de morir el 19 de junio de 1584, se reconcilió con
su hermano Enrique III de Francia. Muerto su hermano menor, sin hijos y
haciendo uso del rencor profesado a su madre Catalina de Medici, el rey Enrique
III nombró heredero al trono de Francia a su primo hugonote Enrique de Borbón y
Albret. Nada más saberlo la
Santa Liga católica o de París retomó la actividad política sufragada
por el Vaticano y sus aliados católicos.
Procesión de la Santa Liga de Paris en 1590 (cuadro anómimo) |
En 1585, el rey Enrique III fue coaccionado por la
Santa Liga para revocar el nombramiento
sucesor de Enrique de Borbón y los privilegios concedidos a los hugonotes
francos, dando lugar a la octava guerra. El rey navarro Enrique de Borbón se
puso al mando del ejército hugonote y derrotó a las tropas católicas en la batalla
de Coutras (Aquitania) el año 1587. Tras este desastre, la rivalidad por el
poder y el odio entre los godos francos Enrique III de Francia y el duque
Enrique de Guisa se acrecentó.
Durante este año, y pese a sus alianzas a favor del catolicismo en
las Guerras de Religión Francesas, se produjo también la primera ofensiva de la
monarquía hispana de los Austrias contra los jesuitas infiltrados en sus
comitivas. El Consejo de la
Suprema y General Inquisición Hispana, cuyos miembros fueron
elegidos por el rey Felipe II, dio orden al padre Jerónimo Roca, provincial
jesuita del Reino de Aragón, de no dejar salir del reino a ningún religioso de la Compañía de Jesús sin dar
noticia de ello a la
Inquisición Española; institución que puso veto de igual
manera a la publicación de textos y tratados jesuitas como la citada Ratio,
plan de instrucción promovido por orden del general jesuita Claudio Acquaviva.
El 10 de mayo de 1588,
pese a la negativa del rey Enrique III, el duque Enrique de Guisa entró triunfante
con sus huestes en París y respaldado por los jefes de la Santa Liga católica. El
rey Enrique III, desconfiado y temiendo por su vida, mandó venir a la ciudad a
varios regimientos de mercenarios a su servicio. El día 12 se alzaron las
primeras barricadas en los principales puntos defensivos de París. La organización
de esta sublevación fue dirigida por el parisino Consejo de los Dieciséis,
grupo radical de la Santa
Liga católica formado un jefe de cada barrio de los dieciséis
que tenía París.
La logia de Los Dieciséis tenía encomendadas misiones políticas,
bélicas, policiales y progapandísticas, pues sus buenos predicadores o demagogos
excitaban el fanatismo religioso entre los parisinos y lo extendían por
Francia. Ensalzaron al duque Enrique de Guisa como paladín libertador y al rey
Enrique III lo acusaron de ser vicioso homosexual y de estar pervertido
moralmente por nombrar heredero suyo al hugonote Enrique de Borbón.
Este día es conocido como Día de las Barricadas por ser la primera
vez que se levantaron en París estructuras de este tipo para la guerra en
ciudad. Las barricas, toneles o cubas de madera para elaborar vino, fueron los
recipientes más usados para construirlas y de éstas le viene el nombre. A estas
se añadieron carruajes volcados, muebles, palos, piedras, adoquines, sacos o
equinos muertos, y tanto su estructura improvisada y adornada por las revueltas
populares, como su generalizada desorganización y bravura a pecho descubierto
de pintorescos personajes del pueblo, persistirían hasta la Segunda Guerra Mundial del
siglo XX.
Finalizada esta jornada, murieron varias docenas de mercenarios
reales, el duque Enrique de Guisa se alzó como paladín católico, el rey Enrique
III abandonó humillado el Palacio del Louvre y se refugió en el castillo de
Blois (a unos ciento sesenta kilómetros de distancia hacia el suroeste, cerca
de Tours y a orillas del río Loira), y el Consejo de los Dieciséis se hizo con
el control de París sustituyendo los altos cargos reales por fanáticos miembros
de la Santa Liga
e implantando severas rondas de vigilancia y castigo. La revuelta se extendió
por otras ciudades de Francia y degeneró en guerra añadida entre católicos
intransigentes y la monarquía de Enrique III.
Aprovechando la victoria, la Santa
Liga de París obligó al rey Enrique III a firmar el día 15 de julio de 1588 el Edicto de Unión,
obligándole sus párrafos a otorgar el mando del ejército franco al duque
Enrique de Guisa, a convocar en Blois los Estados Generales de Francia para
recomponer los nuevos impuestos del reino y a no establecer ninguna tregua ni
pacificación con los herejes hugonotes.
El Edicto de Unión recibió apoyo del rey Felipe II de Austria a
través de su embajador Bernardino de Mendoza, un aristócrata nacido en
Guadalajara y adiestrado en la
Universidad de Alcalá de Henares que organizó y sufragó
revueltas y acciones violentas contra intereses y vasallos del monarca Enrique
III de Francia.
Los Estados Generales de Francia estaban compuestos por una
asamblea nacional cuya función principal era aprobar el sistema tributario del
reino, sus componentes pertenecían a tres castas o estados sociales: el clero,
la nobleza y el tercer estado o población pagadora de impuestos y sin los
grandes privilegios de las otras dos castas superiores. Los Estados Generales
franceses se convocaron por primera vez el año 1302 bajo mando del rey Felipe
IV de Francia y I de Navarra, descendiente de la dinastía franca de los Capeto,
y tuvieron gran influencia durante el siglo XIV y principios del XV. Enrique
III eligió la ciudad de Blois como sede de los Estados Generales entre 1576 y
1588, y acabaron disueltos el año 1789 con la eclosión de la trágica Revolución
francesa y sus radicales cambios sociales.
Enrique III convocó los Estados Generales en Blois unos meses
después. Asistieron cabecillas de los tres estados, entre ellos el duque
Enrique de Guisa y su hermano menor el cardenal Luis de Guisa o de Lorena. Expuestos
y debatidos los tributos o tasas del reino por los asistentes, que en su
mayoría estaban a favor de la Santa Liga
católica, le fueron negados al monarca las contribuciones que exigía.
Acorralado económica y políticamente, Enrique
III citó en su castillo a los hermanos Enrique y Luis de Guisa el día 23 de diciembre de 1588. Mientras
esperaban para entrevistarse con él, un grupo de soldados de su guardia asesinó
al duque Enrique de Guisa allí mismo y apresó a su hermano Luis, ejecutándolo
al día siguiente, día católico de Nochebuena... (sigue)
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