martes, 3 de marzo de 2009

El Inmenso Océano Comercial

La palabra piratería define la organización del crimen y el pillaje marítimos, una práctica tan antigua como la navegación. Es muy posible que el vocablo pirata tenga su origen en la voz latina pyra: la hoguera o pira que servía para incinerar un cadáver y la que se utilizaba para quemar víctimas en los sacrificios humanos, pues, para deshacer las pruebas de su asalto, los antiguos piratas grecorromanos quemaban las naves abordadas después de quedarse con el botín y someter a sus ocupantes vivos...
 
Los organizados piratas berberiscos y turcos, navegando en galeras remadas por esclavos no musulmanes y con puertos cercanos para protegerse y reabastecerse como los de Tánger, Orán, Argel, Túnez y Trípoli, sembraron el terror en las costas del oeste mediterráneo entre los siglos XIV y XIX y también en las costas atlánticas de Galicia, Irlanda, las islas Feroe (hoy de Dinamarca) e incluso las de Islandia.

Berberiscos abordando nave europea, Andries van Eetvelt, s.XVII

Consecuencias de la piratería musulmana son la Orden Real y Militar de Nuestra Señora de la Merced y de la Redención de Cautivos, más conocida como Orden de la Merced, y la Orden de la Santísima Trinidad y de la Redención de Cautivos, más nombrada Orden Trinitaria, dos congregaciones católicas que se encargaron de reunir los rescates exigidos por los piratas islamitas y a intercambiar a sus componentes por los rehenes cuando no lograban reunirlos; los Caminos de Ronda creados en los litorales mediterráneos para prevenir su llegada, muchos de los cuales aún pueden recorrerse andando, y las numerosas torres o atalayas de vigilancia que siguen en pie; la extraordinaria batalla de Lepanto o Naupacto, colosal intento por acabar con la piratería islamita en el año 1571; y la popular frase “no hay moros en la costa”, empleada para indicar que no hay peligro en algún lugar o con algunas personas.

Relevantes son también los más nombrados corsarios musulmanes al servicio del Imperio Otomano: Los Hermanos Barbarroja, que eran rubios o pelirrojos por descender de los aristócratas germanos que se asentaron el siglo V en norte de África con el rey vándalo Genserico. Los Barbarroja se llamaban Ishaq, Aruj, Ilias y Jaireddín, y se formaron luchando en el Mediterráneo contra los soldados de la Orden de Rodas, antes llamada Orden del Hospital de San Juan de Jerusalén, trasladada a la Isla de Rodas el año 1309 después de perder el Reino Latino de Jerusalén en la Batalla de Acre de 1291, frente a las tropas del sultán mameluco Qalawun Malik al-Mansur.

A partir de su traslado a Rodas, los miembros de esta orden militar, con licencia corsaria en nombre de la Iglesia Católica, se dedicaron a atacar poblaciones y barcos tanto musulmanes como cristianos ortodoxos con sus galeras remadas por esclavos y a comerciar con ellos, obteniendo grandes beneficios económicos hasta finalizar el año 1522, cuando capitularon y abandonaron la isla ante el implacable sitio mantenido por los navíos de guerra del sultán Suleymán o Solimán I el Magnífico.

Entre los cuatro Hermanos Barbarroja destacaron Aruj y Jaireddín. Aruj brilló como corsario y gobernador de Argél, y fue conocido como Baba Aruj (Padre Aruj) por el buen trato que ofreció a los refugiados que emigraron por mar desde Hispania al norte de África tras las Pragmáticas firmadas por los Reyes Católicos contra los musulmanes de Castilla los días 14 y 17 de febrero de 1502. Aruj murió en la Batalla de Tremecén (Argelia), disputada en 1518 contra los barcos de guerra hispanos que asediaron su costa. Su hermano pequeño Jaireddín ocupó su puesto y continuó la misión.

Los grandes éxitos obtenidos por Jeireddín en sus enfrentamientos con las flotas católicas por todo el Mediterráneo hicieron que el sultán otomano Solimán I el Magnífico lo nombrara almirante de su flota y gobernador de las tierras otomanas del norte de África. Jeireddín llegó a empequeñecer las hazañas bélicas de su hermano Aruj, siendo una pesadilla para los enemigos católicos y un gran apoyo para el rey Francisco I de Francia, aliado con el sultán Soleimán I, y murió retirado en su palacio de Estambul con setenta y un años.

Se define como corsarios, derivación de la palabra latina cursus (carrera), a los navegantes que tenían un permiso concedido por el gobierno de una nación llamado Carta de Marca o Patente de Corso. La misión de esos mercenarios patentados, gran parte de ellos procedentes de la baja nobleza europea, era asaltar y desvalijar las poblaciones costeras y los barcos mercantes de las naciones enemigas de su gobierno pagador, quedándose una buena parte del botín obtenido.

Gracias a la financiación recibida por grandes banqueros y mercaderes judíos, como la familia florentina Frescobaldi, y a la centralizada administración de su reino, bajo el gobierno del rey Enrique VIII de Inglaterra se fundó la Armada Real Inglesa, triplicando los barcos de guerra que la formanban hasta entonces y construyendo las primeras grandes naves con cañones de largo alcance. Para facilitar la navegación de la flota corsaria inglesa se construyeron numerosos puertos, astilleros y faros en las costas de las Islas Británicas. Estas infraestructuras navales serían la base del dominio marítimo del Imperio Británico durante los siglos siguientes, aferrado siempre a la ideología pseudorreligiosa protestante... (sigue)

Para contactos profesionales o editoriales, escribir e-mail.

No hay comentarios:

Publicar un comentario