Se suele tomar a la
Edad Media como etapa que va desde el siglo V hasta el XV,
con mil años de atraso, incultura e ignorancia entre la gloria de la Antigüedad Clásica y el Renacimiento.
Sin embargo, la travesía efectuada hasta ahora nos la muestra como Edad de Grandeza Espiritual Colectiva en contraposición a la usura, la soberbia y los
abusos de una casta patricia y minoritaria, al servicio de un dios demente.
A mediados del siglo XV, Francia iba cobrando forma de la mano de Juana de Arco, también
llamada la Doncella
de Orleans, y bajo el mandato del rey franco Carlos VII el Bienservido. Juana
de Arco procedía de una familia campesina de Domrémy (Lorena), en el noroeste
de Francia, zona de las revueltas campesinas de los jacobos buenoshombres a mediados del siglo anterior...
Según las acostumbradas crónicas, cuando tenía trece años confesó haber
oído la voz de Dios y, a continuación, haber visto y haber hablado regularmente
con san Miguel, santa Catalina de Alejandría y santa Margarita. Cuando los
ingleses asediaban Orleans en 1429, todas esas voces le traspasaron la misión
divina de ayudar al futuro rey de Francia Carlos VII, todavía en situación
inestable por la Guerra
de los Cien Años.
Los cronistas enfatizaron que varios teólogos católicos
partidarios del rey franco aprobaron sus demandas sin cuestionarlas demasiado,
la pusieron al frente de un ejército, levantó el asedio de los ingleses en
Orleans, los venció en la decisiva batalla de Patay y los hizo retroceder hacia
el norte. Ante la negativa de Carlos VII de continuar guerreando contra los
ingleses, por haber conseguido ser coronado rey el 17 de julio de ese mismo año
en la catedral de Reims, Juana y sus acólitos organizaron sin Carlos una
operación militar contra ellos el año 1430 en Compiègne, no lejos de París. La
estratagema no dio el resultado esperado y Juana de Arco fue apresada por
soldados borgoñeses, mercenarios aliados de los ingleses y al servicio de los
clérigos cluniacenses, dueños de Borgoña y jerarcas de la Iglesia.
Juana de Arco, figura en catedral de Notre Dame (París) |
El resultado fue que la
Iglesia se deshizo así de la molesta doncella y de las
posibles represalias por su asesinato. Juana de Arco, tan visionaria como
utilizada por los manipuladores de la política, fue quemada viva con diecinueve
años y figura decisiva en la victoria francesa de la Guerra de los Cien Años. El
papa Benedicto XV la canonizó en 1920, coronándola como patrona y heroína
nacional de Francia, una vez reanudadas las relaciones oficiales entre el
Vaticano y el gobierno francés tras la Primera Guerra Mundial.
Tommaso Parentucelli fue papa entre los años 1447 y 1455 con el sobrenombre de Nicolás V. A él y a su camarilla
se les atribuye la idea de restaurar Roma, consolidar la imponente Basílica de
San Pedro en el Vaticano como sede papal, crear la Biblioteca Apostólica
Vaticana con importantes volúmenes de saber antiguo (muchos de ellos
provenientes de Hispania) y reforzar los intereses políticos entre la Iglesia
Católica y el Sacro Imperio Romano Germánico. El papado de
Nicolás V reforzó con nuevos apaños políticos y económicos la relación entre la Iglesia de Roma con el
Sacro Imperio, firmando el Concordato de Viena con el soberano germano Federico
III de Estiria en 1448 y coronándolo emperador en Roma el año 1452.
Estos movimientos en la
Europa occidental tuvieron su repercusión en su parte
oriental. Como respuesta, los turcos otomanos se apoderaron de Constantinopla el año siguiente. Este
imperio armado en nombre del Islam conquistó extensos territorios del este y
sur mediterráneos, impidiendo el comercio católico con Oriente por la mejor
ruta terrestre. La ciudad de Bizancio, bautizada Constantinopla por Constantino
el año 324, fue rebautizada como Estambul, dejando atrás más de mil años como capital del cristianismo ortodoxo; así como
otras ocupaciones efectuadas por griegos, romanos, cruzados y los almogávares
de la Marca Hispánica.
Las continuas desavenencias entre la Iglesia Católica
y la Ortodoxa
durante ese tiempo culminaron con la toma de Constantinopla por los otomanos el
año 1453. Los cristianos ortodoxos preferían la espada islamita de los turcos a
la tiara pontificia de Roma, y prueba de ello es que de este cambio político
sacaron beneficio. Mientras la sociedad de la Europa occidental era transformada por la
autoridad de los pueblos germánicos
godos y las castas patricias judeoromanas, las comunidades europeas de oriente
conservaron casi intacta la tradición proveniente del cristianismo helenístico.
Constantinopla conocía y reconocía a Roma como capital del Imperio, pero no
aceptaba todas las imposiciones de sus papas ni su extrema dependencia del
poder político. Coacciones e inclinaciones que, como ya vimos, se acentuaron a
mediados del siglo XI y en los siglos posteriores.
El clérigo bizantino Miguel Cerulario se hizo cargo del patriarcado
de Constantinopla en 1043 y con una serie de alegaciones puso en evidencia a
los ritos y credos latinos practicados por las iglesias católicas de la
capital, como el de la
Trinidad y su teórico misterio cuya infinita teología pierde
y confunde hasta al más pintado. Por aquellos días era papa León IX, amenazado
por los normandos o vikingos, salidos de la misma zona que los temibles godos.
Buscando
apoyo militar, envió a Constantinopla una embajada en 1054 encabezada por el cardenal
borgoñés Humberto de Moyenmoutier o de Silva Candida. Este legado puso en duda
el patriarcado de Miguel Cerulario, se burló de las prácticas religiosas de los
cristianos griegos al no querer ser recibido por éste, firmó una bula
excomulgando a Cerulario junto a sus feligreses y, para más inri, mandó que la
depositaran sobre el altar de la Basílica
de Santa Sofía el día 16 de julio.
Miguel Cerulario respondió con las mismas
armas, el día 24 de ese mismo mes excomulgó al séquito papal enviado por León
IX y dio comienzo al largo Cisma entre las dos Iglesias del oriente y el occidente
europeos. El cruel saqueo efectuado por los cruzados católicos el 12 de abril
de 1204 en Constantinopla durante la Cuarta Cruzada medieval agravó más aún las
desavenencias entre las dos instituciones.
Cuando las tropas del sultán otomano Mohamed o Mehmed II el
Conquistador ocuparon por la fuerza la capital en 1453, una de las primeras cosas que hizo este monarca fue reconocer
al patriarca cristiano ortodoxo y respetarlo como delegado religioso y político
de las comunidades cristianas bajo su gobierno, algo similar a lo vivido por
los mozárabes de al-Andalus en Hispania.
Otra de las cosas que hicieron fue crear la Universidad de Estambul
con el mismo propósito que sus enemigos católicos: delimitar cátedras legales,
científicas y teológicas según parámetros doctrinales islamitas, y adiestrar
con ellos a personajes distinguidos para ejercer funciones de control social. Y esta fue la más perjudicial para la
Iglesia y los reinos de Europa occidental: cerrar las rutas
hacia Oriente para impedir o dificultar el comercio de mercaderías e ideas
católicas... (sigue)
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