jueves, 2 de febrero de 2006

De una Edad Luminosa al renacimiento de la oscuridad

Se suele tomar a la Edad Media como etapa que va desde el siglo V hasta el XV, con mil años de atraso, incultura e ignorancia entre la gloria de la Antigüedad Clásica y el Renacimiento. Sin embargo, la travesía efectuada hasta ahora nos la muestra como Edad de Grandeza Espiritual Colectiva en contraposición a la usura, la soberbia y los abusos de una casta patricia y minoritaria, al servicio de un dios demente.
A mediados del siglo XV, Francia iba cobrando forma de la mano de Juana de Arco, también llamada la Doncella de Orleans, y bajo el mandato del rey franco Carlos VII el Bienservido. Juana de Arco procedía de una familia campesina de Domrémy (Lorena), en el noroeste de Francia, zona de las revueltas campesinas de los jacobos buenoshombres a mediados del siglo anterior...
 
Según las acostumbradas crónicas, cuando tenía trece años confesó haber oído la voz de Dios y, a continuación, haber visto y haber hablado regularmente con san Miguel, santa Catalina de Alejandría y santa Margarita. Cuando los ingleses asediaban Orleans en 1429, todas esas voces le traspasaron la misión divina de ayudar al futuro rey de Francia Carlos VII, todavía en situación inestable por la Guerra de los Cien Años.

Los cronistas enfatizaron que varios teólogos católicos partidarios del rey franco aprobaron sus demandas sin cuestionarlas demasiado, la pusieron al frente de un ejército, levantó el asedio de los ingleses en Orleans, los venció en la decisiva batalla de Patay y los hizo retroceder hacia el norte. Ante la negativa de Carlos VII de continuar guerreando contra los ingleses, por haber conseguido ser coronado rey el 17 de julio de ese mismo año en la catedral de Reims, Juana y sus acólitos organizaron sin Carlos una operación militar contra ellos el año 1430 en Compiègne, no lejos de París. La estratagema no dio el resultado esperado y Juana de Arco fue apresada por soldados borgoñeses, mercenarios aliados de los ingleses y al servicio de los clérigos cluniacenses, dueños de Borgoña y jerarcas de la Iglesia.

Juana de Arco, figura en catedral de Notre Dame (París)

La Doncella de Orleans fue puesta ante tribunal de la Inquisición en Rouen (Normandía) que, después de interrogarla y torturarla durante más de un año, la acusó de herejía, brujería y perversión por vestir ropas de hombre. Al oír su sentencia de muerte en la hoguera, Juana se retractó y confesó su culpa, consiguiendo que el tribunal cambiara el dictamen a cadena perpetua. Se cuenta que en prisión volvió a vestir ropas masculinas y fue enviada a la hoguera el 30 de mayo de 1431 por reincidente y renegada, en esta ocasión bajo el dictamen de un tribunal laico, no eclesiástico, cosa casi tan sorprendente como sus visiones y diálogos con Dios y sus elegidos santos.

El resultado fue que la Iglesia se deshizo así de la molesta doncella y de las posibles represalias por su asesinato. Juana de Arco, tan visionaria como utilizada por los manipuladores de la política, fue quemada viva con diecinueve años y figura decisiva en la victoria francesa de la Guerra de los Cien Años. El papa Benedicto XV la canonizó en 1920, coronándola como patrona y heroína nacional de Francia, una vez reanudadas las relaciones oficiales entre el Vaticano y el gobierno francés tras la Primera Guerra Mundial.

Tommaso Parentucelli fue papa entre los años 1447 y 1455 con el sobrenombre de Nicolás V. A él y a su camarilla se les atribuye la idea de restaurar Roma, consolidar la imponente Basílica de San Pedro en el Vaticano como sede papal, crear la Biblioteca Apostólica Vaticana con importantes volúmenes de saber antiguo (muchos de ellos provenientes de Hispania) y reforzar los intereses políticos entre la Iglesia Católica y el Sacro Imperio Romano Germánico. El papado de Nicolás V reforzó con nuevos apaños políticos y económicos la relación entre la Iglesia de Roma con el Sacro Imperio, firmando el Concordato de Viena con el soberano germano Federico III de Estiria en 1448 y coronándolo emperador en Roma el año 1452.

Estos movimientos en la Europa occidental tuvieron su repercusión en su parte oriental. Como respuesta, los turcos otomanos se apoderaron de Constantinopla el año siguiente. Este imperio armado en nombre del Islam conquistó extensos territorios del este y sur mediterráneos, impidiendo el comercio católico con Oriente por la mejor ruta terrestre. La ciudad de Bizancio, bautizada Constantinopla por Constantino el año 324, fue rebautizada como Estambul, dejando atrás más de mil años como capital del cristianismo ortodoxo; así como otras ocupaciones efectuadas por griegos, romanos, cruzados y los almogávares de la Marca Hispánica.

Las continuas desavenencias entre la Iglesia Católica y la Ortodoxa durante ese tiempo culminaron con la toma de Constantinopla por los otomanos el año 1453. Los cristianos ortodoxos preferían la espada islamita de los turcos a la tiara pontificia de Roma, y prueba de ello es que de este cambio político sacaron beneficio. Mientras la sociedad de la Europa occidental era transformada por la autoridad de los  pueblos germánicos godos y las castas patricias judeoromanas, las comunidades europeas de oriente conservaron casi intacta la tradición proveniente del cristianismo helenístico. Constantinopla conocía y reconocía a Roma como capital del Imperio, pero no aceptaba todas las imposiciones de sus papas ni su extrema dependencia del poder político. Coacciones e inclinaciones que, como ya vimos, se acentuaron a mediados del siglo XI y en los siglos posteriores.

El clérigo bizantino Miguel Cerulario se hizo cargo del patriarcado de Constantinopla en 1043 y con una serie de alegaciones puso en evidencia a los ritos y credos latinos practicados por las iglesias católicas de la capital, como el de la Trinidad y su teórico misterio cuya infinita teología pierde y confunde hasta al más pintado. Por aquellos días era papa León IX, amenazado por los normandos o vikingos, salidos de la misma zona que los temibles godos.

Buscando apoyo militar, envió a Constantinopla una embajada en 1054 encabezada por el cardenal borgoñés Humberto de Moyenmoutier o de Silva Candida. Este legado puso en duda el patriarcado de Miguel Cerulario, se burló de las prácticas religiosas de los cristianos griegos al no querer ser recibido por éste, firmó una bula excomulgando a Cerulario junto a sus feligreses y, para más inri, mandó que la depositaran sobre el altar de la Basílica de Santa Sofía el día 16 de julio.

Miguel Cerulario respondió con las mismas armas, el día 24 de ese mismo mes excomulgó al séquito papal enviado por León IX y dio comienzo al largo Cisma entre las dos Iglesias del oriente y el occidente europeos. El cruel saqueo efectuado por los cruzados católicos el 12 de abril de 1204 en Constantinopla durante la Cuarta Cruzada medieval agravó más aún las desavenencias entre las dos instituciones.

Cuando las tropas del sultán otomano Mohamed o Mehmed II el Conquistador ocuparon por la fuerza la capital en 1453, una de las primeras cosas que hizo este monarca fue reconocer al patriarca cristiano ortodoxo y respetarlo como delegado religioso y político de las comunidades cristianas bajo su gobierno, algo similar a lo vivido por los mozárabes de al-Andalus en Hispania.

Otra de las cosas que hicieron fue crear la Universidad de Estambul con el mismo propósito que sus enemigos católicos: delimitar cátedras legales, científicas y teológicas según parámetros doctrinales islamitas, y adiestrar con ellos a personajes distinguidos para ejercer funciones de control social. Y esta fue la más perjudicial para la Iglesia y los reinos de Europa occidental: cerrar las rutas hacia Oriente para impedir o dificultar el comercio de mercaderías e ideas católicas... (sigue)

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