viernes, 4 de abril de 2008

La fecundación del engendro n@zi

El papa Julio III murió el 23 de marzo de 1555 y el 9 de abril de 1555 ocupó su sitio Marcello Cervini de Spannocchi, quien usó su nombre de pila para el pontificado y subió al trono vaticano como Marcelo II. Su mandato duró veintidós días escasos porque murió el 1 de mayo de 1555, poco antes de cumplir cincuenta y cuatro años por problemas achacados a su precaria salud...

El 23 de mayo fue elegido papa Gian Pietro Caraffa con el nombre de Pablo IV y setenta y nueve años de edad. El pontificado de este papa, de quien vimos algunos detalles en el apartado dedicado al político florentino Pietro Carnesecchi, contrasta con el de su antecesor. Caraffa fue nombrado por el Papa Paulo III cardenal del título de San Pancracio y arzobispo de Nápoles en 1536, y se le asignó reorganizar la Inquisición romana. En 1542 fue nombrado Inquisidor General de la misma y ocupó este cargo hasta ser elegido papa. Gian Pietro Caraffa dejó en vilo el Concilio de Trento, pendiente desde abril de 1552, y no hizo nada para determinar sus entresijos y concluirlo. Decidió emplear la mayor parte de su tiempo papal en exterminar a todo ser viviente que estorbaba sus planes directivos.


Gorros amarillos y obligatorios para los judíos del siglo XVI


Las comunidades que seguían practicando el cristianismo esenio o unitario sufrieron pronto el fanatismo de este papa con la publicación de su bula titulada Cum Nimis Absurdum (Con Excesivo Absurdo o Disparate), publicada el día 18 de julio de 1555. Este documento legal significó la creación del Gueto Judío de Roma, situado en el barrio de Sant’Angelo, el embargo de sus pertenencias y la obligatoriedad de llevar cada uno de ellos unas prendas distintivas, retomando las ordenanzas 68, 69 y 70 del IV Concilio de Letrán de 1215, celebrado a comienzos de la Cruzada Cátara.


Las prendas impuestas por la bula de Caraffa eran sombreros amarillos para los varones y pañuelos o mantones del mismo color para las mujeres. El gorro judío original tenía forma cónica y un color amarillento, era usado en sus orígenes como símbolo de luz o conocimiento espiritual por cristianos europeos en la Edad Media y en otras zonas de cultura y religión islámicas. Las mujeres usaban un velo o pañuelo para la cabeza de matices similares.


Este gorro es muy parecido al gorro frigio de Frigia, región de Asia Menor, hoy Turquía, un inmenso campo de batalla y cementerio para multitud de pueblos o etnias a lo largo de la Historia. Se tienen noticias de que durante el Cautiverio de Babilonia, sucedido entre los años 597 y 538 a.C., los judíos de castas bajas debían vestir un sombrero de forma y color semejantes. Por ello es posible que esta peculiar pieza de vestir, tan aproximada también a la barretina catalana, tenga su origen en este periodo de tiempo, coincidente con la expansión del Imperio Persa preislámico.


Ya en el IV Concilio de Letrán (1215-1216), comandado por el papa Inocencio III (Lotario di Conti de Segni), los jerarcas católicos impusieron su uso en algunos lugares de Europa para todos los declarados judíos y crearon los primeros guetos o juderías para aislarlos, discriminarlos y estigmatizarlos. La etnia cátara empezó a ser reunida como ganado, segregada en barrios amurallados con puertas que se cerraban por la noche, coartada en el desempeño de profesiones y cargos públicos, en sus derechos civiles y en sus prácticas religiosas, obligada a abjurar de su religión y a escuchar sermones católicos durante los shabats (sábados) o días de descanso entre los cristianos puros.


La bula Con Excesivo Absurdo supuso otra vuelta de tuerca contra los vestigios del cristianismo esenio y un preludio del nazismo o nacionalsocialismo que gobernaría Alemania de 1933 a 1945 y llevaría a la humanidad a su Segunda Guerra Mundial.


El napolitano Gian Pietro Caraffa sentía enemistad además hacia los Austrias hispanos, cuyos ascendientes tenían el poder de Nápoles y otros territorios italianos desde 1282, cuando las tropas del rey franco-aragonés Pedro III el Grande arrebataron al monarca franco Carlos I de Anjou, aliado del papa franco Martín IV (Simón de Brie), las tierras de Sicilia y Nápoles, su ciudad natal; y a este detalle se añade el trato poco amistoso que recibió Caraffa en la corte hispana mientras trabajó como embajador o nuncio del papa León X (Giovanni Lorenzo Médici) entre 1513 y 1521.


Pablo IV aprovechó las primeras Abdicaciones de Bruselas (hechas por Carlos I entre 1556 y 1557 a su hermano Fernando I de Habsburgo y a su hijo Felipe II) para obligar al rey franco Enrique II a entrar en guerra contra los Habsburgo en coalición con los ejércitos pontificios. Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, III duque de Alba y virrey de Nápoles, marchó hacia Roma al frente de un gran ejército compuesto por los tercios del emperador Carlos I de Habsburgo. Las huestes al servicio de María I de Inglaterra, por orden de su esposo Felipe II, también entraron en la guerra por los territorios italianos el año 1557 contra los ejércitos de Pablo IV y Enrique II.


El duque de Alba venció a las tropas franco-romanas en todas las escaramuzas disputadas y ocupó territorios de los Estados Pontificios, llegando a destruir y saquear la antigua ciudad de Anagni, situada en las colinas del este de Roma, residencia veraniega de papas por su palacio ponficio desde Bonifacio VIII (Benedetto Gaetani). La bélica disputa continuó a favor de los Austrias y el 10 de agosto de 1557, fiesta católica de san Lorenzo (el Sol pagano), los tercios de Felipe II, al mando del duque Manuel Filiberto de Saboya, derrotaron a las franco-romanas, dirigidas por el condestable Anne de Montmorenc, en la batalla de San Quintín, a treinta y seis kilómetros de Cambrai (norte de Francia). Tras esta batalla, el duque de Alba entró en Roma y obligó al viejo Pablo IV a firmar las condiciones impuestas por los Austrias.


El papa Caraffa también tuvo serios conflictos diplomáticos con la reina católica María I la Sangrienta. El cardenal católico Reginald Pole, nombrado arzobispo de Canterbury en 1557, fue un duro rival en el cónclave de 1555 que eligió a Gian Pietro Caraffa como papa y, pese a trabajar con eficacia para la recuperación de la fe católica en Inglaterra, incluyó en sus dominios muchos de los bienes incautados a la Iglesia por Enrique VIII. Con el fin de aniquilar a su oponente, Pablo IV ordenó al cardenal Pole presentarse en Roma y comparecer ante la Sagrada y Romana Inquisición, pero la reina María I se enteró del mandato pontificio e impidió que su cercano cardenal y consejero lo cumpliera.

En ese tiempo cientos de nobles del lado protestante tuvieron que acatar las órdenes dictadas por los economistas católicos, otros fueron desterrados y muchos perecieron en la hoguera... (sigue)

Para contactos profesionales o editoriales, escribir e-mail.

No hay comentarios:

Publicar un comentario